Kundera, la inmortalidad y el espiral

Hace unos pocos días un conocido que apenas pasó la barrera de los 50 –que es emblemática por eso del medio siglo, pero el gran paso fronterizo de la vida se me hace que es diez años después-, me comentaba que a veces se encuentra con algún viejo amigo de juventud que le recuerda anécdotas compartidas. Y no se reconoce en muchas de esas situaciones.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailLo escuché atento –incluso desgranar alguna de esas vivencias y ya se sabe que nada más aburrido que una anécdota ajena- y me solidaricé: “a mí me solía pasar lo mismo”.
Y mi intervención –lo supe en ese momento, pero más aún ahora, que la veo escrita- sonó a que había encontrado el secreto o algún remedio o un mecanismo para reconocerme en esos lugares y acciones que a priori me resultan ajenos.