Terminemos con una de las grandes mentiras impuestas por gente de mi edad y tal vez la que tiene algunos menos años encima: “que vuelvan los lentos…”.

Primero: Precisamente, si pedís que vuelvan los lentos es porque tenés más de 50. ¿Y para qué querés que vuelvan? ¿Vas a bailar todos los fines de semana, Travolta? No. Como mucho enganchás la fiesta de casamiento de algún pariente joven y a la altura de los lentos (suponiendo que el DJ le haga caso a los cargosos que están toda la noche pidiéndole que ponga un tema) estás tan perdido que no sabés si estás bailando Wind of Change o la Marcha de San Lorenzo.

Segundo: Es como cuando te dicen “Argentina era el granero del mundo…”, “el quinto país a nivel mundial…”. Ah, sí claro. ¿Para quién? Para las 15 familias patricias de siempre. El resto corría la coneja peor que ahora. Y con los lentos, lo mismo. ¿Quién se beneficiaba con ese supuesto cambio de ritmo en la música? Los lindos de siempre. Y estoy hablando puntualmente de los varones.

Los lindos, en proporción con el resto de la población, eran un mínimo porcentaje. El resto aplicábamos como feos, en distintas escalas. Había que ver la cantidad de muchachos feos que existía en esa época. No sé si era el agua o qué, pero era alarmante las distintas variantes de fealdad que uno podía ver en los boliches, las plazas, las calles. Ahora se invirtieron los porcentajes: la mayoría de los pibes y las pibas son lindos. O nadie le da importancia a eso, que está muy bueno. Y por ahí, el que no es muy agraciado, se loockea de una manera particular y queda atractivo. En mi época no existía esa posibilidad: nos vestíamos todos iguales. Y el que quería hacerse el distinto, además de feo quedaba como un ridículo.

El feo por lo general no bailaba. Ni lento ni movido ni semimovido. Y cuando por fin tenía la suerte de que una chica aceptaba ir a bailar con él –con música “normal”-, a los dos temas al disc jockey se le ocurría bajar las luces y poner los lentos. Chau. El tipo se iba solo. Ni esperaba a que la piba le dijera ´me voy a sentar con mis amigas…´. No. ¿Quiénes quedaban en la pista? Obvio, los lindos. Y los muy lindos, los que derrochaban belleza, aprovechaban ese momento para salir a bailar. Contar plata delante de los pobres.

Ponele que con un poco de simpatía o actitud podía suplir lo que la naturaleza te había negado. Pero también, eran muy pocos los piolas. Porque siempre se estaba al borde de pasarse de simpático y convertirse en cargoso o hacerse el canchero y ser un plomo. Y eso era lo peor de todo.

Las nuevas generaciones no necesitan de los lentos. Se aproximan cuando tienen ganas de aproximarse, se contactan, se rosan, se tocan, se abrazan sin poner la música como excusa. Lo hacen naturalmente.

En realidad, cuando los veteranos pedimos que vuelvan los lentos lo que estamos pidiendo es una revancha. Porque en esto de ser feos –los que lo somos- nos hemos hecho expertos: lo asumimos, lo aceptamos y así es más fácil. Ahora sí, estamos listos para que nos pongan lentos durante toda la noche y saldremos en busca de aquellas muchachas que décadas atrás nos daban vuelta la cara.

Seguiremos sin bailar gran parte de la noche. Pero habrá un tema y una muchacha que nos esté esperando.

Entonces sí, quién nos quita lo bailado.

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