Musculosa

-¿Sabés qué?-, me pregunta El Gordo, mientras yo trato de cerrarle mi idea de que el gobierno no para de tirarse tiros en el pie. Y así todo, la oposición no puede capitalizar ninguna de esas bestialidades. En definitiva, que esta campaña es muy parecida a una comedia de enredos.
-Decime, Gordo. Pero me gustaría prevenirte que si me vas a interrumpir, espero que mínimamente sea para acotarme algo sobre lo que te estoy diciendo.
-Sí. Escuchá: somos la última generación que vio a tipos con camiseta musculosa.
-Por eso…
-Porque nosotros ya no somos la generación que la usó. Te estoy hablando a grandes rasgos. Cuando era muy chico, recuerdo que mi vieja me compró un par de veces esas musculosas de interlock para ponerme debajo de la camisa del colegio, en los días de invierno. Pero habrá sido hasta los siete años. Luego me negué, creo. Somos, en eso también, la generación del cambio.
-Lo de la campaña lo vemos otro día, ¿no?
-Y tengo la teoría de que nada es azaroso. La moda puede ser la moda y todo vuelve. Pero la camiseta musculosa no volvió más. ¿Sabés por qué?
-¿Me estás preguntando?
-Es de mala educación responder una pregunta con otra pregunta.
-Es de mala educación interrumpir un tema para salir con una pavada como esta.
-Porque para usar esas camisetas había que tener cierto físico. Ojo, no te estoy diciendo ´físico´, en el sentido de fisicoculturista. Pero sí determinada forma. ¿Te imaginás vos vestido con una camiseta musculosa? Un cachivache.
-Hola, qué tal.
-Imaginate yo. Pero no te lo digo porque soy gordito o porque ahora estás medio baqueta y venido a menos. Imaginate en tu juventud, de musculosa. También eras un cachivache, con esos bracitos escuálidos, los hombros como botella de sidra, el cogote largo… Los tipos de la generación que nos precedió tenían otro físico. Podrían ser feos –de hecho, ahora mirás fotos y los ves a todos medio bagayos- sin embargo, estaban “armados”: buena caja torácica, brazos fornidos –aunque no tuvieran músculos- tal vez algo de panza, pero no estos salvavidas que te empiezan a crecer a los veintipico. Morrudos, los tipos, los agarrabas y sentías las fribras en los brazos. Ahora es como si agarráramos a un agua viva. La alimentación, viejo. La alimentación. Comían cosas sanas. Capaz que estiraban la pata a los sesenta. Ahora vivimos hasta los cien, pero a eso de los cincuenta ya empezamos a tener la forma de un pochoclo. O sea, sin forma. A no ser que te pasés tres horas por día en un gimnasio. El tipo de antes, ponele tu tío o tu viejo, se levantaba de la siesta un sábado o domingo a la tarde en verano, en musculosa, se lavaba la cara en la canilla del patio, esa que era un cañito para arriba con una rejilla abajo, se peinaba para atrás o para el costado y tenía una prestancia inobjetable. No desentonaba. ¿Entendés?
-No.
-Somos la última generación que vio ese fenómeno. Me vas a decir que hay fotografías de tipos así, en musculosa, y se los ve desagradables. Es mentira. Es ilusión óptica. Es algo fuera de contexto. Esos tipos no desentonaban con la época: con el patio con una parra, con el piso de hormigón en el mejor de los casos, con esas tardecitas de calor que te daban ganas de reír sin motivo, con un aroma en el ambiente que no lo volviste a sentir nunca más.
-Me parece que tu razonamiento forma parte de esa nostalgia medio boba de los tiempos idos en los que fuimos felices.
-No te estoy hablando de felicidad, angelito mío. Con o sin musculosa de mis mayores yo hubiera sido el tipo tan feliz que soy o tan infeliz que soy. Es otra cosa. Es armonía con el entorno. Hoy un tipo en musculosa de interlock te parece una aberración estética; pero un tipo de camisa, de remera o en cuero no te dice nada. Yo te apuesto a que si esta noche antes de dormirte te tomás un momento para pensar aquellas tardes de verano, con parientes grandes en musculosa, vas a tener muchas cosas para decir. Y eso no es nostalgia, es impronta. Nosotros somos los últimos en vivirla, en poder contarla como lo estoy haciendo yo. Me pregunto si nos tocará dejar también algo así para los que nos suceden. Y me respondo: no.
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