Necrológicas
IRENE LIDIA XODO DE DOMÍNGUEZ
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“Trabajé 40 años de maestra de música. ¡Me encantaba!”, le dijo a una enfermera el día anterior a su fallecimiento, el pasado sábado 18 de julio tras el proceso de una breve y cruel enfermedad.
Tenía 80 años, pero ni por apariencia ni por actitud, podía alguien suponer su edad.
Docente durante toda su vida, fueron la música y la familia, razón y ser de su existencia, seguramente por todo cuanto había mamado en su hogar desde pequeña, ya que su padre Mario era un prestigioso afinador de piano.
Amaba la música tanto como la enseñanza, al punto de que su propio hermano Daniel había aprendido a leer a los 5 años gracias a ella.
Trasmitió el amor a la música de mil formas distintas: en casa a sus hijos y en las aulas de distintas escuelas de Tandil, Azucena y Vela, a sus alumnos de escuelas primarias, secundarias y jardín. Enseñó piano en el Conservatorio de María Ignacia y de manera particular. Durante la década del 90 impulsó con muchísima energía y compromiso la Orquesta de Cámara de Tandil, difundiendo los conciertos de dicho organismo.
Había contraído enlace, en 1969, con el entonces basquetbolista y hoy contador Mario Domínguez, con quien compartió una hermosa vida coronada con la llegada de su primogénito Darío -actualmente fuera de la ciudad, reconocido director de orquesta- y luego, de los mellizos Josefina y Gabriel, también músicos.
El fallecimiento de su hija el año pasado, tras una larga enfermedad, seguramente le asestó un golpe tan duro, que su fortaleza física y anímica no pudo soportar: apenas la sobrevivió 11 meses.
Quedan en todos cuantos la conocieron el recuerdo de una mujer alegre, extremadamente locuaz, auténtica amiga de sus amigas, joven de espíritu y de alma, siempre dispuesta a bien aconsejar y a compartir.
Hasta el fin de sus días pudo disfrutar también de sus nietos, que le alegraron e iluminaron aún más su vida.
Nada le quedó pendiente a Irene, que hoy descansa en paz al lado de su Josefina.
AMADEO DOMENIGHINI
Amadeo Domenighini nació el 17 de marzo de 1931, en Tandil. Tiempo después se casó con Rosa Nieves Torres y fruto de ese amor nacieron sus cinco hijos: Juan Carlos, Rosa Noemí, Ricardo Amadeo (f), Néstor Daniel y Aníbal Enrique.
Dedicó su vida a la familia y al trabajo de metalúrgico. Fue un trabajador incansable y se mantuvo en actividad hasta cumplir 80 años. A su núcleo familiar le dejó honestidad y respeto ante todo. Vivió siempre en su querida Villa Italia y hacía un año que había sufrido un Accidente Cerebro Vascular (ACV) del que nunca pudo reponerse.
“Sabemos que es triste aceptar tu partida, pero así es la vida. Te recordaremos y te llevaremos en nuestros corazones. Tú esposa, hijos, nueras, yernos, nietos, bisnietos y sobrinos. Volá alto viejo lindo y descansá en paz”.
IRMA HAYDÉE GALLO VIUDA DE ZUBIGARAY
Irma Haydée Gallo falleció el pasado 11 de agosto, a los 77 años. Había nacido en la ciudad de Tandil, el 4 de abril de 1943. Sus padres fueron Ángel Félix Gallo y Ángela Ferrari. Se crió en el asilo Hogar de Niñas, donde permaneció hasta 1960 y le enseñaron muchas cosas, incluso se recibió de apicultora. Sus hermanos fueron Eva Gallo, Isolina Núñez, José María Núñez, Coco Ferrari y María Luisa Ferrari.
Se casó con Julián Agustín Zubigaray y vivieron en el Desvío Aguirre, donde criaron a sus once hijos: Guillermo Julián, Irma Adriana, Graciela Ángela, Claudia Noemí, Luis Alberto, Eva Nancy, Sara Alejandra, Edith Eleonora, José Antonio, Juan Marcelo y María Natalia.
Sus hijos, hijos políticos, nietos, bisnietos, primos, sobrinos, hermanos y allegados ruegan una oración por su descanso eterno.
“Te vamos a recordar siempre en momentos de jugar a las cartas, cocinar y de pasear en familia, como te gustaba. Madre estoy contigo a través del tiempo y a pesar de la muerte vives en mi mente cuando te pienso y en mi corazón cada vez que late. Acepto tu partida y sólo le pido a Dios que te permita descansar en paz por toda la eternidad. Madre yo sigo contigo.
Vivirás para siempre en nuestros corazones. Te vamos a recordar siempre en cada pedacito de vida que dejaste, en cada uno de nosotros”.
EMILIO AMADEO TOLEDO
Emilio Amadeo Toledo falleció el pasado 8 de agosto, en Tandil, a los 51 años. Había nacido el 25 de junio de 1969 y con la pareja que compartió parte de su vida tuvo tres hijos: Agustín, Segundo y Dana.
Trabajó como chofer en PetroTandil y en otras tres empresas de transporte de hacienda, y también supo realizar la tarea de fumigador.
Sus hermanos Adrián y Elena Toledo recuerdan que tuvieron una linda infancia en el campo, en la zona de Fulton. Eran muy compinches los tres y solían concurrir a la escuela a caballo. La familia se completaba con sus padres.
Con el paso de los años, cada uno siguió su destino. Emilio empezó de tractorista, pero como camionero se desempeñó toda su vida. Fue muy compañero de su hermano mayor, quien siente que tras su deceso tiene un dolor muy grande.
Sus hijos lo recuerdan como un ejemplo, un amigo, un compañero que tenía amor para explicar y, a su vez, retarlos. Les enseñó a confiar en él y a comportarse bien en la vida. “Papá siempre te llevaremos en nuestros corazones y recordaremos tus chistes, tu alegría, mates, comidas y el amor que nos supiste brindar. Que en paz descanses”.
LUCINDA TERESA GONZÁLEZ (TOTA)
Muy cerca de mi ocaso yo te bendigo vida, (poema de Amado Nervo).
El pasado miércoles 12 de agosto, en una soleada y fría mañana, llegó el ocaso de ‘Tota’, Lucinda Teresa González, la señora de Galli como la llamaban sus alumnos.
Nacida en Tres Arroyos, el 20 de noviembre de 1927, escorpiana de ley, como le gustaba decir. Desde muy chica se trasladó a Tandil, con sus padres Haydée y Nicanor y sus dos hermanos Aldo y Luisa. Años más tarde, llegaría la más chica de los cuatro, Flora, “Chichita”.
En Tandil, Nicanor comenzó su carrera hotelera fundando el hotel Tres Arroyos: “Atendido por sus propios dueños”, rezaba el cartel de la calle Mitre al 600, frente a la Iglesia Evangélica. Allí, entre las grandes galerías y habitaciones, la luminosa cocina donde Nicanor preparaba sus platos de chef y corriendo por el inmenso patio, crecieron los cuatros hermanos.
“Tota” estudió en el Colegio de Hermanas de la Sagrada Familia y terminó sus estudios de Maestra en la Escuela Normal. Estudiaba recorriendo el patio del hotel, preparaba sus clases entre el nogal, el olivo y también debajo del parral. Mientras comenzaba su carrera docente, conoció a su esposo Armando Galli, un joven militar de aeronáutica que había sido destinado a la ciudad, con quien formó su familia al nacer sus hijos Daniel, Pablo y Claudia. Ambos trabajaron en sus respectivas profesiones un corto tiempo alejados de la ciudad, para luego de tres años, y movidos por sus raíces, regresar a Tandil.
Aquí desarrolló su tarea docente en la Escuela 5 “Nicolás Avellaneda”, hasta su jubilación. Amaba la escuela, amaba su profesión. Supo llenar las aulas de educación y ternura, y dejó a su paso una gran huella de cariño y firmeza entre alumnos y colegas.
Compartió con sus compañeras y amigas el té en “la Rex”, algunos bailes en el club Independiente, y años más tarde las cenas y reuniones con sus excompañeros de colegio hasta casi los 90 años.
Gran compañera, excelente madre y esposa, abuela cariñosa y presente pero por sobre todo una persona llena de paz, bondad y de una gran serenidad. Amaba el tango, la poesía y disfrutaba la música. Recitaba el poema de Amado Nervo con una gran pasión, como presagio de su vida y así llegó al ocaso, como el final de ese poema:
“Amé y fui amado, el sol acarició mi faz
¡Vida, nada me debes! ¡Vida estamos en paz!”.
JUAN RUEDA
Juan Rueda nació el 16 de agosto de 1936, en Tandil, y era hijo de Balbina Pereyra y Joaquín Rueda. Falleció el pasado 28 de julio, a los 83 años.
Caballero honrado y fiel a su ser, a su familia y valores. Amante del tango, del fútbol y de Boca. Zurdo y leal, perfeccionista y a la vez, tan sensible y sincero.
Su mirada transparente decía todo. Es hora de volar alto, brillar y trascender. “En nuestros corazones por siempre. Tú esposa Nilda Clotilde Barraza de Rueda, tu hijo Juan Carlos Rueda, y tus nietos: Diego Martín Rueda y Pamela Gisela Rueda”.
MAGDALENA GARCÍA
El pasado 3 de agosto falleció Magdalena García, una persona maravillosa, humilde y muy amorosa. Una mujer que dedicó su siglo de vida, ya que nació en abril de 1918, a dar amor y criar tres generaciones: “Su negrito (mi padre), su Vicky (quien escribe) y a su Camilita (su nieta). Tendrían que haberla visto con sus 1,10 metros de altura y 80 y pico de años con ‘Cami’ de acá para allá, siempre dándonos los gustos.
Nadie me va a sacar la angustia de no haber podido despedirme de vos. Una verdadera pena que no se te haya podido despedir a lo grande como te lo merecías. Mucha gente te apreciaba y le hubiese gustado darte el último adiós.
Que en paz descanses mi querida y amada ‘Tía Peti’. Siempre te recordaremos. Siempre en nuestros corazones”.
ANA CAROLINA MANCINI
Ana Carolina Mancini de Lamas nació el 11 de abril de 1922, en Tandil. Estudió en la Escuela 29. Casada con Benito Lamas, vivieron en Mar del Plata donde nació su primer hijo Héctor Raúl Lamas.
Fueron propietarios del almacén “El Carmen” o como se le llamaba Boliche de Chapa en zona de De la Canal. Posteriormente se afincaron en el almacén “La Vasconia”, donde nació su segundo hijo Jorge Alberto.
Allí permaneció durante 30 años. Trabajó junto a su esposo, hermana y cuñado en el almacén, destacándose por sus modales y afán de ayudar siempre a los demás.
Sus hijos Héctor Raúl y Jorge Alberto; nietos Gabriela, Paula, Maximiliano y Pablo; bisnietos Tomás, Agustín, Daniel, Matthew y Mora; hijas políticas Alicia Núñez y Susana Echauri; nietos políticos Marcelo Sáenz Valiente y Luciana de Haart, siempre la recordarán con amor.
CARMEN NICOLASA BIONDI
Nació el 3 de febrero de 1936, en Capital Federal, trasladándose a San Martín (provincia de Buenos Aires) durante su infancia. Era hija de inmigrantes: su madre gallega y su padre siciliano, al que no conoció.
Su madre volvió a casarse con un húngaro, padre al que admiró por siempre. Muy joven decidió hacer su vida fuera de su hogar y llegó a Tandil, en 1956, integrando una compañía de teatro independiente.
Aquí enseguida hizo amigos que la adoptaron como integrante de su familia. Pocos años después, se enamoró de Valentín Bellido Gómez, hombre con el que no podría casarse, pero igualmente continuó adelante con la relación por muchos años, naciendo en 1970 su hija Verónica, de la cual nunca se separó. En 1981, retomó su pasión por la política con el advenimiento de la democracia. En 1988, decidió culminar sus estudios secundarios en el CENS 103, seguidamente completó sus estudios terciarios con la carrera de Técnico Superior en Administración Agraria en el ISFD 10, siendo la primera promoción; probó algunos años entre las carreras de Derecho y Relaciones Internacionales, realizó el curso de Promotores Comunitarios, fue curadora de Ramón por 20 años, propuesta por su amiga Alicia Brivio.
A partir de allí, su participación en las asociaciones de Tandil para la Salud Mental, Manos Abiertas y Consejo Asesor de Políticas de Discapacidad, sumándose a todo congreso o capacitación que hubiera sobre el tema.
Ya en 2011, se dedicó a cuidar a su nieto Valentín, pero igualmente aspiró al cargo de Defensora del Pueblo local y para estar siempre activa, cuando se inauguró la Escuela Municipal de Idiomas, cursó por 4 años italiano junto a un hermoso grupo de compañeros que siempre la recodarán como la “Nona Assunta”, tal el personaje que representó en la muestra de fin de año.
“Nos dejó físicamente, sin previo aviso, el pasado 10 de agosto, pero siempre estará presente entre todos los que la quisimos: su familia, familia política y tantos amigos”.
MARÍA ROSA VILLARREAL
María Rosa Villarreal, más conocida como “Pelusa”, nació en Tandil el 14 de agosto de 1941, y era hija de Antonia Ferreyra y Juan Eduardo Villareal, hermana del conocido ‘Negro’ Villarreal.
Se recibió de maestra en la Escuela Normal, en los años 60. Dejó su huella humana, educativa y musical (también fue profesora de piano) en las escuelas primarias 47, 11 y 13 (María Ignacia estación Vela), y en la Escuela Primaria 2, donde culminó sus años como docente.
Se casó con Raúl Emir Shemi, en 1975, y tuvo dos hijas: María Laura y Luciana María, quienes le dieron cuatro nietos: Luca, Sofía, Agustín y Emilia.
Le gustaba mucho leer, los crucigramas, las manualidades, además de saber crear recetas con pocos ingredientes. Fue integrante del primer Club del Trueque en Tandil.
Su vida transcurrió con altibajos de salud, sabiendo sobreponerse en su mayoría. Falleció el pasado 9 de agosto. “Sabemos que donde estés, estás bien ‘Pelu’, mami”.
MARTA HERNÁNDEZ
Marta Hernández, esposa de Enrique Polich, exjugador de básquet del club Independiente en los años 1960-1980, falleció en Río Negro, donde residía, el 18 de agosto, después de sufrir los embates de una rápida enfermedad. Fue madre de cuatro hijos: Paula, Martín, Gastón y Verónica, a quienes antes de partir los vio crecidos, conformando una hermosa familia.
Pon razones laborales se trasladaron al sur del país, para definitivamente radicarse en Río Negro. Como para cualquier familia, nada les fue fácil en la adaptación a nuevos lugares, donde Marta acompañó a Enrique en las buenas y en las malas, en la etapa donde llegaron sus hijos que a través de los años fueron desarrollándose, unos en el trabajo y otros emigraron a La Plata para seguir estudios secundarios-universitarios.
Marta integró el grupo de aquellas mujeres que las podemos denominar “Madres anónimas”, de aquellos dirigentes, deportistas, que vistieron la “rojinegra”, en aquellos años para que sus maridos dieran rienda suelta a su pasión, donde el deporte de los cestos era considerado “amateur” y mucho más en el interior del país.
Intentar y querer hacer un balance de aquella época no tiene razón de ser, porque ha sido totalmente distinta a la actual, porque la sociedad o las familias han cambiado en estos años, teniendo en cuenta el rol que hoy cumple en la sociedad la mujer.
En aquellos años muchas de las cosas que hacía el básquet de la avenida Avellaneda se lograban porque se hacían esfuerzos fuera de lo común para un deportista amateur, donde sus compañeras de la vida ayudaban para lograr objetivos. Ellas compartían con sus parejas las alegrías, los triunfos y los éxitos y disfrutaban con ellos, se limitaban a apoyarlos, a estimularlos, no podían evitar los sufrimientos.
“Marta no estabas arriba, ni abajo ni en medio, no eras el número uno ni el número final, lo que sabemos es que te destacabas por alguna cualidad que transmitías. Te fuiste a los 67 años, cuando todos pensamos que tenías unos cuántos años de vida terrenal. Por siempre en nuestro corazón. Enrique y tus hijos”.
NORMA EDITH GONZÁLEZ
Nació en Tandil el 15 de julio de 1937 y siendo un niña perdió a su madre. Tras un tiempo en un hogar, encontró una hermosa familia que la recibió en su casa como a una hija.
Estudio corte y confección, convirtiéndose en una modista de alta confección que hacía hermosos vestidos de fiesta.
Dedicó su vida a cuidar a la familia con la cual vivió. Y cuando ellos ya no estuvieron, decidió seguir su vida sola.
Su hermano Nito le dio dos sobrinas, Liliana y Claudia, que fueron como sus hijas en el transcurso de su vida y disfrutó de sus cuatro sobrinos nietos.
Amante de la lectura, dedicaba grandes horas a este hobby, compartiendo su tiempo con el tejido solidario, armando mantas para donar.
Mujer independiente que supo ganarse la amistad de personas con quien compartió su vida.
“Gracias por el tiempo trascurrido, las alegrías, las tristezas, la risa y el llanto, las largas charlas de domingo con mate de por medio. Gracias por tu respeto hacia el otro, por la suavidad de tu hacer y decir. Gracias por permitirnos ser parte en tu vida y perdón si en algún momento no estuvimos a la altura de la situación”.
ANA MARÍA MACHADO
Ana María Machado viuda de Solimano falleció a los 83 años, después de una larga y cruel enfermedad. Había nacido en Tandil el 4 de noviembre de 1936. Había formado una familia con Joaquín Solimano y sus dos hijos, Claudio y Cristina. Esta familia se multiplicó con sus hijos políticos, Ana y Oscar, y sus nietos Ana Paula, Valentina, Joaquín, Azul y Sebastián.
“Michi” para sus hermanos, para los cuales su casa siempre fue lugar de reunión y acogida en las buenas y en las malas.
“Mi negro” para su amor y compañero por más de 60 años. “Tía Ana” para sus 16 sobrinos, a quienes les cortaba el cabello, hacía vestidos de 15, egresos y hasta bodas. También le gustaba tejer y lo hacía con maestría para toda la familia.
“Anita” para sus amigos, vecinos, amigos de sus hijos, con los que solía pelear por algún resultado en el fútbol.
“Vieja, abuela” para su círculo más cercano, con quienes compartía todos los domingos, ya que cocinar era una de sus habilidades.
“¡Siempre estarás presente en todos nuestros actos, ya que siempre fuiste y serás un ejemplo a seguir, te vamos a extrañar!”.
“¡Gracias Abue por todo y por cómo fuiste! Gracias por cuidarnos, por alegrarnos, por ser ‘la vieja chifluda’. Siempre te voy a recordar con esa sonrisa y las tardes de cuarentena con nuestro mate. Espero que estés feliz y te hayas podido reencontrar con el viejito. Te amo Abue, gran compañera”.
Sebastián, su nieto, quien vivió con ella desde que quedó viuda, expresó: “Abuela, quiero decirte que te extraño mucho, pero quiero recordarte como la personita hermosa que fuiste, cuando nos cuidabas, que ibas a casa, tus comidas, tus cuentos, tus locuras, que te acompañe al ‘puesto’ a hacer los mandados, que me vayas a buscar a la escuela o a danza con el abuelo, todos los días merendar juntos, los sábados eran días de facturas y los domingos familiares. Llegar, tu olor a comida, ya la mesa servida, siempre atenta, dulce, divertida.
Pasamos muchas cosas abuela: vacaciones todos juntos, navidades, años nuevos, que vayas a verme al teatro cuando bailaba, qué lindo. Cómo poder olvidarte abuela, fuiste como una segunda mamá, también sé que pasaste muchas cosas y que siempre fuiste fuerte, es muy triste despedirte abuelita linda, pero sé que estás con el abuelo, otra personita hermosa que siempre estuvo con nosotros cuidándonos y dándonos todo”.
“No tengo nada para decir más que gracias y más gracias, porque fueron los mejores abuelos del mundo. Los amo mucho y los voy a llevar siempre en mi corazón. Valentina (nieta)”.