Los paseos del cura Von Wernich
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Por María Elida Nazar (*)
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailHace casi cincuenta años comenzaba la etapa más oscura de la historia argentina. Miles de familias argentinas resultamos víctimas directas de actos genocidas perpetrados por la última dictadura cívico (empresarial-eclesiástica)-militar, actos que suelen resumirse con palabras como desaparición, tortura, apropiación de bebés y niños, vuelos de la muerte, pero que, más allá de esos términos, no pueden ser ni siquiera imaginadas en la hondura del horror y la perversión que representaron.
El excapellán policial Christian Federico Von Wernich fue encontrado culpable de siete homicidios calificados, treinta y cuatro privaciones ilegales de la libertad y treinta y un casos de tormentos, cometidos en el marco del plan sistemático de represión ilegal implementado por el Estado durante la última dictadura. Fue condenado en 2007 a reclusión perpetua por delitos de lesa humanidad.
Como sacerdote, utilizó su condición pastoral para ganarse la confianza de los detenidos en centros clandestinos y obtener información que derivó en nuevos secuestros y asesinatos. Uno de los testimonios que permitió reconstruir su rol fue el de Juan Ramón Nazar, mi padre, director del diario La Opinión de Trenque Lauquen cuando lo secuestraron el 22 de julio de 1977 y quien lo reconoció durante el juicio como el sacerdote que se presentó ante él bajo el argumento de brindarle “asistencia espiritual”.
¿Y esta persona pide excepciones? Se sabe que goza de una vida intramuros cómoda; ha contado con acompañamiento y atención adecuada durante su detención y conserva lazos con la Iglesia que nunca lo sancionó, o sea, lo protege. Este integrante de la Iglesia Católica Apostólica Romana pide amor y contención familiar… ¿Y las víctimas? ¿Y sus familias?
Los delitos por los cuales fue condenado son de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles. No admiten morigeraciones ni ataques procesales que alteren el sentido de la pena impuesta. La edad avanzada o las apelaciones humanitarias no modifican la naturaleza de los hechos ni el daño irreparable causado.
Hoy hablo por mí, y me permito hacerlo por los 30.000 y por los muchos más que quedaron despojados de una vida plena o encendiendo velas ante retratos sin tumbas. Porque cada nombre, cada rostro y cada fecha que somos capaces de recordar es el modo que tenemos más a mano para derrotar a la desmemoria.
Que el trabajo imprescindible de los escasos sobrevivientes, de los familiares de desaparecidos y de los integrantes de Organismos de DD.HH., sus aportes para la búsqueda de Verdad y Justicia, y el “deber de Memoria” se transformen en legado de persistencia a perpetuidad, sobreponiéndose al dolor de la patria cuando duele.
(*) Exdirectora del diario La Opinión de Trenque Lauquen, quien actualmente vive en Tandil.
Más de 143 años escribiendo la historia de Tandil