ENFOQUE
Senegal - Países Bajos: no hay brazalete retroactivo
Mientras juegan Senegal y Países Bajos por la primera fecha del Mundial, recuerdo...
En 1994 participamos del Congreso de la Confederación Mundial de la Enseñanza en Dakar, la capital de Senegal. Unos meses después que la FIFA le cortara las piernas al Diego.
Fuimos recibidos por un Senegalés con la camiseta argentina. Y su saludo fue “FIFA mafia, en África amamos a Maradona”. Asi fue siempre en cualquier lugar del mundo...
Este hombre venia todos los días al hotel a ver si “mis amigos argentinos necesitan algo: mujeres, heroína, lo que necesiten. Yo soy su amigo”, decía. Lo único que necesitamos fue pastillas contra la malaria. Le asombró saber que hablábamos español y no “una lengua aborigen” y flasheó al saber que yo había visto a Diego en una cancha. Y que en Buenos Aires y alrededores vivían más de 10 millones de personas.
Dakar era la ciudad más empobrecida que vi en mi vida, después de Puerto Principe en Haiti. Las ratas eran normales en las calles, junto a las miseria extrema donde despojos humanos –cuya edad era imposible reconocer- esperaban ser asistidos.
Francia acababa de quitar su apoyo financiero a la moneda común de África Subsahariana, con la consecuente devaluación que –como siempre- pagan los oprimidos. Conocimos en carne ajena la cara más despreciable de la dependencia y el colonialismo.
El fin de semana nos llevaron en una excursión a la Isla de Goré. Llegando a la isla en un ferry, decenas de niños esperaban flotando que los turistas tiraran monedas al agua transparente, las que reflotaban entre sus dientes con una dolorosa imagen de alegría. Esos niños no llegarían a más de 30 años por las enfermedades que provocaba estar a tanta profundidad durante tanto tiempo. Pero ese día comían.
En esa isla eran concentrados los miles de esclavos que habían sido cazados en toda África para ser vendidos a sus nuevos dueños y enviados a Europa o Estados Unidos.
Una enorme construcción era el centro de recepción antes de viajar a los diversos países que los compraban en subastas.
Los holandeses eran los encargados de “cuidar” a las y los seres humanos para que no se escaparan ni se rebelaran. Si a alguno se le ocurría hacerlo, eran puestos en la zona baja de la fortaleza, con el agua de mar a la cintura, atados con cadenas, para que sus cuerpos sean o bien devorados por los peces o secados vivos por la sal del agua, a mas de 40 grados de temperatura, con bajas y altas del mar. Las mujeres embarazadas eran cuidadas porque los bebes esclavos cotizaban mejor en la europa civilizada.
El guía insistía en explicar que los holandeses eran los más perversos, los encargados de las subastas y del transporte de la “mercadería” a la “civilización”. Un compañero holandés dijo “bueno, nosotros no fuimos, fueron nuestros antepasados”. Y otro compañero africano respondió con ironía: “lo siguen haciendo solo que algo mas civilizadamente”
Una placa de la ONU recordaba en la entrada del edificio el horror, obviamente sin mencionar a los países compradores ni a los encargados del comercio.
La historia en la militancia sindical docente nos encontró a africanos y latinoamericanos para otras cosas, pero esa es otra historia.
Hoy vemos muchas selecciones de países europeos con apellidos poco alemanes, franceses, holandeses o belgas. Seguramente muchos de ellos descendientes de aquellas víctimas de lo más horrible de la condición humana que, como dijo mi amigo senegalés ha perfeccionado los métodos de esclavitud, pero nunca su deseo de dominación.
Quizás un brazalete que diga “no a la discriminación” ayude a limpiar las culpas, pero no hay brazalete retroactivo.
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* El autor fue dirigente sindical de SADOP - Sindicato Argentino de Docentes Privados -