Vacunados contra la apatía
En medio del escándalo por las vacunas vip, desconfianzas generalizadas y lecturas cruzadas con intereses políticos mediante, en la ciudad reina sobre la superficie una relativa armonía en torno al operativo de inmunización, aunque a poco de remover las escamas prosperan resquemores y suspicacias sobre el curso del mismo.
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Frente a los micrófonos se exponen políticamente correctos, celebrando el trabajo articulado, con acciones tales como el promovido comité pro vacuna por la cual unos y otros aplaudieron la madurez política de saltar la grieta en pos de un tema de estado como resulta la política de salud frente a la indescifrable como cruel pandemia.
Pero a poco de indagar, por lo bajo, hay otras miradas más cercanas a aquel escenario grietado que dicen haber superado.
Con recelo, de calle Belgrano alegarán a regañadientes a un fastidio por la “sobreactuación” kirchnerista a la hora de militar la vacunación. Los irrita la prepotencia militante optimista que, consideran, no se condice con lo que se transita en la realidad, acerca del alcance del arribo de dosis para lograr vacunar lo más rápido a la mayor cantidad posible de vecinos.
Desde los gazebos apostados en distintos puntos de la ciudad por iniciativa de los organismos nacionales y provinciales con asiento en Tandil, no dejan de sopesar la indiferencia municipal a la hora de plegarse a la difusión y concientización de la inoculación.
La timidez lunghista
Precisamente llama la atención el anodino rol que el lunghismo ha decidido protagonizar en la gestión de la vacunación, lejos de aquel presunto “coraje” y “protagonismo” que supo promover con un criterio propio (semáforo) a la hora de gestionar la pandemia y que le valió fuertes dolores de cabeza como réditos políticos, a partir del cruce con la Provincia, marcando el pulso de la agenda política y mediática más allá de las fronteras serranas.
No pocos señalan que la administración local tiene aspiraciones a parecerse a la gestión de Caba. Si bien no se comulga el mismo ideario partidario más allá de formar parte del frente político, sí se expone cierto espejo de cómo gestionar.
Sin embargo, Larreta y compañía, en el caso de la vacunación, marcó diferencias con Nación y Provincia con los consabidos pases de factura a cuestas, mientras que desde el Municipio se prefirió el paso timorato, la indiferencia o el ninguneo, según quién y cómo se lo mire.
Ya el jefe comunal supo dar muestras de la descripta sigilosa ambigüedad. Prefirió no difundir su imagen cuando se vacunó. Finalmente lo publicitó –en la primera dosis- por la insistencia mediática y para ahuyentar las elucubraciones que nacían al compás de su silencio.
Más acá, se tomó su tiempo más que prudencial para convocar al comité pro vacuna que el Concejo Deliberante por unanimidad aprobó, por iniciativa del Frente de Todos de la mano de Rogelio Iparraguirre (jugada anticipatoria a lo que empezaba a florecer en otros distritos acerca de los bunker y sedes partidarias transformados en vacunatorios), y recogido por el presidente de la Comisión de Salud Luciano Grasso (convencido del espacio plural fomentado pero también necesitado de instalarse como eventual candidato para el escenario electoral por venir).
A más ejemplos del relajo, tan solo detenerse en escuchar por la radio, por televisión, los spots publicitarios difundidos por la comuna. La locutora oficial sigue aconsejando que los vecinos se queden en casa, que no hay cura para esta pandemia, que hay que lavarse las manos con frecuencia, usar barbijo, guardar distancia y demás protocolos propuestos desde el génesis de la pandemia. Pasaron los meses y se está en medio de una vacunación y no se ha invertido un centavo en modificar esos mensajes, en promover, concientizar sobre esta nueva realidad.
Las razones
Las razones sobre este cambio abrupto de dónde colocarse en la escena sanitaria redundan en especulaciones como incertezas. Al fin de cuentas, es lo que se huele debajo de la superficie. Nadie se hará cargo de estas conjeturas y mucho menos lo aceptarán abiertamente.
Algunos alegan sobre algo básico como primitivo que forma parte del ADN lunghista. Si la iniciativa no surge del despacho del jefe comunal no será acompañada con el ímpetu que cualquier acción de gobierno ostenta, por más trivial que resulte (difundir una y otra vez el anuncio de un bacheo o la instalación de un nuevo dinosaurio en el Parque del Origen).
Otros observadores responden que la gestión de la vacunación es un partido que juegan otros y que para los municipios el cotejo está perdido –políticamente hablando-. Entonces hay que disimular, cuidar las formas y dejar que el kirchnerismo, en este caso, despliegue su épica.
También están aquellos afectos al ideario lunghista que defienden la admitida inacción en la materia a una cuestión intuitiva, de olfato del propio pediatra. No habrá manera de protagonizar la gesta inmunizadora porque para mal o para bien, ya Nación y Provincia coparon la parada y los aciertos como reprobaciones serán para ellos, sin más.
Sin embargo, por si hace falta aclararlo, aquí no se trata solamente de una estrategia política con fines electorales, que factiblemente la haya con miras a los meses proselitistas por venir. A pesar de los errores, improvisaciones y privilegios expuestos, se debiera trabajar por la vida de los ciudadanos. Cuando más rápido, masivo y eficiente resulte el operativo, redundará en mejor calidad de vida, en menor demanda hospitalaria, menos camas ocupadas, menos muertes. La ecuación es contundente y sencilla.
Tal vez la semana entrante, con la puesta en marcha del retardado comité pro vacuna se entienda esto y, además del necesario trabajo en conjunto efectivo, de paso, se despejen dudas sobre el criterio de vacunación y se transparente el registro local, apartados ya de toda ambigüedad y especulación manifiesta.