Sin consuelo, la familia de Mili Quenaipe clamó por justicia, resaltó su dulzura y pidió que no la olviden
“A mí me sacaron a mi hija de 18 años, y no es lo peor perder la libertad”, expuso César Quenaipe, quien abrió el debate sobre la pena de muerte. El sábado, a las 18, convocan a una marcha desde España y Rodríguez. Recordaron a Milagros y compartieron cuáles eran sus sueños. “Nos cambió la vida”, afirmaron y aseguraron que el agresor “salió a matar por matar”.

Devastados. Sin consuelo. Así transcurren las horas los padres y la numerosa familia de Mili. Todavía no entienden razones sobre la muerte tan trágica como inexplicable de la chica de 18 años, víctima del crimen ocurrido el domingo, cerca de las 6.30. Milagros Pilar Andrea Quenaipe había salido a bailar y ya de regreso a descansar, se detuvo en la esquina de Rodríguez y Uriburu Sur, donde una certera puñalada le arrancó la vida y ahora multiplica los recuerdos de su dulzura entre los suyos, pero también en sus amigos y aquellos que la conocieron.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailHasta El Eco de Tandil, tras la inhumación del cuerpo de Mili, llegaron sus papás César Oscar Quenaipe y Andrea Pereyra, la esposa del papá Yanina Grecco, los hermanos Micaela y Kevin Quenaipe, Jonathan y Brian Molina y Thiago Giménez, la tía Cecilia Pereyra, la prima Nayla López y la pareja de la joven Aylén Romero. En la numerosa familia, ahora refugiada en la fortaleza de la unión y tras haber agotado las lágrimas, aún faltaban otras dos hermanas, Yaro y Lourdes Quenaipe, además de los cuñados y los siete sobrinos –uno en camino-.
Aún muy conmovidos, tras una larga jornada en la que también se entrevistaron con efectivos policiales y con el fiscal de la causa por “Homicidio”, el doctor Damián Borean, le contaron a este Diario cómo era Mili y convocaron a una marcha para pedir justicia, que se realizará el próximo sábado, a las 18, desde España y Rodríguez.
En paralelo, solicitaron a la comunidad que tenga empatía y que pare de viralizar el video con las imágenes del momento en que Mili fue asesinada, en la esquina de Rodríguez y Uriburu Sur.
“La quería todo el mundo”
Milagros nació el 25 de diciembre de 2006, en el Hospital Santamarina, y era de las hermanas más pequeñas de una familia ensamblada. Terminó en el primario en la Escuela 1 y transitó por las aulas de Técnica y Comercio, y se había propuesto culminar el secundario de noche. Como a muchos jóvenes, le gustaba salir a bailar, también cocinar –eran muy apreciados sus panes rellenos- y cortar el pelo, por lo que tenía el proyecto de estudiar barbería.
A los 18 años, vivía con su mamá, quien fue la última en verla antes de la tragedia. Cantaron karaoke en su casa de la zona de El Calvario, hasta que Mili se fue con una amiga al boliche Sol Disco.
Compañera, buena, auténtica, dulce. Así la definieron a coro sus padres y hermanos, en una mezcla de genuino amor y profundo dolor. Conservaba amigas desde el primario y había sumado muchos más vínculos a fuerza de ser querible y solidaria, una encantadora de especial sonrisa.
“Era dulce, la quería todo el mundo. Era imposible no quererla. Se ponía a jugar con una criatura de 3 años y a charlar con una mujer de 70. Para Mili no existía género, edad, diferencias, abrazaba a todos”, compartió Yanina, la esposa de César.

La peor noticia
“Estaba conmigo cantando y bailando, un ratito antes de salir. Siempre cuando salía, un rato cantábamos, nos hacíamos las Pimpinela. Bailamos un ratito y después se fue”, contó Andrea Pereyra sobre los últimos instantes que compartió con su hija, en su casa.
“Esa noche salió con Luna, una amiga”, dijo y confirmó que sabía que iban a Sol. “Ella siempre me avisaba. Me mandaba un mensaje ‘ma, ya estoy llegando’ o ‘me quedo a dormir en casa de Nayla, que era una de sus amigas’”, relató.
“Yo hacía unos días que no la veía”, agregó el papá, inmerso como en una pesadilla de la que desea despertar, y confió que habían discutido porque le pedía que estudiara. “Cuidate”, era la palabra con la que la despedía cada vez que salía de casa, sobre todo de noche.
El domingo por la mañana, César se levantó cerca de las 9.30, prendió la tele para ver la carrera de Fórmula 1, puso el agua para el mate y empezó a scrollear las noticias en el celular. Junto a su esposa Yanina comentaron que habían matado a una joven de 18 años. “Mili no es porque las noticias feas te llegan enseguida”, le dijo y pasó. Cerca de las 11, otra vez pensó en la crónica policial y se planteó si su hija habría llevado documentos.
Mientras se preparaba para cocinar unas pastas, cerca de las 11.30 recibió un llamado de la Comisaría de la Mujer. Con las sospechas a cuestas, partió junto a su esposa Yanina y en la sede policial se encontró con Andrea, entre lágrimas.
“Estoy en stand by. Te cambia la vida. Hace 48 horas que me cambió la vida totalmente. Pensé en muchas cosas; en muchas cosas malas, muchas buenas. En hacer lo peor, pero uno se tiene que controlar, están los hijos, los nietos. Y me dicen que Dios te ayude. No. No me ayuda más Dios. Ya con esto, no me puede ayudar, me tendría que haber ayudado antes”, expresó el padre como en un desahogo.
“Quiero pena de muerte”
“Yo creí que lo peor para el ser humano era privarlo de la libertad. Hasta el domingo pensé eso”, reflexionó y manifestó que es católico, siempre fue creyente. “Cómo me va a ayudar Dios si me sacó a una criatura de 18 años”, lamentó y aseveró que el detenido “salió a matar por matar”.
En paralelo, sostuvo que “respecto a la libertad, siempre creí que para la persona lo peor que había era sacarle la libertad, privarlo de la libertad, y eso es mentira. A mí me sacaron a mi hija de 18 años y no es lo peor la libertad”.
Entre lágrimas, clamó: “No es lo peor. Yo quiero pena de muerte para el asesino de mi hija. Yo voy a pedir pena de muerte, aunque no sea ley en Argentina. Los que me quieran apoyar, me van a apoyar, pero yo quiero que este muchacho se muera, lo maten”.
En medio del dolor, opinó que “la pena de muerte tiene que existir, no puede ser que en la Argentina una persona salga con un cuchillo a matar, haya tenido drogas, estupefacientes, porque pensó lo que iba a hacer. Fue hasta la casa, agarró un cuchillo y volvió, porque había tenido una discusión afuera de un boliche con unos chicos. Volvió. Empezó a correr a uno. Después, cuando llegó a un grupo de personas a uno le pegó un puntazo por la espalda y con mi hija no sé qué palabras cruzaron por un tema de un cantante y le pegó a mi hija de costado en el cuello. Inexplicable”.
Aclaró que la pelea del ahora detenido con un grupo a la salida del boliche “no tuvo nada que ver con mi hija. Mi hija estaba en grupo, tres chicas y dos chicos” y señaló que “dicen que estaba defendiendo a una persona, es mentira. Había una chica descompuesta y paró a ayudarla”.
Los familiares agradecieron a Luna, la amiga de su hija, que “estuvo hasta último momento, hasta que vino la Policía Científica” y se encargó de dar aviso para solicitar ayuda.
“Quiero agradecer al subcomisario Genko, que estuvo en todo momento y todo el procedimiento que hizo él, como policía, que lo llamaron, actuó muy rápido con las cámaras de seguridad de Monitoreo y en 45 minutos ya lo habían detenido”, manifestó César Quenaipe y destacó que “quiero agradecer porque no llegó ni a cambiarse este muchacho. Esa parte del policía y de las cámaras fue un espectáculo”.

“Se tiene que terminar esto, cambiando las leyes, poniendo mano dura”
En relación a la marcha convocada para el sábado próximo, a las 18, César Quenaipe insistió en que “voy hasta las últimas consecuencias, quiero la pena de muerte” y reflexionó que “para la persona lo peor que había era quitarle la libertad, hasta que me quitaron a mi hija. A partir del domingo, esa palabra quedó archivada. No me alcanza eso, por eso digo que tiene que ser pena de muerte”.
En tanto, invitó a los medios nacionales a venir a Tandil para cubrir la movilización y expresó “sé que no hay pena de muerte en la Argentina, pero este presidente que tenemos ha cambiado tantas cosas, por ahí nos da bolilla, porque esto se tiene que terminar. Cualquiera no puede salir a matar”.
Confió que instaba a su hija a salir porque “acá no pasa nada, esto es la gloria, no es Buenos Aires ni Mar del Plata, pero hoy en día se está poniendo” y clamó que “se tiene que terminar esto, cambiando las leyes, poniendo mano dura”.
La familia aclaró que el detenido, Wilson Sánchez, es oriundo de Roque Sáenz Peña, provincia de Chaco, y como dato, agregaron que en alguna ocasión habían ido al Hospital de Niños y observaron que en la casa de enfrente, donde vivía el autor, “siempre estaban chupando, con la música alta”. Por lo tanto, César remarcó que “el alcohol y las drogas llevan a esto, a muertes de inocentes”.
Para reafirmar el concepto, citó el choque del 20 de julio pasado, en la madrugada del Día del Amigo, en el que murió Iván González, también a causa de otro conductor que había consumido drogas y alcohol.
“Yo sé que a Mili no la vamos a ver más, va a quedar en nuestros recuerdos”, expresó el padre, destrozado por la angustia, e insistió con que va a pedir un cambio de legislación para instituir la pena de muerte.