Por Juan Roque Castelnuovo.&nbsp;La ciudad crece y progreso. Olvida el pasado fundador, acuciada por las modernas exigencias. La vida febril de nuestra época no deja tiempo para remembranzas. Ya ni nos conocemos los que vivimos en la misma cuadra, como ocurría antes, cuando se sabía quién era quién y dónde estaba, cada vecino del pueblo.&nbsp;La esquina de las calles Belgrano y Rodríguez, números pares, frente a la Plaza Independencia, como ya hemos señalado, estaba ocupada, a fines del siglo pasado y comienzos del actual, por el Hotel de France. Enfrente, donde hoy está el Automóvil Club Argentino, funcionaba -desde 1856- el gran almacén de Gardey, Proverbio y Bosatta. Y en la tercera esquina ubicada en la manzana donde está la Iglesia, estaba la fideería de Ferrero.Dos cuadras más allá, en la misma esquina de Belgrano y Alem -números pares también- se había afincado el vecino Carlos Speroni, casado con Ángela D'Abondio. Speroni era integrante, con su hermano Alberto, de la firma Speroni y Faffei en el negocio de almacén y tienda "El Progreso", ubicado en esquina de Alem y Pinto.&nbsp;Al lado, siguiendo la calle Belgrano en dirección a la Plaza estaba la cochería de Benito Díaz y seguía el domicilio de la señora de Nadal, con un importante taller de planchado. A continuación, estaban las casas de la partera señora de Campañá, de Emilio Martens y Horacio Cavenago -casado con Agustina Dhers- en cuya finca vivieron también Juan Magneres y los doctores Liceaga y Bértiz, este último casado con una hija de Cavenago.&nbsp;Al lado -donde años más tarde funcionara la Asociación Propietarios de Bienes Raíces- vivía la señora Dolores López Osornio. Le seguía el caserón -muy grande-donde vivieron Raymundo Piñero y su esposa Ana Dhers.&nbsp;En la vereda de enfrente -la de números impares- también a partir de Alem, estaba el "Almacén Lombardo", de Carlos Caziani, ocupando la esquina; después, las casas de familia de Benito Diz, de Cardona y de Juan Gardey, sobrino del propietario del almacén del mismo nombre, quien estaba casado con María Sacomani.&nbsp;La casa de Bartolo Fernández, ocupada después por Angel Speroni, era la que seguía. Luego venían las de Pedro Casanovas, Luis P. Morando y Pepe Varela, la imprenta de Juan B. Ciao y en la esquina de Belgrano y 9 de Julio -como hemos señalado en una nota anterior- funcionaba el almacén y bodega de Capiel, casado con Edelmira López Osornio. Después vino ahí el almacén de Mariano Naya.&nbsp;De 9 de Julio a Rodríguez, por Belgrano -números impares- donde hoy está "La Tandilense", estaba entonces la hojalatería, también bazar y ferretería, de Ceschi. Al lado había un baldío, del que era propietario Manuel Romero, quien tenía su casa de familia contigua. Edificado a principios de siglo ese terreno, fue ocupado por el Partido Conservador.Después había otros baldíos, hasta que venía la casa de Juan Gardey, donde estuvo el Sanatorio Argentino y luego el Centro de Profesionales de la Ingeniería.&nbsp;Por la vereda de números pares, arrancando de Belgrano y Rodríguez, luego del Hotel de France, funcionaba la herrería de Dásquez, luego la imprenta del diario "La Patria y a continuación el semanario "El Imparcial". Después venía la fábrica de artículos de punto de Leovigildo Carmona, la casa del comisario Martín Iparraguirre y a continuación las de Marino López Osornio y de la familia Ceschi.&nbsp;Donde funciona actualmente la Dirección General Impositiva, estaba, como ya hemos visto, el almacén de Petite. Y en cada esquina, un farol. De aquellos con cable y roldana, para poder movilizarlos cada vez que se prendían.&nbsp;Cuando llegaba la hora, aparecía el farolero con la escalera al hombro y le daba manija al rollo de cable asegurado, que hacía que el farol eléctrico bajara hasta unos 50 centímetros del suelo. Una vez a mano, el hombre le quitaba los carbones viejos, reemplazándolos por nuevos. Estos tenían forma de vela y producían una luz muy viva, por el sistema de arco voltaico con corriente continua eléctrica.&nbsp;Así era, allá lejos y hace tiempo, la calle Belgrano, entre Alem y Rodríguez.&nbsp;NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.