Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

Forjado en los rudos trabajos del campo-desempeñando tareas de resero, de peón, de boyero -desde muy chico José Antonio Cabral fue asaltado por la irrefrenable pasión de aprender, de saber cada día algo más. Así fue como, con notable empeño, aprendió las primeras letras estudiando solo, leyendo solo sobre la grupa de un caballo o en un rincón del rancho, en la chacra donde transcurrió su infancia.

Así llegó el día en que, buscando nuevos horizontes, vino al pueblo. Para ganarse el pan, amasándolo con sus propias manos. en la panadería de Setzes

Allí, mientras novia la harina y doraba la hogaza -como alguien dijo alguna vez- pensaba, analizaba, planificaba. Leyendo y estudiando siempre. En su afán de descubrir, cada día, cosas nuevas.

Fue alumno del primer maestro que tuvo Tandil -Francisco Juldain- y de él recibió la medalla que lo distinguió por su contracción al estudio y su afán de superación.

Así fue formándose, al tiempo que exteriorizaba su tenaz oposición a la injusticia y a la mentira, al egoísmo de la gente y a los intereses mezquinos. Declarándose acérrimo defensor de la dignidad humana, de los derechos de los pueblos, de la libertad y la democracia.

Y en la búsqueda incesante del campo propicio para exteriorizar sus opiniones, para volcar su fogosidad juvenil y su sentimiento de solidaridad para con los más necesitados, con los menoscabados e injuriados... rumbeó para el periodismo, haciendo sus primeras armas, como tipógrafo, en El Eco de Tandil.

Fue aquí, en nuestra casa, donde demostró aptitudes que no pasaron desapercibidas para nuestro director de entonces -Francisco Amespil- quien lo alentó, lo ayudó, lo impulsó, para que se iniciara en el periodismo.

Así fue como el peoncito de campo, el que aprendiera sus primeras letras sobre la grupa del caballo o en el tambo, quitándole horas al descanso, saludó la entrada del siglo veinte, alumbrando una publicación cuya denominación -"Luz y Verdad" sintetizaba su propósito: decir lo que otros callaban.

Esto era, defender al perseguido, denunciar al corrupto, enfrentar -jugándose- a la policía brava y a los gobiernos despóticos. O al cura de turno, si era necesario, para hacer luz, para decir su verdad. Que era siempre la verdad de los desprotegidos.

Respondiendo a su idea de "vivir la vida cumpliendo con las obligaciones que nos impone y gozando de los derechos que nos acuerda, sin más temores de castigo que las transgresiones y las violaciones que nos puede infligir la propia conciencia y la posteridad".

Así fue como, con horas quitadas al descanso, pudo, cinco años después, obtener el título de escribano. Y tras cumplir una ímproba tarea de bien público, luego de fundar la Biblioteca Rivadavia, se sumó a las exteriorizaciones de júbilo, a las manifestaciones de optimismo y ansias de superación, de una sociedad quebrantada; pero, esperanzada en el bienestar y el progreso, al cabo de la primera guerra mundial. Y lo hizo vislumbrado y alumbrando para Tandil y para el mundo... una Nueva Era.

Así nació, el 1 de octubre de 1919, el diario al que Cabral le dio un impulso tal que lo proyectó hasta nuestros días, a través de más de siete décadas.

Un diario, como él mismo expresó entonces, que venía "a corregir defectos que afectaban a la cultura, en el periodismo", entendiendo que "el grado ascendente o decadente de las ideas desarrolladas en un periódico, son el termómetro político que marca la suma necesidad de su existencia."

"Cuando el ataque es justificado, porque tiende a suprimir las notas discordantes que constituyen una situación anormal, las ideas están en grado ascendente y explican la necesidad de que la hoja exista, para bien de la comunidad. Pero cuando se tergiversan los hechos con el fin de probar errores que no existen, la decadencia de esas ideas insanas se impone, o prueba un hecho irrefutable: que el periódico no fue fundado para defender los intereses del pueblo, sino para atacar una fracción política, o un competidor económico. Sean o no fundados esos ataques, sin omitir medios con tal de ver cumplidos sus propósitos, establecen un espíritu de contradicción maligna."

En esos conceptos basó Cabral su trabajo rector, estableciendo normas de ética periodística que por ningún motivo soslayo. Y, sobre todo, dando el ejemplo de una conducta insobornable al servicio, pura y exclusivamente, de los intereses populares.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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