Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

Cincuenta y cinco años tenía la aldea, allá por 1878, cuando la Corporación Municipal -encabezada a la sazón por Tristán Gómez- recogió la propuesta de un empresario foráneo, tendiente a dotar de agua corriente al pueblo.

Según la misma, el agua proveniente del manantial ubicado en la prolongación de la calle Sud Oeste, en dirección al Sud Este -distante unas diez cuadras de la plaza principal- sería llevada a esta por medio de caños de hierro fundido de tres líneas de grueso por tres pulgadas de diámetro, colocados en forma subterránea a la profundidad necesaria. Y sería destinada al riego -sin cargo para la comuna- de plantas y demás servicios públicos.

El oferente pedía, a cambio de ello, derecho exclusivo de la venta de agua al vecindario, por espacio de veinte años, mediante surtidores que proponía colocar en la vía pública, al mismo precio que vendía en la Capital Federal; es decir, 20 pesos cada mil galones.

La propuesta fijaba también un plazo: seis meses para empezar la obra y doce para iniciar la prestación del servicio.

Y la idea era buena. Pero el autor, no tenía mucho más para aportar. El municipio debía comprar los caños y ceder en posesión enfitéutica dos manzanas de terreno en los que estaba el manantial y donde se proyectaba emplazar los depósitos... por veinte años.

Esto equivale a decir que el hombre ponía sólo la idea y la mano de obra para construir lo que proponía y para abrir los grifos, cobrando por la tarea.

Fue por ello que el proyecto no prosperó. Y, también, porque otro forastero proponía, en esa misma época, instalar una red de gas, fijando un precio equivalente a la tonelada del fluido en Buenos Aires, más flete. "Las cañerías -decía la propuesta- seguirán un declive uniforme, con una profundidad que permita seguir la compostura de calles".

En este caso, se le puso como condición que el depósito se ubicara fuera del pueblo, por razones de seguridad. Y como se resolvió también establecer una multa de 10.000 pesos si las obras no se iniciaban de a lo pactado.... el oferente puso pies en polvorosa.

Además, la comuna estaba empeñada en procurar un empréstito popular para levantar la deuda derivada de la construcción la Iglesia. Estaba abocada, al mismo tiempo, a construir la casa parroquial, contigua al templo recientemente concretado. Y, también, a atender la construcción de los puentes sobre los arroyos Chapaleofú y Los Huesos, en lo que andaba una comisión encabezada por el coronel Benito Machado. A lo que se sumaba la propuesta del vecino Manuel Suárez Buyo, relativa a la instalación de un mercado de abasto público, haciéndose cargo de la edificación -con un costo presupuestado de 1.333.566 pesos- por el término de 25 años. La Municipalidad debía ceder "ocho cuadras a todos los vientos y direcciones desde las bocacalles del edificio -según la propuesta- y prohibir que en torno a él se establecieran puestos para la venta de artículos de abasto, salvo que pagaran el derecho de cisa a la empresa concesionaria del mercado".

No era fácil, 118 años atrás, atender tantos ofrecimientos, barajar tantas posibilidades, con los escasos medios de que se disponía. Por eso, quedó relegada por algún tiempo la instalación del servicio de aguas corrientes.

Hubo, después, otros intentos con idéntico propósito, incluido el de venta de agua ambulante -agua de manantial- que llevó a la práctica el dueño del Manantial de Los Amores. Pero el más efectivo surgió en abril de 1913, cuando siendo comisionado Antonio Santamarina, se dirigió al Ministro de Obras Públicas Dr. Tomás Sojo, pidiendo que se extendieran a Tandil los beneficios de una ley de reciente sanción, destinada a dotar de aguas corrientes y obras de salubridad a varias ciudades de la provincia.

Pedía Santamarina que se extendiera a Tandil esa posibilidad, ya que el mencionado servicio resultaba indispensable -decía- "para solucionar el problema salubridad pública en esta importante ciudad, que tiene encauzado el progreso latente de todas sus ramas, por un próspero desenvolvimiento".

"Actualmente -expresaba la nota- esta Intendencia se encuentra preocupada en poner, de su parte, una atención especial ante las cifras aterradoras a que ha llegado la estadística de la mortalidad infantil en los últimos meses". Y hacía referencia a la creación de la entidad "Gota de Leche" ya su excelente resultado. Pero, ponía énfasis en que seguía preocupándola la repetición de numerosos casos de tifus, atribuidos a la mala calidad de las aguas que consumía la población.

Un mes más tarde, se daba comienzo a los trabajos preliminares de nivelación, censo y empadronamiento de la ciudad, atendido por seis comisiones que operaban juntamente con el personal de la Municipalidad, a cargo del ingeniero Segismundo Lustig y bajo la dirección del director del mapa topográfico Dr. Roth y del director de Obras de Salubridad de la Provincia, ingeniero Augusto Kreutzer.

Después, vendrían otras etapas en procura del logro de las aguas corrientes en Tandil.

Continúa.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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El servicio de agua corriente - Cap. 1