Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

“La Biblioteca se denominará Bernardino Rivadavia, como un homenaje al gran estadista, al primer presidente argentino, al fundador de las primeras instituciones de cultura en esta República y al ciudadano que más hizo por la educación. durante el difícil nacimiento de nuestra nacionalidad".

Con estas palabras del escribano José Antonio Cabral -principal impulsor de su creación fue fundada la Biblioteca que a través del tiempo ha cumplido y cumple una importante función cultural, traducida en un servicio esencial, casi imprescindible, en favor de la educación de nuestra población.

Según el acta fundacional, subscripta el 2 de junio de 1908, acompañaron a Cabral en el histórico momento del inicio, José Bonadeo, Blas Larsen Bille, Christian Schmiegelow, Higinio Plazas, Mariano Dhers, Nicolás Petilo, Domingo Conti, Rafael Zerillo, Andrés Sabaté, Antonio Toneta, Pedro Christensen, Emilio Romeo, Pascual Ciccaroni, Pascual D' Agostino, Jacinto Cersósimo, Antonio Bonavetti, Luis Battezzatto, Carlos B. Larsen Bille y Miguel Roselló.

Para asiento de la entidad, se alquiló en noventa pesos mensuales un local ubicado en la calle Pinto al 600, próximo al edificio del Banco de la Provincia. Un modesto estante para colocar libros, una mesa larga y dos docenas de sillas, formaban todo el moblaje.

El primer caudal bibliográfico lo constituyeron 76 volúmenes donados por Cabral y 21 por Higinio Plazas. Entre las obras donadas por quien fundaría luego -el 1 de octubre de 1919- el diario Nueva Era, estaba La Emancipación del Hombre, en cinco tomos.

Sin ceremonia alguna se abrió al público la Biblioteca, el 25 de junio de 1908.

La primera comisión, presidida por José A. Cabral, la integraban, además, los señores Blas J. Larsen Bille, Christian Schmiegelow, Mariano C. Dhers, Pascual Ciccaroni, Higinio Plazas y José Bonadeo.

Antes de cumplirse un año de su fundación, la entidad contaba ya con 260 socios fijos y 1.200 volúmenes.

Los progresos, de ahí en más, fueron sólidos y constantes. En el año 16 la sede fue llevada al Pasaje 9 de Julio, edificio que acababa de construirse. Y en 1917, se adquirió la casa de la calle San Martin 518 que, convenientemente reformada, sirve de sede hoy a la Biblioteca Rivadavia.

Ya tenía la entidad su casa propia, pero, comprada a crédito, había que pagarla. Y si bien no resultó fácil satisfacer el compromiso, arraigada como estaba la entidad en el seno de la sociedad, pronto se lograron los aportes necesarios para saldar la deuda.

En 1927 se resolvió gestionar la personería jurídica. En la asamblea del 20 de junio fue aprobado el estatuto. Y por decreto del Gobierno de la Provincia, fechado el 31 de agosto del mismo año, fue reconocida como entidad legal en carácter de institución de bien público.

Las normas por las que a la sazón se regía la Asociación, constituían un modelo de sencillez y de síntesis; diez artículos, cada uno de los cuales ocupaba poco más de una línea, servían de guía, partiendo del concepto de que el buen sentido y el amor a la obra del bien, suplen lo que ningún reglamento minucioso puede proveer, cuando faltan aquellas condiciones.

El artículo primero dice así: "La Asociación Bernardino Rivadavia, fundada el 2 de junio de 1908, tendrá por objeto fomentar la cultura popular por medio de su Biblioteca o por cualquier otro a su alcance, secundando la acción del Estado."

El último expresa: "En caso de disolverse la Asociación, todos sus bienes pasarán a ser propiedad de la Municipalidad de Tandil".

Y como ninguna biblioteca es altamente eficiente sin un buen bibliotecario, allí estuvo en la primera época y por muchos años, Amador Isasa, para cumplir con solvencia excepcional ese cometido. Laborioso, ilustrado, con profundo afecto a los libros, desempeñó el cargo sintiendo la satisfacción de ser útil a todo el que transponía las puertas de la Biblioteca con una inquietud espiritual o con la necesidad de obtener una información.

Muchos hombres mujeres meritorios pasaron por la dirección de la entidad: Juan M. Calvo, Enrique Cía, Rodolfo Pedro Nazar, César Gandola, Eduardo Sauqué, Pascual Nigro, Sandalio Giménez y muchos más.

Bien cimentada y con un importante caudal de libros, muchos de los cuales entrañan un valor inapreciable de la cultura humana, sigue cumpliendo hasta nuestros días -trabajando sin descanso para el logro amplio de sus fines- con un alto objetivo de bien público.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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La creación de la Biblioteca Rivadavia