Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

Las boticas "del Pueblo", de Fernández Currás; "del Sud", de Juan Jaca; "de la Plaza", de Ruibal y "Nueva", de Flaminio Maderni, rivalizaban entre sí para ofrecer a la clientela tandilense, no tan sólo sanguijuelas para sangrías, sino también los últimos remedios lanzados al mercado internacional.

Jaca había sido el primero -como ya hemos visto- en traer la coladina y la salitina de Francia, para callos, sabañones y dolor de muelas. Y unos sellos mexicanos "infalibles" -decía- contra las enfermedades venéreas. Fernández Currás había introducido, por su parte, el vino de quina ferruginoso de Grimault, de París, con cualidades tónicas. Y Ruibal, el agua, el estrato, el aceite, el jabón, la leche y los polvos de Kananga, provenientes de Japón, para dar vigora la piel y al cabello, blanquear la tez y eliminar las pecas.

Flaminio Maderni, para no ser menos, trajo a mediados de la década del ochenta del siglo pasado, el "vino de Chapoteau -también de Francia-con peptona pépsica, ras". compuesta de carne de vaca digerida y asimilable.

"Cuando los alimentos llegan al estómago -explicaba el boticario- son transformados por el jugo gástrico en una sustancia soluble llamada peptona que, transportada a todas las partes del cuerpo por medio de las venas, sirve para formar nuestros tejidos, músculos, huesos, nervios y, en fin... sostiene la vida y la salud".

"Numerosos experimentos han demostrado -proseguía la propaganda en favor del por aquella época famoso vino- que tratando la carne de vaca, el alimento por excelencia, por el jugo gástrico de los animales, se obtiene un producto exactamente semejante al que naturalmente se forma en el estómago humano".

"Esta carne de vaca -agregaba- digerida, mezclada a un vino generoso y agradable, constituye el vino de peptona pépsica de Chapoteaut, que permite nutrir aun en los casos en que el estómago se niega a toda digestión".

"Es mucho más activo que los vinos que contienen extractos o jugos de carne, desprovistos la mayor parte de ellos de todo poder nutritivo".

Y continuaba la publicidad del producto: "El vino de Chapoteaut, conviene a los convalecientes, a los anémicos, a los diabéticos, a las personas débiles, lánguidas, sujetas a dolores de estómago, gastralgias e inapetencias. Y, también, a las que están agobiadas por el trabajo, la edad, los excesos, la disentería, las afecciones del pecho, las enfermedades cancerosas, los viajes y largas fatigas y... las calenturas”.

"Dado a las nodrizas -finalizaban las ponderaciones- este vino aumenta la abundancia y poder nutritivo de la leche y el peso del niño crece cada día de un modo considerable. En los niños de corta edad y en los adolescentes, facilita el crecimiento y aumenta la vitalidad".

Las boticas de Tandil ponían también, a disposición de sus clientes, 110 años atrás, jabones medicamentosos -de varios tipos- también de Grimault, de París.

Estaba el jabón sulfuroso contra los granos, las manchas y eflorescencias a las que se hallaba expuesto el cutis. El sulfo alcalino -llamado de Helmerich- indicado contra la sarna, la tiña y el pitiriasis del cuero cabelludo. El de alquitrán de Noruega, contra las comezones, los empeines, las herpes, la eczema y el prurito. Y el jabón de ácido fénico, que era "preservativo y antiepidémico".

Se agregaba a ello el jarabe de savia de pino marítimo de Lagasse, farmacéutico de Burdeos. "Las personas débiles del pecho, las que padecen de tos, hipo, bronquitis, asma, constipado, catarros, ronqueras y extinción de la voz -decía el anuncio que se realizaba en torno al producto- pueden estar seguras de encontrar un alivio rápido y una cura completa, con el empleo de los principios balsámicos del pino marítimo, concentrados en el jarabe y en la pasta de savia de la misma planta".

Por aquella época, hacía cuarenta años ya que se vendía el extracto compuesto concentrado de zarzaparrilla del Dr. Ayer, para "la pronta y eficaz curación de todas las enfermedades que provienen de la impureza de la sangre". Y el pectoral de cereza, del mismo Ayer, para "la pronta curación de las toses, resfriados, catarros, bronquitis y... consunción incipiente"

Para proporcionar, además -se indicaba- alivio a los enfermos consuntivos, que tienen tubérculos pulmonares, aunque estén en el período más avanzado de la Se agregaba a ello el jarabe de savia de enfermedad".

Continúa.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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