Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

Varias décadas se han cumplido ya de la desaparición de las cédulas de San Juan y de las siluetas en los diarios. Los tiempos cambian. Pero hasta ochenta o noventa años atrás -tal vez menos- muchachos y muchachas celebraban el día del Santo, poniendo sus nombres en unos papelitos que luego intercambiaban, para ver... a quién le tocaba noviar con quién. Y no se concebía una publicación periodística, sin esa sección. Menos aún sin las siluetas.

Aparecía el periódico y tras de leer la referencia de turno, venían los comentarios. ¿Quién será? Claro que la identificaban enseguida. Y se identificaba la aludida.

Este entretenimiento, que consistía en señalar a las personas cuyas características se mencionaban, fue utilizado, inclusive, mediante cartoncitos que se vendían en las kermesses del siglo pasado, con fines benéficos.

Refiriéndose a ELLA -es decir, a la mujer aludida- una de las siluetas publicadas en 1904 por un semanario local, decía textualmente:

"Sí, en los ojos, en esos ojos bellos velados por una sombra de melancolía, que constituye su rasgo peculiar y las modalidades propias que le dan el sello de originalidad, se advierte la inmensa fuente de ternura que la anima, la que la hace cruzar resplandeciente las calles de nuestro pueblo, dejando tras de sí el ambiente perfumado... no por las esencias inventadas por la industria, sino por el perfume que, como las ondas sonoras producidas por pulsaciones celestiales, exhala aromas infinitos que nos llevan a ese mundo ideal, residencia de la eterna ventura: los perfumes del alma que exaltan la imaginación, llevándola en pos de la felicidad soñada".

"Y si hemos de creer en augures -continuaba- esos seres que presentan la característica del ideal que pálidamente reflejan estas luces, debemos creer también que esos genios engendraron en el seno maternal los gérmenes divinales que habrían de producir esta creación sublime, que provoca un éxtasis sin límites".

"Feliz el mortal -terminaba- que pueda reposar en los brazos de esta diosa".

"¿Queréis saber quién es? Busca el nombre de la capital de una de las naciones europeas".

Este era otro de los textos:

"ELLA: En su faz de hermosa circasiana, en su níveo y torneado cuello, en su busto espléndido y escultural, en esa mano diminuta y blanca como el nardo -su flor predilecta- que sabe colgar de su turgente seno, se han reunido todas las bellezas femeninas, todos los primores del sexo, todos los caudales que la naturaleza ha concedido a ésa, su obra genial e imponderable, que se llama... mujer".

"Tiene miradas que hablan de eróticos ensueños, exhala su garganta la voz que semeja y que dice de amores fatigados y nerviosos; posee sonrisas que proclaman eternidad de primaveras. Y bajo esos negros ojos de pupila ardiente... hay ojeras que parecen avivar y ennegrecer las caricias del dormir inquieto".

"Es bella, sí, como debió serlo Eva, la que la leyenda castiga impíamente, enalteciéndola con el castigo.

Es bella, sí, como debe serlo la mujer, preciosa criatura que, abriendo sus brazos desde el pedestal a que la elevan la hermosura y la virtud, abraza al mundo, dándole la savia de su alma grande y magnificente.

Es bella, sí, como la belleza misma, que derrocha por doquier la fortuna inmensa de su gracia y su candor".

¿No la habéis contemplado erguida, gentil, arrogante, derramando elegancia, paseando nuestras calles con ese aire de mujer que sabe lo que vale y que sabe lo que la hacen valer?"

"Miradla un momento, si queréis sentir bajar hasta el cerebro todo un mundo de ventura sin final".

"Miradla, si queréis soñar con el azul de las quimeras y el blanco esplendor que esparce la esperanza..."

"Miradla... allá va, erguida, gentil, arrogante..."

Su nombre no puede decirse. Es tan hermosa, que se siente miedo con sólo pensar que se debe pronunciarlo".

Otra de las siluetas, refería:

"Debió nacer entre las brisas de los mares, por la delicadeza de su tez; en un Edén, por su sonrisa de ángel y de miel".

"Hay en su hermosa cabeza, todos los suaves desmayos, los desfallecimientos leves de sus delicadas formas. Hay en sus pupilas somnolientas, todo el desgranar de ternuras de sus tenues vibraciones. Y hay en su sonrosado rostro, todos los marfiles de la aurora..."

"Lleva con sus encantos físicos, las bellezas del alma que bullen dulces y tiernamente en las límpidas miradas de sus ojos soñadores".

"Su tarea cotidiana es nobilísima. Su nombre consta de seis letras y su apellido de otras tantas. Se domicilia en la calle cuyo nombre señala una fecha gloriosa para la República Francesa..."

Evidentemente, el pueblo era, entonces, más chico. Todos se conocían mejor. Y, seguramente tenían, también, más tiempo y menos preocupaciones que ahora para detenerse a escribir -y a leer- estos escritos del siluetero de turno. Que era un especialista en el tema -aunque usted no lo crea- en las redacciones del tiempo viejo.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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Las cédulas de San Juan y las siluetas