Campaña ideal para evaluar la genética del trigo argentino
Con condiciones climáticas favorables y récord de siembra, la campaña 2025/26 permitirá medir el desempeño de las 12 variedades desarrolladas por el Inta y su programa nacional de mejoramiento genético, que cumple más de seis décadas de trabajo.
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El ciclo 2025/26 se perfila como una de las mejores oportunidades de los últimos años para evaluar el desempeño de la genética nacional de trigo. Las buenas condiciones de humedad, las temperaturas adecuadas y el aumento del área sembrada permitirán medir con precisión qué materiales logran los mejores resultados en rendimiento, sanidad y calidad.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu email“Este año hubo un récord de siembra a nivel país gracias a la recarga hídrica otoñal y a la ausencia de factores abióticos adversos durante el ciclo del cultivo”, señaló Guillermo Donaire, jefe del grupo de mejoramiento de trigo del Inta Marcos Juárez y responsable técnico del convenio de vinculación tecnológica con Luis Dreyfus Company (LDC). “Las temperaturas en el llenado de granos vienen siendo favorables”, indicó.
El contexto actual pone en valor la continuidad de una trayectoria iniciada hace más de seis décadas. “El programa de mejoramiento de trigo del Inta comenzó en 1959 en la Estación Experimental Agropecuaria Marcos Juárez y, desde entonces, ha sido un referente en la generación de genética adaptada a los distintos ambientes del país”, recordó Dionisio Gómez, responsable de la red nacional de ensayos de trigo coordinada por el Instituto Nacional de Semillas (Inase).
“El potencial del cultivo depende de la interacción entre genética y ambiente: cuando las condiciones acompañan, podemos ver con claridad todo lo que la genética es capaz de expresar”, afirmó.
Interacción entre genética y manejo
Una vez desarrollada la genética, el desafío pasa por generar las condiciones para que pueda expresar todo su potencial. “Hay una parte de las condiciones ambientales que es manejable y otra que no lo es. No podemos modificar la temperatura o las lluvias, aunque a veces se puedan prever. Pero sí podemos manejar la nutrición, el riego y los tratamientos sanitarios”, explicó Gómez.
En ese sentido, el Inta aportó conocimiento clave sobre manejo nutricional y uso eficiente del agua. “Hace muchos años venimos trabajando en curvas de respuesta a nitrógeno, fósforo y azufre para trigo. En riego, Inta Manfredi ajustó distintas estrategias que permiten que el cultivo exprese todo su potencial. En Marcos Juárez también contamos con equipos de riego donde ponemos a prueba todas las variedades bajo condiciones controladas”, detalló.
Estas experiencias permiten alcanzar rendimientos que muestran el techo real del cultivo. “Podemos explorar 7.000 u 8.000 kilos de trigo por hectárea, mientras que el promedio provincial no llega a 3000. Con buena nutrición y disponibilidad de agua, la genética actual puede triplicar el rendimiento medio”, afirmó.
Sin embargo, aún existe una brecha entre el rendimiento potencial y el obtenido en campo. “Con la genética que existe hoy, cualquier material puede llegar a 5000 kilos fácilmente. Los que no llegan, es por cuestiones climáticas o de manejo. Pero muchos productores de punta ya están más cerca de ese potencial, gracias a la siembra directa, el manejo de rotaciones y el uso de cultivos de cobertura”, puntualizó.
Red nacional
La red nacional de ensayos de trigo, coordinada por Inase, incluye entre 25 y 30 localidades distribuidas en todo el país, cada una con cuatro fechas de siembra. En total, se evalúan entre 60 y 70 variedades comerciales por año, en aproximadamente 10.000 parcelas. “El INTA participa en alrededor del 60 % de esos ensayos; el resto corresponde al sector privado. De las localidades que integran la red, 18 pertenecen a estaciones experimentales del Inta”, detalló Gómez.
Una de las particularidades de la red es su presencia en ambientes extrapampeanos, donde la información disponible suele ser limitada. “El sector privado concentra sus ensayos en la provincia Buenos Aires, que es la zona núcleo triguera. El Inta, en cambio, aporta datos de regiones como Córdoba, Salta, Santiago del Estero, Chaco Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. En esos ambientes, somos la única fuente de información oficial sobre el comportamiento de las variedades”, subrayó el técnico.
Evaluaciones
En promedio, el programa evalúa entre 60 mil y 80 mil parcelas por año en distintas etapas del proceso de selección. De ese conjunto, suelen inscribirse dos nuevas variedades anualmente. “Este año el INTA va a presentar dos legajos para inscripción, una línea de ciclo largo y otra de ciclo intermedio largo”, adelantó.
El trabajo apunta a aumentar la ganancia genética y mejorar la sanidad, con foco en las principales enfermedades foliares—roya amarilla, de la hoja y del tallo, y fusariosis de la espiga— y en la resistencia frente a bacterias y virus que se multiplican en campañas húmedas. “Es muy interesante el trabajo que tiene el mejorador para ir superando esas adversidades, para que la genética se exprese”, señaló Donaire.
Junto con el rendimiento y la sanidad, el programa también busca asegurar la calidad industrial del grano. “Tenemos que ofrecer una paleta de productos que combine buena adaptación, productividad y comportamiento sanitario, pero también que el grano cosechado reúna los atributos comerciales que exige el mercado: contenido de proteína, gluten, peso hectolítrico y peso de mil granos”, detalló el investigador.
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