Desde El Eco de Tandil nos acercamos a los empresarios que eligen soñar y proyectarse junto a la ciudad. En esta ocasión hablamos con Juan Bertolín, hijo de Juan Carlos y Esther, quien junto a su hermana Paula continúa con el legado familiar de 48 años en Tandil. Hoy nos abre las puertas de Figlio, Cremas Heladas Premium.

– Juan, ¿cómo nació Figlio?
– Figlio nació al ver cómo nuestros clientes se encontraban y se quedaban charlando entre góndolas en el super. Quisimos darles un lugar especial para esos encuentros, más cómodo y pensado para compartir. Y, al mismo tiempo, recordamos lo que significaban nuestros propios encuentros familiares: la mesa de mis abuelos. Los domingos nos juntábamos todos los nietos en el patio, jugando y riendo, mientras la Nona amasaba ñoquis y el Nono se ocupaba del fuego. Aquellos almuerzos eran abundancia, cariño y tradición. Ahí aprendimos que la cocina es un acto de amor y que siempre hay lugar para uno más en la mesa. Esa filosofía fue la semilla de Figlio.

– ¿Qué significa esa herencia en lo que hoy ofrecen?
– Está en todo lo que hacemos. Así como la Nona tenía su huerto y cocinaba con la frescura de lo recién cosechado, en Figlio nuestras cremas heladas se elaboran con leche fresca, crema doble y fruta real. La frutilla es frutilla de verdad, el limón es jugo recién exprimido. Sumamos chocolate belga y frutos secos tostados con cuidado. Todo con procesos lentos, sin atajos, porque creemos que el tiempo también es un ingrediente. Queremos que cada cucharada se recuerde, que quede en la memoria.

– También hay una fuerte propuesta de pastelería y café, ¿no?
– Sí. La pastelería también viene de mi Nona: tortas altas, húmedas y generosas. Las medialunas son puro orgullo, hechas con mucha manteca y horneadas en el salón, para que el aroma se mezcle con el del café recién molido. El café lo pensamos como en Italia: no es solo una bebida, es un ritual, un momento de encuentro.

– La estética del local también llama la atención. ¿Cómo la pensaron?
– A Figlio le faltaba una renovación después de 12 años y queríamos traer la cultura italiana y homenajear a mis nonos y abuelos. Nos inspiramos en Italia su cultura, arte y arquitectura, amalgamándolas con Tandil y sus piedras. Además, lo hicimos en gran parte con manos tandilenses y usamos materiales nobles como mármol tallado a mano y pisos italianos. Creamos columnas torsadas con capiteles en forma de copos de helado, casetonados con flores de cacao y bombones. También tenemos jarrones que guardan nuestras materias primas y estatuas inspiradas en el renacimiento italiano. Cada detalle busca unir Italia, Tandil, arte, cultura y gastronomía para crear una experiencia única y bien italiana.

– ¿Y qué lugar ocupa la comunidad tandilense en este proyecto?
– En época de posguerra mis nonos y abuelos eligieron Tandil, una ciudad hermosa que seguimos eligiendo nosotros, junto a la cual crecimos y disfrutamos en familia. Para nosotros es un paso no solo en lo gastronómico, sino también en lo cultural y comunitario. La apertura de Figlio viene acompañada de la generación de nuevos puestos de trabajo, reafirmando nuestro compromiso con la ciudad. Este sueño no sería posible sin Tandil y sin su gente. Nos acompañan y, en nombre de todos los que hacemos Figlio y Monarca, queremos agradecerles, porque son parte de nuestra historia y también de lo que soñamos.

– Si tuvieras que resumir Figlio en pocas palabras, ¿cómo lo harías?
– Lo diría con nuestro manifiesto:

"Figlio es herencia, tradición y pasión.
Es la cocina de la Nona, la mesa del domingo, el sacrificio del Nono.
Es la perfección en los procesos, la innovación en los sabores, la belleza en cada detalle del espacio.
Es el lugar donde se celebra el encuentro, las charlas largas, los besos y las experiencias compartidas.”

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El Eco de Tandil

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