18° Tandil Cine Festival Nacional Competitivo
Los misterios de las piedras serranas serán develados con “La Otra Parte” que inaugurará el Festival de Cine
La mirada sobre las sierras de Tandil ya no volverá a ser la misma después de este documental. Con una estrategia narrativa persuasiva y relatos en primera persona, el equipo logró saber y contar cómo los antiguos habitantes observaban el cielo y sus fenómenos utilizando la Piedra Movediza, la de El Centinela y diferentes cerros para sus observaciones astronómicas.
Cuatro años de trabajo llevó la realización del documental La Otra Parte, que está lograda prácticamente de manera autogestiva por un equipo donde la mayoría de sus profesionales son graduados de la Carrera de Realización en Artes Audiovisuales de la Universidad Nacional del Centro (Unicen), y se estrena este jueves.
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La película fue la elegida para inaugurar la 18° edición del Tandil Cine Festival Nacional Competitivo, organizado por la Unicen, el Municipio y la Biblioteca Rivadavia en el Espacio INCAA.
“Es muy difícil definir el documental porque tiene muchas capas, porque engloba la excusa de reencontrarnos como amigos y con los compañeros con los que estudiamos, de volver a la ciudad y también de darle un nuevo aire a las sierras”, detalló el director Felipe Restrepo.
Sin embargo, adelantaron que la curiosidad del investigador y guionista, Dino Mendy, los llevó a revelar un lado desconocido de las piedras de Tandil, “la otra parte” de la historia que va más allá de la naturaleza y se conecta con los antepasados, sus misterios y una certeza cósmica.
Las sierras serán observadas con otros ojos para quien vea el documental. “Cómo se cayó la piedra movediza es sólo la cáscara del misterio, y para el que conoce Tandil lo va a descubrir en capas”, aseguraron, prometiendo que las piedras más allá de lo inerte tienen un montón de significados más.
Un templo de adoración al sol
Dino Mendy, que además de realizador audiovisual y espeleólogo es Guía y Técnico en Turismo, siempre tuvo un profundo interés en las culturas antiguas y con el andar viajero por otros lares escuchó repetidamente que fueron los habitantes más antiguos quienes hicieron esos monumentos megalíticos.
Sin embargo, el fenómeno de Tandil y de sus piedras siempre fue considerado como algo natural, de acuerdo a la concepción popular, y eso fue lo que despertó la duda inicial para desandar un camino de investigación profunda que lo llevaría a sumergirse en nuevas aristas de una historia.
Buscando a quiénes habían estudiado las piedras de por acá llegó, entre otros, a Ricardo Rojas, que en esa época lo comparaba con otros monumentos megalíticos de Europa y también encontraron un texto de Alejandro Sorondo donde decía que La Movediza era un templo de adoración al sol.
“Ese fue un disparador para empezar a tratar de ver de otro lado a las piedras, no como algo natural, sino entendiendo que había algo detrás, y eso nos llevó a hacer una película básicamente”, reveló el investigador y guionista al conversar con El Eco de Tandil, que le transmitió todas estas cuestiones a Felipe Restrepo y se sumó de inmediato al proyecto.
Después, claro, continuó un camino de aprendizaje donde también descubrieron sobre la arqueoastronomía, que elementalmente estudia cómo los habitantes del pasado observaban el cielo, o sea sus prácticas y conocimientos astronómicos, para armar sus calendarios.
Así fue que hallaron a Ricardo Moyano, quien hizo una obra en este sentido sobre Shincal de Quimivil, las ruinas Incas que hay en Catamarca. “Ese conocimiento lo trasladamos a Tandil y descubrimos que era posible armar un calendario mirando las piedras y las tierras desde distintos lugares”, enfatizó.
El mejor escenario
Cada vez surgían más cuestiones interesantes para armar la película y así fue que terminaron con más de 30 jornadas de rodajes con muchísimas horas de material reunido.
Con el concepto ya en la cabeza, Restrepo contó que avanzaron sobre una estrategia narrativa para contar la historia de manera persuasiva y no caer en la simple entrevista que puede terminar “aplanando” al espectador.
Eligieron hacerlo en primera persona, entonces Dino y Felipe recorren todos esos espacios serranos y a medida que avanzan se encuentran con seres que los ayudan a develar un montón de incógnitas. Estas personas son por ejemplo Delia Caniumir, Tehuelche-mapuche; Jorge Clavero, un Gran Maestre Masón; y el periodista y escritor Néstor Di Paola, entre otros historiadores, radiestesista, geólogos y arquéologos.
Esto, tal como aclararon, no fue por un acto narcisista sino que tuvo un propósito narrativo de abordar la temática desde la periferia para ir enfocándose hacia el núcleo de la cuestión, y a la vez generar un vínculo entre ambos, ya que se conocieron hace 17 años y fueron compañeros en la Unicen.
Tanto el director como el guionista afirmaron que el equipo comenzó a sentir ansiedad por sacar a la luz el documental, sin embargo fueron pacientes y decidieron que era mejor “esperar el momento justo”, que para ellos era poder hacerlo con la experiencia de la presencialidad y en Tandil.
Este jueves darán apertura a una nueva edición del Festival de Cine y para ellos ese resulta el mejor escenario, porque además es un espectáculo que lo han vivido como espectadores cuando eran apenas estudiantes y se animaban a soñar con estar un día mostrando su trabajo en esas pantallas.
“Nos interesa oxigenar el relato y que la gente retome el diálogo con esa piedra y esos paisajes, no importa si cree o no en lo que le estamos contando, cada uno creará su propia historia”, reflexionó Restrepo.
Una leyenda sobre La Piedra Movediza
El Sol y la Luna eran marido y mujer: dos dioses gigantes, tan buenos y generosos como enormes eran. El Sol era el dueño de todo el calor y la fuerza del mundo; Ella, la Luna, era blanca y hermosa. Dueña de la sabiduría y el silencio; de la paz y la dulzura. Ante su presencia todo se aquietaba. Pero los dioses se cansaron de estar solos: y poblaron de peces las aguas y de otros animales la tierra.
Entonces fue cuando pensaron que alguien debía cuidar esos preciosos campos: y crearon a sus hijos, los hombres. Los indios se sentían protegidos por sus dioses y les bastaba mirar al cielo para saber que ellos estaban siempre allí enviándoles sus maravillosos dones.
Adoraban al Sol y la Luna y les ofrecían sus cantos y sus danzas. Un día vieron que el Sol empezaba a palidecer, cada vez más y más y más... Pronto se dieron cuenta que un gigantesco puma alado acosaba por la inmensidad de los cielos al bondadoso Sol.
Los indios no lo pensaron más y se prepararon para defenderlo. Los más valientes y hábiles guerreros se reunieron y empezaron a arrojar sus flechas al intruso que se atrevía a molestar al Sol. Miles de flechas fueron arrojadas, pero no lograban destruir al puma, que, por el contrario, cada vez se ponía más furioso.
Por fin uno dio en el blanco y el animal cayó muerto atravesado por la flecha que entraba por el vientre y salía por el lomo. Estremecía a toda la Pampa los rugidos del moribundo animal.
El Sol se fue ocultando poco a poco; había recobrado su aspecto risueño. Entonces salió la Luna. Vio al puma allá abajo, tendido y rugiendo. Compadecida quiso acabar con su agonía. Y empezó a arrojarle piedras para ultimarlo. Tantas y tan enormes que se fueron amontonando sobre el cuerpo hasta cubrirlo totalmente. Tantas y tan enormes que formaron sobre la llanura una sierra: la Sierra de Tandil.
La última piedra que arrojó cayó sobre la punta de la flecha que todavía asomaba y allí se quedó clavada. Allí quedó enterrado, también, para siempre, el espíritu del mal, que según los indios no podía salir. Pero cuando el Sol paseaba por los cielos, se estremecía de rabia siempre con el deseo de atacarlo otra vez. Y al moverse hacía oscilar la piedra suspendida en la punta de la sierra.