Málaga, el campeón que no baja la guardia
Se adjudicó el título Sudamericano de peso welter, en 1997. Dejó su huella en el deporte tandilense mediante una trayectoria que incluyó 22 peleas como profesional. Hoy, inculca conocimientos en su propio gimnasio.
Carlos Málaga hizo historia para el boxeo tandilense, cuando en 1997 se adjudicó el título Sudamericano de peso welter.
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En la inolvidable velada del 12 de septiembre de ese año, derrotó por puntos al misionero Jorge Daniel Álvez, para arrebatarle la corona en el gimnasio de Unión y Progreso. El fallo de los jurados no dejó lugar a discusiones, con guarismos de 120-113, 117-114 y 117-114 en favor del local.
Fue ese el punto más alto en la carrera de “Lagarto”, que tuvo una trayectoria profesional relativamente breve. Debutó en el campo rentado en 1993, derrotando al bellavistense Héctor Osvaldo Fernández por nocaut técnico en el gimnasio de Ferrocarril Sud; y la cerró en 1998, cuando el neuquino Francisco Mora lo venció por la vía rápida en el estadio de la Federación Argentina de Box. Tuvo un regreso más de diez años después, solamente para probar al cordobés Jorge Daniel Miranda, vencedor por nocaut cuando estaban cerca de llegar a las tarjetas.
De acuerdo al sitio www.boxrec.com y a la Federación Argentina de Box, Málaga subió al ring 22 veces como profesional; con 15 victorias (7 ko), 6 derrotas (todas antes del límite) y un empate.
Su relación con el deporte de los puños se prolonga en la actualidad, ya que atiende su propio gimnasio para jóvenes aspirantes y para aquellos que quieran practicarlo de forma recreativa.
Málaga formó parte de un grupo de tandilenses que se ganaron un lugar en el profesionalismo en la década del ’90, compartiendo época con Fabián Saporiti, Sergio Ledesma, Carlos González y el juarense Gustavo Argüello, entre otros protagonistas de veladas profesionales. De hecho, saltó a la consideración en el ámbito local en 1990, cuando se impuso en su categoría en el Torneo de los Barrios que llevó el nombre de Graciano Pintore y se hizo en Defensa Tandil. Tres décadas después, junto a este Diario, hizo un repaso de su trayectoria.
-¿Ese torneo en Defensa fue el primero que tuviste, pero ya venías peleando?
-Claro, yo había empezado el año anterior, con mi hermano Juan y con “Lucho” Sagrera. Por eso, mis peleas en el torneo de Defensa fueron como novicio, no como debutante. Al principio me entrenaba en el gimnasio Buenos Aires, en España y 9 de Julio.
-¿Anteriormente, cómo te había ido?
-Bien, había hecho tres peleas en Benito Juárez. La más difícil era el debut y la gané en el primer round, con 17 años, contra un rival que había subido seis veces al ring. Después tuve empates contra un muchacho de Buenos Aires, que tenía mucha más experiencia.
-¿Sagrera fue uno de esos personajes inolvidables?
-Sí, “Lucho” era increíble. A Juárez íbamos y volvíamos en colectivo, en el Río Paraná. Él era fanático de Carlos Gardel y del tango. En los viajes se ponía a cantar, la gente lo aplaudía. Nunca fui de ponerme nervioso antes de las peleas, pero con cosas así te sacaba toda la tensión que pudieras tener.
-¿Por esa época te vinculaste al “Vasco” Alcíbar?
-Claro, al “Vasco” lo conocí un poco después y terminé haciendo toda esa etapa de mi carrera con él. Ya ahí me entrenaba en el club San Martín, donde había otros boxeadores como “Cacheta” Paz.
-¿El torneo barrial en Defensa te sirvió para despegar?
-Fue importante, lo gané en dos o tres peleas, en 66 kilos. Después, fuera de campeonato, me armaron otra con Ponce, un santiagueño que estaban en Mar del Plata. Ahí me quebré la mano izquierda, aunque le gané igual. Cuando me sacaron el vendaje, me di cuenta de lo que me había pasado.
-¿El siguiente paso fue el Provincial en Las Flores?
-Sí, en el ’91 fuimos varios chicos de Tandil, como González, Canale y Saporiti. Hice dos peleas y fui a la final a Monte, contra un tal Suárez, que era del grupo de Crucce. Estaba preparado con todo, con el “Vasco” Alcíbar y “Motoneta” Conti. Me embocó en el primer round, pero la pude sacar a flote y gané por puntos.
-¿Después empezaste a evaluar la posibilidad de pasar al profesionalismo?
-Estuve citado para ir a la selección argentina amateur, pero no quise. Sentía que me apuraba la edad y me quise hacer profesional. Creo que fue una buena decisión. No hice plata, pero viví de lo que me gustaba y me dediqué de lleno.
-¿Eso buscás transmitirles a los chicos que tenés en el gimnasio?
-Totalmente, la dedicación es todo. No hay mejor técnico que otro, sino que va en cada uno. Yo lo tomé de esa manera.
-¿Estabas preparado para dar el salto al profesionalismo?
-Sí, tenía cincuenta y dos peleas de amateur, con una sola derrota. Después, ya de profesional, creo que hice una buena carrera. No elegía los rivales. Nos conocíamos en la balanza. Estando preparado, uno es capaz de hacerle pelea a cualquiera. Influye mucho saber manejarse arriba del ring.
-¿Sentís que fuiste aprendiendo y progresando?
-Sí. El primer aprendizaje que tuve fue por mi hermano, que me supo llevar en mis primeros pasos. Con el “Vasco” Alcíbar también tuve un gran progreso. Y en Buenos Aires, me enseñaron a regular bien el aire y otras cuestiones para llegar mejor a cada pelea.
-¿Allá tuviste entrenadores de gran capacidad?
-Tuve dos grandes como “Coca” Andrada y Julio García. Lo tenían a Julio César Vásquez y a “Látigo” Coggi, entre otros. Cuando “Coca” se iba a llevar a algún boxeador, yo quedaba a las órdenes del uruguayo García. Me tocaba guantear con Coggi, con Vásquez, con Alberto de las Mercedes Cortés, con el “Negro” Chancalay.
-¿Era una necesidad para vos estar allá?
-Era la mejor forma que tenía de aprender. Tenía que hacer el sacrificio, pero valía la pena.
-¿El promotor de tus primeras épocas era Mario Arano, que en esos años anduvo haciendo de las suyas por Tandil?
-Sí, Mario me manejaba. Me acuerdo que me avisaba, “Lagarto, la próxima pelea es complicada”. Eso me dijo cuando fui contra Santiago Ahumada, en Bolívar. Era la primera vez que iba a diez rounds, fui superior pero la dieron empate.
Rumbo a la gloria
-¿La chance por el título Sudamericano te llega tras las peleas con el dominicano José Joaquín Rosa Gómez?
-Sí, fueron tremendas esas dos peleas eliminatorias. En la primera, me cansé de tirar golpes y perdí. Creo que el árbitro se apuró a pararla, después se lo reconoció a mi hermano. En la segunda, el dominicano no quería venir, pero me tenía que dar la revancha. Ahí no me prendí tanto como en la primera y le gané bien, por puntos. Era un rival durísimo, creo que fueron de las peleas más vibrantes que tuve.
-¿Cómo te enteraste que ibas a enfrentar a Álvez por el Sudamericano?
-Estando en Buenos Aires, entrenábamos en el mismo lugar y a veces guanteábamos. Un día, Álvez me dice “me voy a comer una masita a Tandil”. Le digo, “¿con quién vas a pelear?”. Y me responde, “con vos, te doy la chance”.
-¿Te sentías preparado para semejante desafío?
-La verdad que no estaba seguro, sentía que me faltaba un poco más. Pero me puse en la cabeza que no podía desaprovechar esa oportunidad. Seguí entrenando con todo, me acuerdo que cuando vine a Tandil pedí permiso para correr por la zona de Sierra del Tigre. Le puse todo el sacrificio.
-¿Cómo fue esa pelea con Álvez?
-Hice doce rounds tirando y boxeando bien. Por lo que había en juego, fue mi mejor pelea, le gané ampliamente.
-¿Álvez estaba bien preparado?
-Muy bien preparado, él hacía bastante diferencia con la parte física. Después de la pelea nos fuimos a cenar juntos y me decía que le dolía todo.
-¿Sentiste algo especial por ser campeón sudamericano o lo valoraste más con el paso del tiempo?
-En ese momento, no caía o no le daba tanta importancia. Con el correr de los días, me di cuenta de lo que había logrado y empezaron a aparecer ofertas para pelear por todos lados. Era un título que para Tandil solamente lo había conseguido César Villarruel.
Destino Australia
-Tu primera pelea posterior al título Sudamericano fue en Australia, contra Shannan Taylor, que más adelante fue retador mundialista frente a Shane Mosley. ¿Cómo surgió esa posibilidad?
-Como te decía, aparecieron otras propuestas, también de Sudáfrica. Elegí Australia y allá fui.
-¿Cómo fue la pelea?
-Me ganó por un corte. Pero bueno, son experiencias. A Taylor lo tenía visto en videos, no me parecía un rival imposible. Me cortó con el codo, me abrió la herida y no se pudo hacer nada.
-¿Con quiénes viajaste?
-La pelea la hizo Marcelo Di Croce. Fui con mi técnico, “Coca” Andrada.
-¿Encontraste otro mundo boxístico?
-Sí, había muchas peleas importantes, la principal era entre el sudafricano Ndou y el estadounidense Alexander. Tenían una velocidad tremenda, no me voy a olvidar más. La velada fue en un casino, en la costa, un hermoso lugar.
Perder el “Ojo del tigre” y volver diez años después
-¿Por qué perdiste el título Sudamericano en la primera defensa?
-Las peleas venían saliendo distantes, se hacía complicado mantener el ritmo y dar el peso. Fui a Cañuelas, contra Adrián Daneff, y me ganó por nocaut técnico en el tercer round.
-¿Sentís que habías perdido cierta pasión, necesaria para subir al ring en condiciones ideales?
-Puede ser, creo que ya estaba un poco cansado. Fui porque tenía que exponer el título, pero no estaba como tendría que haber estado. Igual, si ganábamos ahí, no salíamos vivos.
-¿Para tanto fue?
-El gimnasio tenía una puerta sola, teníamos que salir por ahí en medio de la gente. Me tiraban hielo a la pasada, un clima demasiado pesado.
-¿Fue prácticamente el cierre de tu carrera?
-Hice otra pelea en la Federación Argentina de Box, que perdí con Francisco Mora, y ese fue el retiro en 1998. Aunque tuve una más, diez años después.
-Con Jorge Miranda, en Córdoba. ¿Cómo se dio volver a pelear, con casi 40 años?
-Me llamó Crucce y me la ofreció. Fui sin guanteo, salimos de Las Flores al mediodía y llegamos a la noche. Me terminó ganando sobre el final. El promotor me felicitó y me pedía que no dejara el boxeo.
-¿Esa pelea la hiciste por plata?
-Sinceramente, era una ayuda económica y yo necesitaba hacer cosas en casa. Además, nunca estuve golpeado y por eso pude subir al ring con esa edad.