El Taller Quebrantahuesos, un clásico de la ciudad que cumplió 25 años compartiendo literatura
El espacio de escritura ideado por la profesora Griselda Crespi celebró en 2018 su cuarto de siglo como parte de la cultura tandilense con múltiples actividades. En 2019 apunta a seguir abriendo sus puertas a la comunidad y continuar ofreciendo un ámbito para la expresión artística.
¿Cómo contamos el mundo? ¿Qué hacer con lo que nos atraviesa? ¿Para qué sirven las palabras? Griselda Crespi alguna vez se formuló estos interrogantes y halló la respuesta en el arte de escribir. Parafraseando al escritor colombiano Gabriel García Márquez, que en su libro El coronel no tiene quien le escriba afirmó que “la vida es la cosa mejor que se ha inventado”, para algunos, como ella, será la literatura la que dote de sentido esa existencia y sea capaz de armarla y desarmarla para dotarla de alguna especie de sentido.
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Griselda es de Tandil, ejerció como profesora de lengua y literatura en el nivel medio durante muchos años y hace más de dos décadas, a pesar de saber que a veces las palabras resultan escasas, sintió el impulso creador de generar un espacio de taller literario, actividad poco usual en esa época en la ciudad.
“En la práctica de la docencia a nivel secundaria sentí que lo que más me interesaba de la disciplina era lo que tiene de artístico. Me interesó en el aula que los alumnos aprendieron sin darse cuenta, una de mis prioridades ha sido el juego, me interesa crear esa magia para introducirlos en el conocimiento. La idea era trabajar a través del juego y el humor, dos pilares fundamentales”, relató Griselda en un ameno y emocionante diálogo con El Eco de Tandil. Poco afecta a dar entrevistas, su suavidad, su hablar pausado y su enorme sonrisa atraviesan todo el encuentro, al que se presta con profundo compromiso, eligiendo las palabras justas, esas que tan bien sabe combinar para deleite de todos sus alumnos.
En 1993, el taller –que aún ni tenía nombre- comenzó a funcionar en un pequeño local ubicado en el subsuelo de la Galería 9 de julio, al que bautizó como el subcielo “porque reunirnos ahí era como ingresar a otra dimensión”.
Al año siguiente, Olga Havris, de la Universidad Nacional del Centro, la convocó para formar parte con esa propuesta de los talleres de extensión universitaria de ese ciclo
“Yo buscaba un nombre y lo empecé a conversar con ese grupo, sentía que debía ser una palabra fuerte, compuesta, con una significación especial. Les dije a mis alumnos: ‘ya va a salir, mientas tanto para trabajar hoy les traje un quebrantahuesos’ (dinámica de escritura ideada por Nicanor parra y Alejandro Jodorowsky en los años 60), me quedé pensando y sentí que ese era el nombre. Es resignificar, dar una nueva forma. Quebrantar quiere decir ir más allá de las convenciones, a lo largo de los años fueron surgiendo diferentes significados. Quebrantahuesos es también un ave europea que está en extinción y vuela más alto que el cóndor, me encantó”, contó.
En el año 2000 se trasladó a las instalaciones de la Biblioteca Rivadavia donde sigue en la actualidad, además de los grupos que mantiene en su casa, divididos entre principiantes y avanzados, porque hay asistentes que concurren desde hace años y necesita crear una nueva motivación para que sigan escribiendo desde otro lugar, “todo aquello que a mí me despierta curiosidad la transformo en propuestas de trabajo”.
El primer cuarto de siglo
Los 25 años del taller se festejaron con numerosas actividades que discurrieron entre agosto y diciembre del año pasado, reconocidas y declaradas de interés por el Municipio de Tandil.
“Los lazos y vínculos que se genera con los participantes son muy fuertes, a inicios de 2018 empezamos a imaginar cómo sería este cronograma de festejos. Empezó en la Feria del Libro de Tandil, los alumnos de uno de los grupos tenían la ilusión de sacar a la luz la primera antología de textos, Derrotero, en la que también participo”, señaló.
Las variadas convocatorias incluyeron talleres y charlas con reconocidos escritores argentinos y latinoamericanos, té literario, lecturas, muestras e intervenciones musicales, que evidenciaron el fuerte acervo que el espacio tiene en Tandil y el gran aporte que ha hecho en su cuarto de siglo a la cultura local.
“Lo bueno es que al haber muchas actividades en cada encuentro nos reencontrábamos con gente de distintas camadas y grupos a lo largo de la historia del taller. La idea era el reconocimiento por todo el tiempo transcurrido, por todo lo sucedido, poder abrir las puertas del taller a la comunidad, es un proyecto que pienso seguir sosteniendo durante el presente año”, dijo Crespi.
La concatenación de eventos y acciones tuvo el acento puesto en brindar la posibilidad de escuchar otras voces, provenientes de afuera, como parte de esa apertura.
“Tuvimos el taller de edición independiente coordinado por Tamara Tenembaum, con una exitosa convocatoria, eso nos da impulso para continuar con este tipo de actividades. También el taller de Oulipo (literatura potencial francesa) con Malena Rey, era la primera vez que se hacía un taller de estas características en Tandil”, aclaró.
Pero uno de los puntos fuertes de la prolongada celebración del aniversario del taller, fue el emplazamiento de una piedra recordatoria en la plaza Martín Rodríguez el último 9 de diciembre -que contó con el apoyo de la Dirección de Cultura municipal- y constituyó el corolario perfecto del cierre de año del taller, que en 2019 apuesta a continuar abierto y permeable a todas las propuestas que surjan para fortalecer el trabajo colectivo y la inserción dentro de la comunidad tandilense.
Al rescate de la propia voz
“El cuerpo y la liberación de la voz me parecen dos temas apasionantes como para poder indagar y discutir, es un autodescubrimiento muy interesante, uno indaga en su propia historia, en la proyección de la voz y las posibilidades que se tienen a partir de eso y del lenguaje del cuerpo, que no miente”, explicó.
Un espacio sostenido en el tiempo para tantas personas, ha dejado sus huellas indelebles tanto en quienes han asistido como en la propia coordinadora, que evoca a través de todo su cuerpo, su voz y su mirada el profundo sentir que suscita en ella haberle dado parte de su vida a esa idea que concibió en simultáneo con su trabajo aúlico.
“La verdad es que amo profundamente el taller, es como mi quinto hijo, creo que me dio la posibilidad de conocer un poquito el alma del otro, de relacionarme con el otro de una manera muy genuina muy verdadera, me emociona pensarlo porque no hay muchos espacios donde uno se pueda conectar con el alma el otro, en cada uno de los encuentros, es vespertino, empieza la magia, la alquimia, el intercambio, lo más verdadero de cada uno se pone ahí arriba de la mesa y eso es lo más grande que me dio. Conocí muchísima gente, pero no de una manera superficial. Ser respetuosa de lo que me confían a través de sus textos, haber conocido historias de vida desgarradoras, sentir que la palabra es sanadora, que la palabra puede transformar”, interpela Griselda con íntima convicción.
Quebrantahuesos recibe a personas de diferentes edades (desde adolescentes hasta adultos mayores) y se arman grupos heterogéneos en los que aparecen diversas personalidades, oficios e historias, que comienzan a materializarse y cobrar sentido en ese espacio, desarrollado cuando la ciudad se va apagando y los murmullos del cotidiano se acallan. Además, también se produce una comunión interesante en el intercambio entre los adultos mayores que concurren y un público joven, originado en el ámbito de la cátedra de Psicología Evolutiva I de la Facultad de Arte, asignatura de la que la entrevistada es docente.
“Me transforma permanentemente, es un ida y vuelta. No es un espacio terapéutico, trabajo con el arte, pero ¿qué pasa? Uno se expresa y los efectos colaterales son que se descubren, ordenan el pensamiento, se conectan consigo mismos, comparten, ponen en común sus textos”, redondea Crespi, quien supo construir a fuerza de amor, respeto y una enorme capacidad de trabajo un espacio que es un remanso para muchos de los que se acercan, hasta astillarse los huesos y descomponerse en miles de átomos formados por palabras e historias que reclaman por salir.
La cita de los jueves
El siguiente texto fue escrito por la señora Olga Rodríguez Boia, que falleció unos días antes del cierre del taller. Según Crespi, la breve prosa rescata con creces el espíritu de lo que sucede cuando las personas llegan a la Biblioteca Rivadavia para comenzar el recorrido literario propuesto.
“Uno los mira distraído y parecen personas iguales a las demás. Podríamos cruzarnos con ellos en la calle, el mercado o el cine, sin notar nada. Pero les cuento algo: cuando se acercan las ocho de la noche, desde distintos lugares de la ciudad, van avanzando, todos hacia un mismo punto. Van disfrazados de gente común: señoras con aspecto de amas de casa o de empleadas, jovencitas coquetas, hombres vestidos de manera informal, pero, ¡atentos! todos llevan un cuaderno bajo el brazo. Se ubican frente a la puerta de la Biblioteca y, a veces, se detienen un momento, seguro que para sacudirse el polvo de las alas. Cuando van entrando, algo empieza a notárseles por la sonrisa iluminada, y una vez sentados a la mesa, viene la magia: empiezan uno a uno, a levantar vuelo. A veces, vuelan alto y me cuesta seguirlos, otras me llevan con ellos, porque todavía no me atrevo a volar sola, (¡se siente uno tan vulnerable sin los pies sobre la tierra!). Pasadas unas horas, vuelven a calzarse sus disfraces, y se pierden en la noche… hasta el jueves siguiente”.