“Es cada día más necesario ayudar”
Lo expresó el antropólogo tandilense Luciano Centineo, autor del libro “Altruismo y la educación del futuro”. La publicación versa sobre una investigación que desarrolló en el Instituto Universitario River Plate.

Luciano Centineo nació en Tandil, se recibió de antropólogo y publicó recientemente el libro “Altruismo y la educación del futuro”. Se trata de una investigación llevada a cabo en el Instituto Universitario River Plate, donde se pregunta si los seres humanos somos buenos o malos por naturaleza y qué podemos hacer para fomentar nuestra empatía, nuestra compasión y la ayuda mutua.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email-El tema del libro parece crucial en estos extraños tiempos de aislamiento social, de crisis sanitaria, de luchas de poder entre laboratorios y gobiernos por las vacunas.
-Absolutamente. Como lo desarrollo en el libro, estamos ante uno de los desafíos más importantes de nuestra historia evolutiva. Como antropólogos, estamos obligados a interpretar el presente a partir de nuestro pasado, y vemos que hasta el mismo Darwin afirmó que la cooperación y el altruismo eran cruciales para nuestra evolución. Siempre hemos necesitado de otros para sobrevivir, ya sea en el plano individual o como especie. Desde que nacemos necesitamos del cuidado materno, de nuestra familia, poder superar nuestra etapa de indefensión originaria: ¡somos los animales con la infancia más larga! Eso nos demuestra que la necesidad del otro es inherente a nuestra especie.
Nos hallamos ante una gran encrucijada: es cierto que la cooperación y el altruismo siempre formaron parte de nuestra historia evolutiva, pero esta vez debemos dar un salto mayor e involucrar a personas que ni siquiera conocemos. Estamos ante la necesidad de un altruismo a escala planetaria.

-Pero, si la evolución es la “lucha por la supervivencia” o “la supervivencia del más apto”, ¿cómo queda entonces espacio para el altruismo o la ayuda mutua?
-Gran pregunta. Existen muchísimas respuestas a este punto. Algunos, como Dawkins (el autor de “El gen egoísta”), consideran que todo acto de altruismo es en realidad un egoísmo encubierto, pero otros grupos de científicos aseguran la existencia de un altruismo genuino: sentimos empatía y compasión por los otros y por eso ayudamos sin esperar nada a cambio. Una serie de experimentos llevados a cabo por el equipo de Antropología Evolucionista de Leipzig (Alemania) demostró que los niños prelingüísticos presentan una predisposición a ayudar a adultos desconocidos, lo que descarta la transmisión cultural.
-Pero si genéticamente somos altruistas, ¿por qué existen actos de egoísmo? ¿Por qué ciertas personas sólo parecen perseguir sus propios deseos egoístas? ¿Por qué parece que estamos en un mundo donde cada uno lucha por su propio beneficio?
-Porque nuestra evolución va más allá de los genes. Existe un error bastante habitual de considerar las predisposiciones biológicas como algo inmutable y dirigido. No es así, en absoluto. Muchos genes necesitan de otros genes o del ambiente para expresarse. La genética no es tan lineal. A través de miles de años, la selección natural preservó los comportamientos prosociales como mecanismos adaptativos eficaces, pero no podemos negar nuestra naturaleza cultural. Vivimos en un mundo de normas sociales y valores culturales que nos inculcan desde el nacimiento, y eso contribuye a que ciertas predisposiciones se manifiesten y otras no. La duda es qué es más fuerte, si la genética o el ambiente; se trata de algo muy discutido hoy en día.
-Allí está la relación con la educación…
-Exactamente. Somos animales que aprenden normas sociales. Estamos equipados con un programa genético que nos predispone a ayudar a otros, a sentir empatía y compasión, pero si eso no está acompañado por valores culturales que permitan su expresión, estamos complicados. Creo que ese es el gran problema educativo. Por un lado, necesitamos dar el salto hacia el altruismo planetario y, por otro lado, fomentamos el aislamiento y los intereses individuales o de ciertos grupos. Increíblemente, estamos haciendo las cosas a la inversa: proclamamos el nacionalismo, el sexismo, el especismo, el individualismo. Nos estamos creyendo que el mundo es un gran campo de batalla, entre buenos y malos. En Argentina esto es muy claro, por ejemplo, en el ámbito de la política o el deporte. El mundo parece dividido en ricos y pobres, socialistas y capitalistas, de derecha o izquierda, de Boca o River, de varones y mujeres, todo como si fueran esencias inmutables, excluyentes e irreconciliables. Esto es justamente el camino contrario al altruismo planetario.
Biología y educación
-¿Qué se puede hacer, entonces, para encaminarnos hacia ese altruismo planetario que mencionás?
-La tarea no es sencilla, pero creo que hay dos cosas básicas que deberíamos reconsiderar: aprovechar nuestro sustrato biológico y cambiar las reglas de juego, para que nuestra potencialidad empática y altruista comience a expresarse. Considero que la educación actual fomenta el egoísmo, el materialismo y la competencia. Justamente, para cambiar eso hay que cambiar la lógica de fondo, pasar de reglas egocéntricas a reglas sociocéntricas o planetarias.

-¿Qué significa eso en términos educativos?
-Básicamente, comenzar a entender que vivimos necesariamente inmersos en sistemas de redes, donde se necesita la cooperación y el altruismo de todos. Además, ya son muchas las investigaciones que han demostrado que trabajar en grupos aumenta la autoestima, mejora la salud, incrementa los centros cerebrales del placer. En definitiva, nos hace más felices.
Pensemos en la instancia de un examen parcial o final, evaluamos individualmente a estudiantes que viven en redes interactuando con miles de personas. Esto es lógicamente anticuado.
-A ello apunta tu investigación…
-Claro, el objetivo principal era básicamente diseñar estrategias de evaluación que estén sustentadas en el concepto de altruismo. Para eso nos basamos en un modelo teórico llamado “La tragedia de los bienes comunes de Hardin”, donde se describe una situación social en la que el acceso ilimitado de las personas que se comportan racionalmente a los recursos limitados de la sociedad conduce necesariamente al agotamiento de los mismos. Eso explica los problemas medioambientales, por ejemplo. En ese marco, creamos tres experiencias basadas en esta lógica.
El rumbo
-¿Existen antecedentes de estas experiencias en otras universidades?
-Existe una serie de experiencias desarrollada en la Universidad de Maryland. En una serie de experimentos, el autor ofrecía a los estudiantes la opción de elegir entre 2 puntos (opción comunitaria) o 6 puntos (opción de sobreconsumo) de crédito adicional para la realización de una tarea en su curso, pero siguiendo la lógica de Hardin, si más del 10 por ciento elegía los 6 puntos, nadie recibía ningún punto. Los resultados mostraron que, en estas experiencias, los estudiantes no lograban terminar sin puntos, debido a que superaban el 10 por ciento del límite previsto por el investigador
-¿Cuál sería el cierre indicado para este reportaje?
-Que estaría bueno que lean el libro publicado (aclaro que, por ahora, sólo se encuentra disponible en las librerías de Tandil). Y me gustaría una reflexión final: necesitamos un altruismo a gran escala, ya no podemos continuar con las viejas y desgastadas recetas de unos contra otros. Debemos sortear de una vez todas las rivalidades y comenzar a creer que el mundo no es entre buenos que hacen sólo el bien y malos que hacen sólo el mal. Nos necesitamos unos a otros, hoy más que nunca. Si la evolución trabajó durante millones de años para proporcionarnos de las estructuras necesarias para cooperar y ayudar, ¿por qué tirar todo abajo de un plumazo?
(El mail de Luciano Centineo, para quienes deseen escribirle, es centineol@hotmail.com).