“Hoy la victoria habría estado en manos del enemigo, si hubieran tenido a quien supiera vencer...”

Julio Cesar. Militar y político romano (100 a. C. -44 a. C.)
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailHacia mediados del siglo I a C. Roma se había expandido considerablemente y la República mostraba signos de agotamiento. El Senado, donde habría grandes diferencias entre “optimates” (la fracción conservadora) y los “populares” (partidarios de cambios y mejoras significativas para las clases menos favorecidas), no lograba armonizar apropiadamente la vida ciudadana.
El apoyo que había logrado Catilina para su conspiración, que buscaba tomar el poder por la fuerza, había puesto en evidencia el malestar social por las dificultades económicas. Deudas impagables, veteranos de las guerras que no lograban reinsertarse socialmente, aristócratas desplazados y enormes diferencias entre la vida de la clase privilegiada y el pueblo en general. La conspiración fracasó.
Poco después surgió una alianza secreta entre tres personajes notables que a su vez rivalizaban fuertemente entre sí y que poseían victorias militares importantes para Roma. Craso, riquísimo personaje que había ganado fama venciendo la sublevación de Espartaco (y que resentía de Pompeyo, quien quería adjudicarse la victoria). Pompeyo, que había prácticamente eliminado los piratas que asolaban el Mediterráneo. Y Cayo Julio Cesar, gran vencedor en las Galias. Ejercían el poder que ya no podía el Senado.
El riquísimo Craso quería serlo aún mas. En busca de gloria y riqueza, se lanzó contra el imperio de los partos (hoy Turquía e Irán). Fue derrotado y algunas fuentes cuentan que le introdujeron oro fundido en la boca en respuesta a la manifiesta avaricia con que se había desempeñado.
La disputa entre Pompeyo, con apoyo de los “optimates” del Senado, y Julio Cesar, líder de los “populares”, estaba a la vista.
El Senado intentó desarmarlo y juzgarlo pero Julio Cesar cruzó el Rubicón (“alea iacta est”) y comenzó la segunda guerra civil en Roma.
Ambos eran generales victoriosos y estrategas experimentados. Pompeyo dejó Italia y fue a Grecia para reunir un ejército mayor y dominar los mares haciéndose fuerte en Dirrachio (hoy Durres, Albania). A duras penas Cesar lo siguió, con menos hombres y sin aprovisionamiento adecuado. Cruzó el Adriático dificultosamente. No tenía suficientes alimentos. Construyó fortificaciones pero Pompeyo lo atacó y debió huir. Esta huida fue vista como una estratagema por su enemigo que no se atrevió a perseguirlo por temor a una trampa. A la vista de la situación, Julio Cesar explicó a sus hombres: “Hoy la victoria habría estado en manos del enemigo, si hubieran tenido a quien supiera vencer…”
Pompeyo continuó tratando de agotar a Cesar que estaba exhausto por la falta de víveres. Pero el Senado le exigió que lo derrotara definitivamente.
Y fue en Farsalia donde las tropas de Julio Cesar, férreamente leales a su comandante, aguerridas, altamente motivadas, y acuciadas por la necesidad de vencer o morir de inanición, derrotaron a un ejército mayor, con muchos reclutas nuevos y menos comprometidos con su comandante.
La guerra terminó. Pompeyo huyó a Egipto y fue asesinado por el faraón para congraciarse con Julio Cesar, lo cual fue un gran dolor y tristeza para él pues lo respetaba y admiraba y, además, era su yerno, estaba casado con su hija Julia y el matrimonio era muy bien avenido. Cosas de la Historia.