Por qué nos incomoda el silencio: un estudio reveló cuánto tardamos los argentinos en sentirlo como una amenaza
Según una encuesta global, en Argentina basta con 6,5 segundos de mutismo para que aparezca la incomodidad. Qué dicen los especialistas sobre los silencios, sus contextos y el murmullo interno que a veces los acompaña.

Argentina es un país ruidoso. En el mejor sentido: expresivo, sociable, verborrágico. En sobremesas, reuniones o vínculos afectivos, el habla fluye con naturalidad. Pero cuando la conversación se interrumpe, el silencio no siempre se recibe como un descanso: muchas veces, se vive como un problema.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailUn informe reciente de la plataforma Preply reveló que los argentinos necesitan apenas 6,5 segundos de silencio para empezar a sentirse incómodos. Este dato ubica al país entre los más "inquietos" ante la falta de palabras, junto a Brasil, Italia, Colombia, Estados Unidos y Hong Kong.
“Somos culturas expresivas, cálidas, que valoran la charla y el contacto permanente”, explica Yolanda Del Peso Ramos, vocera de Preply. “Esta vez nos interesó investigar el fenómeno de los silencios incómodos, que pueden ser tan reveladores como las palabras”.
El estudio, que relevó datos en 21 países, también muestra que en muchas culturas asiáticas —como Japón— el silencio es respetado como signo de reflexión. En contraste, en América Latina y buena parte de Occidente, genera tensión y suele llenarse con frases casuales o con tecnología.
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Ascensores, citas y funerales: los lugares donde el silencio incomoda más
El 76% de los argentinos dijo sentir más incomodidad en un ascensor silencioso que en otros contextos. Le siguen las primeras citas y los funerales (72%), donde el silencio puede estar cargado de nerviosismo o solemnidad. En rupturas amorosas, charlas con desconocidos, reuniones laborales y discusiones familiares, también se experimenta esa incomodidad, aunque en menor medida.
“Hay gente que tolera más o menos los silencios, según lo que haya vivido. Pero en general, cuando alguien calla, el otro interpreta que algo anda mal. Por eso enseguida aparece la pregunta: ‘¿Qué te pasa?’”, reflexiona la psicóloga Beatriz Goldberg.
Y agrega que muchas personas recurren al celular como forma de salir del silencio sin confrontarlo directamente. “Es una excusa perfecta, una salida momentánea que evita mirar de frente lo que no se dice”, advierte.
El peso del contexto, la edad y el vínculo
Según el informe, los silencios con desconocidos, jefes o familiares lejanos son los más incómodos. En cambio, el silencio con personas cercanas rara vez se vive como problema. También hay diferencias generacionales: los jóvenes de la Gen Z son los más ansiosos ante pausas en la conversación, especialmente en citas.
La especialista Romina Halbwirth lo resume así: “El problema no es el silencio, sino lo que proyectamos en él”. Para ella, el silencio puede ser una herramienta emocional poderosa si se lo habita con conciencia. “No se trata de glorificar el mutismo, sino de recuperar el valor de una pausa bien sostenida”, explica.
El silencio como espejo emocional
En algunas parejas, el silencio indica paz y confianza. En otras, puede ser señal de distancia emocional. “Cuando hay una historia de mucho diálogo y de repente aparece el mutismo, puede ser una señal de alarma. Pero hablar mucho tampoco garantiza un vínculo saludable”, aclara Goldberg.
En un mundo hiperconectado, tolerar el silencio puede ser una forma de conexión profunda. Escuchar sin interrumpir. Estar sin hablar. Comprender sin llenar todos los espacios.
“Tal vez el silencio no sea un vacío a llenar, sino un espacio para encontrarse”, concluye Halbwirth. Y, en tiempos de tanto ruido, esa puede ser una de las formas más humanas de estar con el otro.