De Medellín a la Unicen, la vivencia de una estudiante de intercambio: "Estoy enamorada de Argentina"
Sara Garcés tiene 20 años, estudia Trabajo Social en Colombia y dudó en elegir Argentina para cursar un semestre de intercambio. Su traslado fue posible gracias al esfuerzo que hizo su familia y a un pequeño financimiento de su universidad de origen, el Tecnológico de Antioquia. Valoró el sistema universitario local y los aprendizajes que se llevará de vuelta a su país. “Fue lo más retador que viví, pero también lo más enriquecedor", expresó.

Sara Garcés tiene 20 años y estos últimos meses cambió los paisajes de su Medellín natal, en Colombia, por las sierras tandilenses. Vino a cursar un cuatrimestre de la carrera de Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Humanas de la Unicen como parte de un programa de intercambio que le permitió enriquecer su formación. Además, cumplió su deseo de conocer Argentina y volar lejos del nido por primera vez.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email“Estudio en el Tecnológico de Antioquia, es una universidad semipública en Medellín, y el año pasado abrieron la convocatoria de un semestre de intercambio. Me postulé a esta universidad, quería que fuese en Argentina mi primera experiencia de intercambio. Había otras opciones como México, Paraguay, pero siempre quise que fuera a Argentina porque me gusta mucho y me gustan mucho algunos cantantes de acá, entonces me propuse vivir la experiencia. También me gusta mucho su cultura, entonces quise experimentar y mandé los papeles que solicitaban”, contó en diálogo con El Eco de Tandil.
Con su hablar dulce y pausado, que contrasta con la fuerte determinación de sus jóvenes veinte años, esperó la respuesta de la Unicen hasta último momento, convencida de no iniciar el ciclo lectivo en su universidad porque su intuición le decía que iba a conseguir la plaza del intercambio.
“En la universidad ya habían empezado a cursar, pero yo no iba a clases, porque dije: no, yo voy a ir a estudiar a Argentina. Ni siquiera me habían dado respuesta, pero yo tenía la fe intacta de que sí”, expuso.
Tenía razón. A finales de febrero aceptaron su postulación y en menos de un mes debió arreglar todo para instalarse en Tandil. Su universidad le proveyó un pequeño financiamiento de un millón de pesos argentinos para toda la estadía y el resto fue posible gracias al esfuerzo de su familia, que acompañó su deseo de migrar temporalmente.
“Mi papá fue el principal sostén. No fue fácil, pero muchas personas se unieron para que pudiera estar acá. Estoy muy agradecida. Pude hacerlo en tiempo récord y ha sido una experiencia maravillosa. Fue la primera vez que salí de casa, porque nunca me había separado de mis papás, y fue un reto totalmente, desde salir del aeropuerto y dejarlos allá, hasta llegar acá y tomar un colectivo, fue toda una experiencia, toda una aventura, estoy súper feliz”, compartió.
La dimensión económica cobra especial importancia en el seno de su familia de clase media, que hizo posible su viaje y el sustento diario. Sara alquiló un departamento amoblado y expresó que “no deja de ser difícil pagarlo”.
Y agregó: “De hecho, estoy abonando casi lo mismo que lo que gana mi mamá en un mes en Colombia, donde el salario mínimo es de 1.600.000 pesos colombianos. Es una realidad compleja, que no solo nos afecta a quienes venimos de intercambio, sino también a muchos estudiantes locales.”
Descubrir nuevos mundos
Llegó a la ciudad el 23 de marzo y cuando empezó a concurrir a clases, lo que más la sorprendió fue el seguimiento personalizado de la carrera: “En Colombia vemos a un docente solo una vez en toda la carrera. Acá los profesores acompañan todo el proceso. Hay una secuencia en el aprendizaje”. Sara también valoró el estilo de enseñanza argentino: “Me gusta cómo explican. Te ejemplifican todo, entonces el conocimiento se queda”.

Sin embargo, no todo fue sencillo. El lenguaje, la velocidad con la que se habla, los modismos y particularidades regionales, fue uno de los mayores obstáculos: “Había conceptos que me hacían interpretar mal los textos o lo que decía el profesor”. Anécdotas no faltaron: “Un día dije en público ‘cachucha’ pensando que significaba ‘gorra’, como en Colombia, y acá tiene otro significado... fue muy gracioso”.
Asimismo, la organización de los movimientos estudiantiles universitarios también llamó su atención. “En Colombia existen movimientos estudiantiles, pero no tienen la magnitud ni la estructura que vi acá, donde los estudiantes se agrupan incluso en partidos políticos. Allá la participación no tiene tanta incidencia en la toma de decisiones universitarias. En cambio, me sorprendió descubrir que en Argentina las universidades funcionaran así, es muy valioso desde lo democrático”, indicó.
Además del Campus, que la cautivó con sus dimensiones y su entorno natural, el transporte público le generó una buena impresión en comparación con el transporte de Medellín: infinito y caótico.
“El transporte en Tandil me gusta mucho. En Medellín, al ser una ciudad muy grande y con tanto tráfico, moverse de un lugar a otro puede llevar horas, incluso en trayectos cortos. A veces, para llegar a la universidad, podía demorar hasta tres horas, cuando sin tráfico se hacía en quince minutos. En cambio, acá todo es más ágil y organizado. Además, el sistema es más moderno: en Colombia aún se paga en efectivo y eso obliga al conductor a manejar y cobrar al mismo tiempo, lo que vuelve todo más engorroso”, observó.
La vida cotidiana local también la sorprendió gratamente: “Vengo de Medellín, una ciudad agitada, con tráfico y ruido. Acá todo es tranquilo. Me encanta que si tenés un problema, la gente te ayuda. En mi ciudad no es tan común”.

De la vocación al compromiso
Sara eligió estudiar Trabajo Social movida por una historia personal marcada por la violencia estructural en Colombia y una temprana vocación por ayudar a los demás. “Desde chica participé en una Escuela de Líderes en la Iglesia católica. Visitábamos personas en situación de calle, madres solteras, cárceles. Ahí descubrí lo que me gustaba. Primero pensé en Psicología, pero las materias de Trabajo Social me atraparon”, refirió.
La joven también reflexionó sobre los dilemas que enfrentan los estudiantes a la hora de elegir una carrera: “Tenía dudas porque pensaba que tal vez no me iba a dar plata. Pero cuando le dije eso a una amiga, me respondió: ‘¿Querés tener plata o querés hacer lo que te gusta?’. Y decidí seguir lo que me gustaba”.

Costumbres argentinas
Durante su estadía en Argentina, Sara no solo aprendió a cocinar y a adaptarse a otro ritmo de vida. También probó por primera vez platos como el cordero, las facturas y la chocotorta. Y descubrió costumbres nuevas como la merienda, que piensa “llevarse de regreso a Colombia”. Y debió lidiar con el frío y la alergia, en un clima difernte al que está acostumbrada.
Lo más valioso, sin embargo, fue lo humano: “Dos familias me adoptaron y me hicieron sentir como en casa. Estoy enamorada de Argentina. Todos los días le digo a mi papá: ‘Tenemos que volver juntos, te va a encantar’”.
En estos días, regresará a su hogar para retomar los estudios su universidad, pero no es la misma joven que hace unos meses partió de allí: se llevará mucho más que apuntes y calificaciones. Se lleva un mapa emocional y cultural que expandió su mirada del mundo y reafirmó su vocación. “Fue lo más retador que viví, pero también lo más enriquecedor. Me voy feliz”, cerró.
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Sobre el autor
Periodista de El Eco Multimedios