Iban juntos a la escuela rural y transformaron un basural en una plaza con vista a las sierras: los guardianes de El Gallo
La historia de los vecinos del paraje rural El Gallo y la plaza pública que construyeron y mantienen,

En la esquina de la avenida Don Bosco y la Ruta Provincial 74 se encuentra el paraje El Gallo. En el lugar, un grupo de vecinos y ex-compañeros de la escuela rural de la zona comenzaron a ponerse al hombro la recuperación del predio donde funcionaba un basural, hasta transformarlo en una plaza pública con vista a las sierras, a la que cada vez concurren más personas.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email“Bienvenidos a nuestro paraíso”, dice el cartel de la entrada del estacionamiento que los vecinos hicieron en el lugar. No fue lo único que concretaron para “la comodidad de la gente”. Colocaron flores, instalaron una pérgola y pusieron mesas y bancos. Además, ya alisaron una parte del terreno en la que sembraron césped para hacer una cancha de fútbol, y otra para una cancha de bochas. Lo único que no van a sumar, aseguraron, es un cesto de basura. Todo el que visita la plaza, se lleva sus deshechos, explicaron.

Varios días por semana se reúnen en “El Gallo” para cortar el pasto y “arreglar lo que haya que arreglar”. Hasta perforaron el suelo y colocaron una bomba de agua para poder regar y mantener en condiciones la plaza. También toman mate, charlan, y -aseguraron un poco en chiste pero no tanto- discuten con la confianza de la amistad. El sábado a la mañana hacía algo de frío, pero igual se encontraron en el lugar para recibir a El Eco de Tandil y contar su historia. Allí estaban Eduardo Rivas y su hermana Esther, Juan Goyeneche, Marcelo Morales, su esposa Rosana y su hija María Laura, los guardianes de El Gallo.

Un gallo holandés y la plaza con vista a las sierras
Cuando se les consulta cómo comenzó la idea de transformar un basural en un paseo público, los vecinos no pueden evitar remontarse a comienzos del siglo XX para contar la historia del paraje. El gallo que hoy es el centro de la plaza fue aquel que le dio origen al nombre del lugar -cuando un holandés- amigo del propietario original del campo de la zona, le sugirió a este que coloque en el techo de la estancia la figura del animal.

Años después, el abuelo del vecino Juan Goyeneche compró un cuarto de hectárea e instaló un almacén al que llamó “Ramos Generales El Gallo”. Desde entonces, así se conoce al cruce en la ciudad. A mediados y fines del siglo pasado, la escuela 41 era el corazón del paraje, y fue el establecimiento del que egresaron algunos de los que hoy resguardan la plaza.
Tiempo después, el vecino Pedro Etchebarne donó 21 hectáreas al Municipio, con el fin de reabrir la escuela para utilizarla como establecimiento productivo y donar lo elaborado a instituciones sin fines de lucro. En la reactivación del paraje tuvo mucho que ver la publicación del libro “Hay baile en El Gallo, historias de un paraje rural”, escrito por Susana knoop, Guillermo Zambrino, Susana Sufredini, Patricia Gavazza y Maria de los Angeles Pagola. Tras la presentación y el reencuentro de vecinos de El Gallo, surgió la idea de continuar haciendo cosas por su lugar. Tres años después, esa idea se concretó en una plaza.
“Reponemos planas, porque las heladas nos castigan. Mantenemos, regamos, pusimos una bomba para tener agua propia, limpiamos y pintamos”, dijo Goyeneche. “Yo vengo desde Tandil tres veces por semana, los lunes, los miércoles y los sábados a la mañana para ver qué falta en la plaza. Hacemos todas cosas para que se vea linda, para que el visitante o la gente del paraje vea que esto está cuidado, nada más”, sumó Eduardo Rivas.
El vecino fue el que pensó en colocar un cartel con la leyenda “Bienvenidos al paraíso” en la entrada de la plaza. “El Gallo es el segundo amor que tuve en mi vida. Primero mi esposa que está en una estrellita del cielo, y segundo la plaza. Esto es una cosa que llevo adentro. Yo vengo acá y disfruto sin celular, sin tablet, sin nada. Vengo a disfrutar el aire, de los pájaros que vuelan, de todo.Y por eso vengo a hacer cosas para que la gente también disfrute eso. Por eso les puse el cartelito, bienvenidos a nuestro paraíso”, compartió Rivas.
Además del estacionamiento y los bancos, los guardianes de El Gallo ya trabajan en una cancha de fútbol y otra de bochas. También quieren instalar un bicicletero para todos aquellos deportistas que pasan por el lugar. En el verano, contaron, la plaza se llena de personas que de a poco comienzan a conocerla, y al igual que ellos, disfrutarla.
Redactor El Eco de Tandil