La librería tandilense Hola fue elegida entre las mejores del país por la Feria de Editores
La propuesta de Magdalena Cheresole fue seleccionada finalista entre más de 120 librerías argentinas que participaron en el concurso de la Feria de Editores. El espacio, que se insertó como un agente cultural más de la ciudad, cuenta con un gran catálogo de editoriales independientes y objetos de diseño que conviven bajo un cuidadoso criterio literario y estético.

La librería Hola es una de las 12 finalistas de la convocatoria para elegir a la Librería Argentina del Año, impulsada por la Feria de Editores, una buena noticia para el mercado librero y la cultura locales.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl proyecto de Magdalena Cheresole, afincada hace casi dos años en Tandil -quien cuenta con experiencia como librera y galerista de arte en La Plata-, se ganó un lugar en la nómina con su impronta particular y su búsqueda incesante de propuestas lectoras para todos los gustos.
En comunicación con El Eco de Tandil, Magdalena –que publica sus recomendaciones y reseñas en el suplemento dominical La Vidriera de este Diario- refirió que su conexión con la ciudad se dio a través de su compañero, Juan Manuel Artero, que es oriundo de Tandil y con quien decidieron venir a vivir aquí al tener a su hijo.
Así, desembarcaron a fines de 2019 en la sierras y ella quiso continuar con su pasión librera y volver al rubro desde otro lugar.
“Tengo la ventaja de saber qué es lo que quiero hacer, me dedico a esto y es lo que mejor me sale. Al principio el proyecto fue un riesgo porque no conocía la ciudad en su cotidianeidad, pero me animé porque vi que había otros espacios similares a este y registré bastante movimiento cultural y universitario, que no es poca cosa, eso mantiene joven a una ciudad”.
Abrir en cuarentena
De este modo, abrió las puertas del local ubicado en San Martín 854, pintado de celeste para la ocasión y con una cuidadosa disposición de los libros y objetos en los breves metros cuadrados del lugar. Esto fue en marzo de 2020. A la semana se decretó el aislamiento obligatorio en todo el país.
Al respecto, Magdalena compartió que “fue un momento raro pero resultó beneficioso, en definitiva, porque me adapté rápido al formato de ofrecer la mercadería en redes y hacer delivery. Creo que las librerías no estuvimos tan asfixiadas como otros sectores y pudimos mantenernos porque el público se volcó mucho a la lectura”.
Superado este escollo, que redundó en una oportunidad para crecer y aprender, las ventas y la apertura al público comenzaron a normalizarse. Hoy, incluso, puede disfrutar de este reconocimiento, que llega muy poco tiempo después de que el espacio se pusiera en marcha.
El reconocimiento
La convocatoria de la Feria de Editores (FED) seleccionó una docena de librerías ubicadas en diez localidades argentinas, que se destacan por generar un nexo con su comunidad a través de los libros. La iniciativa cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, a través de Impulso Cultural, Mecenazgo y la Fundación Santander.
El espacio ganador recibirá 350 mil pesos para comprar libros en la FED, además de un 50 por ciento de descuento en los stands adheridos para duplicar su capacidad de compra. La entrega del premio se realizará el 1 de octubre, primer día de la feria y la ganadora se dirimirá entre Arde (Rosario); Don Quijote (Bahía Blanca); El gran pez (Mar del Plata); Hola (Tandil); Libro de Oro (Tucumán); Mandrágora (CABA); Medio pan y un libro (CABA); Musaraña (Vicente López); Notanpuan (San Isidro); Tras los pasos (Posadas); Volcán Azul (Córdoba); y Vuelvo al sur (CABA).
Estas librerías poseen una bibliodiversidad que ronda entre los 200 y los 600 sellos y se destacan por el trabajo mancomunado con las editoriales independientes. En 2020 -año especialmente duro para las librerías- se vieron forzadas a encontrar nuevas formas de relacionarse con su comunidad: clubes de lecturas, grupos de intercambio de recomendaciones y ciclos especiales anclados en temáticas; talleres de escritura; actividades con escritoras y escritores en las redes sociales; asociaciones con otros negocios locales para potenciar sus audiencias, entre otras.
En el caso de Hola, además del catálogo y la selección de títulos que propone, se trata de un proyecto que se expandió también en las redes sociales, y mediante esas vías busca conectar a los lectores y seguidores con referentes del mundo librero, autores y editores, a partir de un conjunto de producciones audiovisuales llamadas Recomendados.
Las ventajas de no ser invisible
Sobre su participación en la iniciativa, la joven detalló que se trató de un trabajo minucioso que consistió, asimismo, en autoevaluarse y pensar el espacio como un agente cultural que crea vínculos con su entorno y que mantiene un perfil editorial independiente y diverso.
“Creo que lo más importante del premio es que se hayan elegido lugares del interior, eso es muy valioso porque siempre estamos mirando hacia el centro, que es Capital Federal, y a la vez pienso que ojalá el premio visibilice la problemática que tenemos en el interior con respecto al transporte y los costos”.
En este sentido, expuso que el envío de la mercadería a localidades por fuera de CABA y el AMBA es muy costoso -cuando en estas zonas es gratuito- y que implica un gasto extra para los libreros, que no pueden trasladar ese adicional al ejemplar porque ya tienen un precio de tapa asignado que debe respetarse.
“Esperemos que con el tiempo se pueda lograr que el interior no tenga siempre pérdidas en estos aspectos”, consideró.
Fuimos felices en un lugar que todavía existe
En el pequeño local conviven láminas y carteles con un sinfín de libros, cuadernos, tazas, mates, libretas y bolsas estampadas que forman una comunión única, bajo el criterio estético y la curaduría de Magdalena, que elige las cosas que le gustan de los emprendedores locales y de otras marcas que le interesa ofrecer.
Así, entre textos de Carver, Fogwill, Auster, Cortázar, Venturini, Plath y Woolf, la librería resiste en la trinchera analógica del papel frente a los embates del mundo digital, una amenaza que nunca termina de consumarse.
De hecho, las librerías son lugares cada vez más ensalzados en el mercado -aunque nadie se haga rico vendiendo libros- y muchas se erigen, también, como sitios de culto. En el imaginario colectivo, todavía son espacios de referencia y consumo para un público cautivo que sigue yendo tras el encanto de pasar la página a la vieja usanza, lejos de la liquidez de las pantallas.
Sobre el tema, reflexionó que, para ella, sucede todo lo contrario a lo que dictamina el debate digital vs. papel: “A pesar de que están el Kindle, el Ipad y los celulares, la gente sigue eligiendo el libro físico. Las personas a las que les gusta leer también valoran el objeto, somos muy fetichistas, y si ya leíste un libro capaz que te lo comprás en distintas ediciones o traducciones porque te gusta. No bajaron las ventas por existir una tecnología de más comodidad, es un fantasma que acecha pero que no es real. Es más la discusión que se genera en torno a eso, que lo ocurre realmente, porque los libros no dejan de venderse ni de circular; hay cada vez más sellos y distribuidores, se edita mucho también. La realidad va a contramano de ese fantasma”.
Entonces quizás sea tangible eso que alguna escribió Rodolfo Fogwill, el más irreverente de los escritores argentinos, que aseguró en unos versos que “se necesitan nuevos sentimientos, nuevos pensamientos imbéciles, nuevas propuestas para el cambio, causas para temer, para tener…”.
Amar los libros y ponerlos a disposición de los demás, es en realidad una muy buena causa para tener a mano siempre.