Para Loitegui, “Si nuestra gente no reacciona, el futuro de Loimar quedará en las manos de unos pocos que están en el sindicato”
Por primera vez habla el presidente de la fábrica de ladrillos en conflicto, Juan Loitegui. El empresario acusó sobre la postura intransigente del gremio y sobre la necesidad de readecuar la planta en pos de seguir produciendo para ser rentable. “Las empresas, cualquiera sea su actividad, son como seres vivos. Tienen que poder crecer, cambiar, renovarse o por momentos achicarse si quieren perdurar en el tiempo”, aseveró
Ante el conflicto irresuelto en la empresa Loimar que ya lleva meses, El Eco de Tandil pudo entrevistar en la tarde de la víspera a su presidente, el ingeniero Juan Loitegui, quien expresó su verdad y planteó la realidad de la empresa en crisis.
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-Un conflicto que se complicó y extendió en el tiempo, ¿no?
–Y… cuando se pretende tomar decisiones en base a slogans, por encima del sentido común y del interés de todos, lo simple se puede volver muy complejo.
-Perdón, pero no se entiende claro. ¿A qué se refiere concretamente?
–Loimar es una empresa que a lo largo de sus 48 años dio empleo sustentable y eficiente. En los últimos 4 años cayó la venta un 60 por ciento. Esto quiere decir que si se vendían 14.000 toneladas por mes, pasamos a vender 5.000 toneladas mensuales. Al plantel de gente de producción (unas 80 personas) habría que reducirlo en 25 personas aproximadamente, o sea un 30 por ciento. Se propuso al sindicato una reducción de 10/15 personas y mantener un plantel sobrado en número pero trabajando menos horas y sus respuestas fueron: “Ni uno menos”, “Nos envían un telegrama de despido y la fábrica queda tomada”, “O todos o ninguno”, “Aceptamos cualquier ajuste pero no con las personas”.
-Con honestidad brutal, Ingeniero…la impresión generalizada es que los empresarios siempre ajustan por los más débiles, que son los operarios.
-No; es un slogan. No es cierto. El gran esfuerzo lo han hecho hasta ahora los accionistas, muchos proveedores y la AFIP.
Es básico, de sentido común, hasta le diría infantil, suponer que una empresa que pasa a vender menos de la mitad no tiene que hacer todos los deberes para poder superar una crisis, y parte de esos deberes también es adecuar el plantel a esa situación. En el caso de Loimar, hace ya casi dos años que estábamos anunciando que si no ajustábamos el plantel y no adoptábamos un nuevo esquema de trabajo íbamos a tener problemas. Pero este sindicato no concibe que de acuerdo a la ley de contrato de trabajo el empleador pueda despedir o desvincular, pagando la indemnización.
-Algunos sostienen que se ha encaprichado en querer despedir gente…
–Se lo digo de otra manera. Nadie va a tomar gente en la actividad privada si se trata de personal que va a tener que mantener de allí en más de por vida. Esto no es el Estado. Las empresas, cualquiera sea su actividad, son como seres vivos. Tienen que poder crecer, cambiar, renovarse o por momentos achicarse si quieren perdurar en el tiempo. Loimar lo ha hecho siempre, pero desde hace unos años hacer pequeñas modificaciones para la incorporación de nuevas técnicas (robótica, de control, electrónica) es una historia muy difícil con este sindicato. Modificaciones necesarias que permanentemente hay que afrontar para poder vender los ladrillos a un precio competitivo.
-Usted habla de nuevas técnicas, pero dicen que en realidad no invirtieron nada y se llevaron la plata a otras actividades…
–Esto tampoco es cierto. Loimar no es una multinacional; es una empresa argentina que hace 48 años está en la industria. Siempre reinvirtió y esto lo saben muy bien aquellos que nos acompañaron a lo largo de todos estos años. Crecer y permanecer fue producto de un esfuerzo sin pausa. Las instalaciones de nuestra fábrica no tienen nada que ver con las de hace 20 o 30 años. En la historia de la fábrica hubo momentos donde hubo que enfrentar una reducción de personal, como fue el 2001, donde se bajó a la mitad el número de operarios. Pasados dos años todo se dio para mejor, se revirtió la situación y se pudo retomar al personal. Sin esas medidas Loimar en el 2003 hubiese cerrado para siempre.
-Pero si es tan simple como usted dice, ¿Por qué hay tanta oposición?
–Porque el sindicato defiende un orgullo equivocado o mejor dicho, concibe esto como una guerra de prestigio. Yo digo que el prestigio pasa por cuidar las fuentes de trabajo sustentables y eso significa que todos los que estamos dentro de la empresa la hagamos rentable para que se puedan cubrir bien todos los compromisos: los salarios, todos los impuestos, repagar la inversión y pagar las deudas. Pero si se sostiene como principio de vida o muerte “Ni uno menos” y “Que no se pueden avalar despidos” entonces la rigidez ahoga a la empresa y todos los que formamos parte de Loimar nos veremos perjudicados.
-Entonces, ¿Qué va a pasar?
-Si nuestra gente no reacciona, el futuro de Loimar quedará en las manos de unos pocos que están en el sindicato.
-Una última casi obligada, ingeniero: ¿Por qué tardó tanto en atender a El Eco?
-Pido sinceras disculpas, pero deberá comprender que es un tema muy delicado. Se necesita tomar decisiones responsables y lo peor es hacerlo en medio de una batalla de palabras, donde cualquiera de ellas puede malinterpretarse. Es una cuestión muy seria. Está en juego nada menos que el trabajo de 100 personas por encima de 15 que deberían dar un paso al costado.