Tandil, de tierra prometida a cuna del turismo argentino
Mucho antes de los circuitos de aventura y la gastronomía, Tandil se forjó como destino gracias al asombro de los poetas, la fama de su aire curativo y la revolución del ferrocarril. Un viaje a los orígenes del turismo en la ciudad, cuando la Piedra Movediza era la gran estrella y el Cementerio, un insólito punto de encuentro social.

“Campos hermosos, extendidos y quebrados, pastos fuertes y abundantes, aguadas de un gusto exquisito permanentes por todas partes, lugares privilegiados por la naturaleza para todo ramo de agricultura y frutos, sitios aparentes para establecer pueblos de los vientos más incómodos…”. Con estas palabras, cargadas de una visión casi profética, describía el Brigadier General Martín Rodríguez el paraje serrano donde, en abril de 1823, fundaría el Fuerte de la Independencia.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailLa descripción, publicada en el periódico “El Centinela” de Buenos Aires, no era solo el parte de un estratega militar; era el asombro de un hombre ante una geografía única, una suerte de tierra prometida que emergía entre la inmensidad de la pampa. Aun en el contexto de una campaña militar, la belleza abrumadora de la región no pudo ser ignorada, sembrando la primera semilla de la identidad tandilense.
Desde ese momento fundacional, Tandil inició un largo camino de mutaciones. La pequeña fortaleza militar se transformó en un pueblo y, con el tiempo, en una ciudad que, sin perder la esencia que maravilló a su fundador, se reinventaría una y otra vez hasta consolidarse como uno de los destinos turísticos más emblemáticos de la Argentina.