El Louvre, las sonrisas y los prejuicios
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Entre tanta noticia de los portales para acompañar el desayuno dominguero –ya se sabe que el oficio de periodista a veces se entrevera con la vida misma–, una sola me interesó por sobre las decenas restantes. Y no era de política.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn menos de diez minutos se robaron del Museo del Louvre, en París, joyas y diamantes por un valor incalculable (luego lo calcularon, obvio, y llegaron a la conclusión de que el botín asciende a 350 millones de euros).
Me pasó lo que a mucha gente le debe haber pasado: esbocé una sonrisa y pensé algo así como “qué fenómeno estos tipos...”. A esta altura ya no me siento culpable por este tipo de actitudes. En el colegio católico me enseñaron que también se peca de pensamiento. Alejado ya de la religión, me alegra saber que el Código Penal no lo contempla como delito. Y esto tampoco es una apología.