En propias palabras

El 16 de junio de 1976, Soweto —un suburbio negro a las afueras de Johannesburgo, Sudáfrica, que algunos de nosotros conocimos cuando el Mundial 2010— se convirtió en escenario de uno de los peores actos de barbarie de la historia contemporánea.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEse día, miles de estudiantes, niños algunos, adolescentes, salieron a las calles en una manifestación pacífica reclamando algo tan básico como es poder hablar en su propia lengua, la materna. La lengua con la que el mundo nos recibe, con la que se vive, se piensa, se ama, se crea.
El régimen del apartheid había decretado que el afrikáans, el lenguaje de los blancos dominantes, sería obligatorio en las escuelas negras. No importaba que fuera un idioma ajeno, impuesto, extraño a sus raíces. La lengua, en manos del poder, es una herramienta de control. Quien controla las palabras, moldea el pensamiento. Quien impone una voz, no dialoga, no se hace entender, no explica ni se explica: simplemente silencia al otro.