Antes de escribir la columna diaria entro a internet en una página de efemérides. Por más que sepa de qué voy a escribir, no puedo dejar de ver `qué aniversario sucederá mañana…`. Tal vez el suceso sea tan importante que me postergue eso que ya tengo en mente. No pasa por lo general. Pero siempre hay algo: un apellido, una batalla, una muerte, un nacimiento, un nombre. Todo –hasta un dato irrisorio o incluso fallido- puede ser un disparador. Suelo detenerme entre punteo y punteo a pensar un rato sobre lo recién leído.

Ayer leí: “1929 – Nace Héctor Tizón, escritor y diplomático argentino”.

(“El año de nacimiento de papá”, me digo. Si lo tuviera que escribir sería: “El año de nacimiento de mi papá”. Hay, en la exteriorización de un sentimiento, una necesaria posesividad hecha pronombre)