La mujer que sabe
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Qué duda cabe de que Tandil ya no es el mismo.
¿El mismo de qué? ¿El mismo cuál? ¿El mismo cómo? Me lo pregunto en un arranque de intolerancia hacia mí mismo y estoy a punto de borrar esa primera frase de la columna. Porque pretende decir algo, pero no dice nada.
Me resisto. Y reconfiguro.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailTandil ya no es el mismo de los sesenta, cuando nacimos (y ahora sí, ya nos vamos ubicando no solo en espacio sino también en tiempo. En una generación).
Ni el de los setenta, cuando nos criamos. Ni el de los ochenta, cuando soñamos. Ni el de los noventa, cuando empezamos a desconfiar.
Ni el de los primeros años de este nuevo siglo, cuando la ciudad parecía convertirse en una bola sin manija.
Creo que ninguna ciudad parecida a la nuestra es la misma después de semejante viaje.
Habrá que resignarse, bueno.