Los días de Albert Camus

Será que me siento más seguro caminando alejado de los extremos (que son cornisas y precipicios, es decir, vacíos) que lo que va de esta primera semana del año se me viene haciendo encantadora. Tengo una teoría que no puedo fundamentar, que sostiene que el verano en Tandil y sus alrededores se limita a unos días de diciembre, a la primera quincena de enero y a una semana de marzo, allá cuando los chicos comienzan la escuela y traspiran la gota gorda y fantasean con quedarse analfabetos para siempre.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailDe acuerdo a esa teoría, deberíamos estar soportando los días tórridos del verano pleno; las noches asfixiantes, las ganas de estar en cualquier otro lugar menos en el que se está, el malhumor que sube en proporción directa a la temperatura.
Pero no. Lunes y martes han sido días de 25/27 grados. Y eso, a esta altura de mi soireé, es el estado ideal. El clima cálido, la remera de día y un suéter de noche, la cerveza que le deja lugar a una copa de vino, la pileta por convicción más que por obligación, el atardecer que es un espectáculo más que un alivio. Me tengo que definir como un tipo templado, climatológicamente hablando, aunque me gustaría que el concepto fuese más abarcativo.