Pasear al sol

Hace un buen rato que está en silencio, con los ojos cerrados, de cara al sol generoso de la media mañana; los brazos cruzados sobre la panza. Lo observo de reojo y si no lo conociera podría suponer que está durmiendo. Pero lo conozco, claro, es mi amigo El Gordo, que cuando se duerme ronca. Pero ronca como para espantar al león de bronce de la esquina de la plaza, donde estamos ahora, sentados en un banco.
-Gordo, te quedaste callado de repente. Decime que no te dio un infarto. No tengo ganas de andar haciendo trámites de ambulancias, funerarias y esas cosas.
-Callate, mufasa. Estoy disfrutando del sol. Por qué no hacés lo propio y guardás silencio un rato.
-Ah bue… El tipo que me llama a las tres de la mañana porque no puede esperar al otro día para contarme alguna estupidez ahora me pide silencio. Matate, Gordo.
-Y sí. Me hiciste despertar, salir de mi momento diario de meditación, de mi oración al sol, de mi mantra. Me voy a tener que poner a mirar a las chicas que pasan…
-No seas machirulo, Gordo.
-Lo mío es contemplación, no te confundas. Puedo ver chicas y muchachos y personas…
-Dejá, no aclarés.
-Por ejemplo, ¿ese que va allá no es el Petiso García?
-¿Cuál?
-Aquel, que lleva un perro.
-No, ni idea. No veo bien. Además ni sé quién es el Petiso García.
-Iba con nosotros a cuarto.
-¿Cómo podés acordarte de esas cosas? Es un típico rasgo de inmadurez, ¿sabías? El tipo que no puede desprenderse de sus años de colegio, la infancia, la primaria, la secundaria…
-Si vos tenés memoria de insecto no me enrosques la bufanda. Me acuerdo y punto. Efectivamente, es el Petiso García. ¿Qué hace con un perro?
-¿Vos decís que porque cuando iba con nosotros a cuarto no tenía un perro?
-No, lenteja. Qué hace un tipo de la edad nuestra, a las diez de la mañana paseando a un perro con correa por la plaza del centro.
-Eso: pasea.
-Un perro chiquito, debí decir. Uno de esos perros enanos, asquerosos, ladradores, histéricos. Y ahí está mi confusión.
-Debió estar paseando un mastín napolitano.
-¿Pero no ves que vos sos bobo?
-¿Te parece?
-Sí. El tipo, el Petiso García iba con nosotros a cuarto, es decir, tiene nuestra misma edad. Una edad que no da para andar paseando con un perro del… a las diez de la mañana por una plaza. Eso es para dentro de diez, quince años. Miralo, decime si no te causa impresión. Es un hombre viejo, sin más expectativas que pasear a ese perro, que quizás sea lo más extraordinario que le pase en el día. Y encima, lo hace a la mañana, con lo cual le quedan catorce horas de aburrimiento.
-Ah, lo que no sos prejuicioso vos…
-No son prejuicios. ¡Escuchame! Se entregó, el Petiso se entregó…
-Mirá, primero que no veo bien al tipo; segundo que sigo sin recordar quién es o era el Petiso García; tercero, dejalo vivir; cuarto, en una de esas –y es altamente probable a la luz de los resultados- el tipo sea más feliz que vos y yo juntos. Capaz que se jubiló; aportó a una caja especial y se jubiló a los sesenta y ahora está disfrutando de la vida como se le canta. Se levanta a las nueve, desayuna con su esposa, comentan las noticias del día juntos, diez menos cuarto agarra la correa al perro y sale a pasear, a caminar, a tomar sol, aire, a pensar en las cosas de la vida, capaz que con lo que piensa está escribiendo sus memorias o una novela. Vuelve a la casa o antes pasa por la verdulería, hace las compras, prepara la comida… A ver: cuánto más dichosa es tu vida que la del Petiso García.
-Es acertado lo que decís. Pero como todo zurdo, sos sordo: no me escuchaste que el detalle está en el perro. Esa misma vida te la acepto, es más, te la compro si en lugar de esa caricatura de perro tuviera uno grande, un cachivache, no te hablo de raza, pero grande, normal…
-Ahá, como el tuyo, el Flecha. Que es grande, pero está chiflado; no lo podés traer porque es un caballo loco que no para de correr.
-Bueno, se porta mal, es cierto. Pero jamás lo sacaría con correa. Si algún día me ves paseando con correa con el Flecha haceme recapacitar.
-Le estás teniendo miedo a la vejez. No querés verte en el espejo del Petiso García. Pero te tengo malas noticias, Gordito.
-¿Qué? ¿Cuál?
-Hace media hora que estamos sentados al sol en un banco de plaza, un día de semana a las diez de la mañana. ¿Sabés cómo se llama eso?
-Sí. No. No sé.
-Se llama dos jubilados disfrutando de que ya se fue el invierno. Hace veinte años te hubiera provocado espanto verte así.
-Andá… vos y tus conjeturas. ¿Sabés qué?
-¿Qué?
-No es el Petiso García. Es parecido, me engañó la estatura. Pero no es. Este es más grande.
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