Mi madre estaba enamorada de Alain Delon. No la culpo. Ahora no la culpo, desde hace bastante tiempo. Pero por entonces sí la culpaba. Creo que eran muchas las madres enamoradas de Alain Delon en esa época. Lo que no sé es si se lo hacían saber a sus hijos, como ella me lo hacía saber a mí, tan así, tan abiertamente.

Supongamos que sí, que aquellos chicos de mi edad también sabían que sus madres estaban enamoradas de Alain Delon. Lo que pasa es que cuando yo me enteré de ese asunto, mi mamá y mi papá se habían separado hacía poco, un par de años antes. Y como todos, o quizás casi todos, yo quería que volvieran a estar juntos. Pero con Delon en el medio, las posibilidades eran muy remotas. Casi nulas. Para mi papá, digo. Ojo, él no era feo. Lo podría decir casi en términos objetivos; incluso hoy, veo algunas fotos de esa época y era un tipo atractivo: ojos claros, flaco, bien peinado, cejas tupidas. No era feo, mi viejo.

Pero el otro era imbatible. Cuando llegaban las revistas Radiolandia a casa, mi vieja las leía con devoción. Pero si traían a Delon en la tapa, no podía disimular sus suspiros, su cara de enamorada.

-¡Qué hombre hermoso!-, la escuché decir una vez a una de sus amigas que estaba en casa.

O cuando íbamos al cine.

En su condición de mujer sola, separada, no estaba bien visto por la sociedad que fuera sola al cine. Entonces, me llevaba de acompañante. He visto grandes películas sin entender absolutamente nada. Menos aún cuando mi vieja se ponía a llorar. Pero cuando actuaba Alain Delon y lo hacían sufrir o algo peor, lloraba de otra manera, más disimuladamente, como escondiendo un dolor profundo. Me acuerdo que con “Rocco y sus hermanos” la mirada de tristeza le duró unos cuantos días.

Solo en esos momentos me compadecía de mi madre. El resto del tiempo me caía muy mal que estuviera enamorada de Alain Delon.

Pero si hablamos de padeceres, a quien compadecía mucho era a mi papá. Cuando me pasaba a buscar para pasar el fin de semana juntos o cuando nos llevaba a mi hermana y a mí a tomar un helado un domingo a la tarde, yo lo miraba y verdaderamente me daba cuenta de que no tenía chances contra Delon. Creo que él lo sabía; que había perdido a mi madre para siempre por culpa de ese francés carilindo. Una vez le pregunté:

-¿A vos te gusta Alain Delon?

-No. No me gustan los hombres –me dijo, un poco confundido. Y quiso atemperar la respuesta tan cortante-. Pero es un tipo lindo. Un carilindo.

No le quedaba otra que reconocerlo. Pobre.

Una vez que pasaron los años, mi madre ya hablaba abiertamente del asunto. Porque a pesar de que había dejado de ser joven, Delon le seguía gustando. Me mostraba las fotos cuando conseguía una Radiolandia –porque un día dejamos de comprarla. Se nota que ya no teníamos tanta plata-

-¡Mirá qué churro!

Yo no sabía si enojarme, si quedarme callado o si decirle lo que pensaba. Porque para colmo, mi mamá ya había formado pareja. Y él, su nuevo marido, no solo era más feo que Alain Delon sino también que mi viejo. Pero era bueno. Entonces también me compadecía, porque más temprano que tarde se iban a separar por culpa de Delon. De mi papá no, de Delon. Pobre tipo.

La primera película de Delon que fui a ver solo fue “Los aventureros”. Fuimos con unos primos y unas primas y ellas también decían que era muy lindo. A mí –no sé si por revancha o porque como a mi viejo no me gustaban los hombres- me encantó la chica, Joanna Shimkus. No alcancé a enamorarme, porque no la vi más en ninguna otra película.

Hace algunos años, un día que fui a visitar a mi vieja al hogar donde vivía, le llevé una revista para que se entretuviera. Se puso contenta y mientras hablábamos pasaba las páginas hasta que se encontró con una noticia de Alain Delon.

-¡Ay, mirá qué viejo que está!

-¿Quién es, vieja?

-Cómo quién es… Alain Delon.

-Ah, mirá. Tenés razón, qué viejo. Pero sigue siendo un tipo lindo. ¿Vos estabas un poco enamorada de él, no?

-Hijo, cómo decís eso. Sigo enamorada. Miralo. Cómo no voy a estar enamorada.

Vi la foto otra vez. Y sí, tenía razón. La miré de reojo y tenía el gesto de cuando fuimos al cine a ver “Rocco y sus hermanos”.

Para ese entonces, hacía rato que la había perdonado.

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Un tipo lindo