La impopular reforma jubilatoria de Macron se endurece en Francia
El Gobierno busca sacar la reforma adelante en tiempo récord.

El gobierno del presidente francés Emmanuel Macron parece determinado a adoptar su cuestionada reforma previsional, mientras la oposición y los gremios, que ayer volvieron a marchar, redoblan su rechazo con la mayor movilización social en décadas.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailLa iniciativa, que es una de las promesas electorales estrella del mandatario, busca retrasar la edad jubilatoria de 62 a 64 años, alargar el periodo de cotización de 42 a 43 años y suprimir la mayoría de regímenes especiales actuales.
Ya en 2020 Macron tuvo que archivar una medida similar por el descontento social y la llegada de la pandemia, pero esta vez su gobierno busca sacarla adelante en tiempo récord y para ello escogió un polémico procedimiento que limita hasta el 26 de marzo la fecha en la que se tienen que pronunciar las dos cámaras del parlamento. De no hacerlo, la reforma sería adoptada por decreto, algo que nunca ha ocurrido.
El senado, controlado por la oposición de derecha favorable a la medida, tiene hasta hoy a la medianoche para votarla, luego que la Cámara baja no llegara hacerlo debido a las numerosas enmiendas presentadas por la coalición de izquierdas.
El próximo miércoles representantes de ambas cámaras se reunirán para tratar de acordar un texto común, sobre el que diputados y senadores deberían manifestarse de nuevo o al menos intentarlo.
Malestar en las calles
En tanto, el malestar en las calles no hace más que crecer: tras cinco masivas manifestaciones pacíficas en enero y febrero, los sindicatos decidieron intensificar su repudio unánime esta semana y el pasado martes lograron movilizar a 1,28 millones de personas, según las autoridades, y a 3,5 millones, según la Confederación General del Trabajo (CGT), en la mayor protesta contra una reforma social en tres décadas.
Ayer salieron nuevamente a las calles en varias ciudades francesas y pidieron al Ejecutivo no “jugar con fuego” porque las movilizaciones van a continuar.
Además, iniciaron huelgas prorrogables en sectores estratégicos, como el de la energía y transportes.
Tres de cada cinco franceses apoyan la movilización, según los sondeos, mientras que un 71 por ciento se opone a la reforma.
Sin embargo, el poder real de los gremios es “bastante débil”, advirtió a Télam el analista político y encuestador
Jérome Sainte-Marie, quien indicó que están muy presentes en el sector público, pero sólo cuentan con un tres por ciento de adhesión en el privado, lo que reduce significativamente su capacidad de paralizar el país.
Tampoco ayuda el contexto económico desfavorable, que hace que muchos no puedan permitirse sumarse al paro.
“Las cifras son enormes, pero la presión es muy débil. Mientras que la economía no sea bloqueada o no haya violencia, y si no hay una perspectiva parlamentaria para la oposición, es algo muy fácil de manejar para el Gobierno”, señaló.
Según explicó, el bloqueo hubiese sido posible si existiese una oposición unida, pero está dividida en dos extremos opuestos: la Nueva Unión Popular Ecologista y Social (Nupes), encabezada por Jean-Luc Mélenchon, y la Agrupación Nacional (AN) de la líder de ultraderecha Marine Le Pen.
Contexto
Tanto la Nupes como los sindicatos rechazan cualquier tipo de coordinación con la extrema derecha, una apuesta que calificó de “suicida” desde un punto de vista social, ya que Le Pen fue votada por el 57 por ciento de los empleados y el 67 por ciento de los obreros en el último balotaje presidencial frente a Macron.
La fuerza de los opositores radica en que una gran mayoría de la opinión pública los respalda y se opone a esta reforma, manifestó a Télam el director de la socialdemócrata Fundación Jean-Jaures, Gilles Finchelstein.
“Si logran detenerla, lo que evidentemente es difícil, no será con sus armas jurídicas, sino gracias a la situación política que han creado que obligaría al presidente y al gobierno a dar marcha atrás”, precisó.
Sin embargo, admitió que dicha posibilidad es “muy improbable” porque sería una derrota política muy dura para Macron que dañaría, asimismo, la imagen de presidente reformador que quiere instalar.
Un punto compartido por Sainte-Marie, quien afirmó que en ese caso su “construcción política” podría derrumbarse, más aun teniendo en cuenta que este es su último mandato.
El gobierno defiende subir una de las edades de jubilación más bajas de Europa como una manera de evitar un déficit en la caja de las pensiones en 2030.
Si la reforma finalmente es adoptada, el Gobierno espera que el movimiento social termine apagándose, algo que Finchelstein considera como una apuesta incierta.
“Me sorprendería mucho que la movilización se acabe de un día para otro”, opinó y agregó: “Ya hubo un precedente en 2006 de una ley que, pese a su adopción parlamentaria, no fue aplicada. Eso puede ser un motivo de esperanza para quienes quieran seguir movilizándose”.
Sainte-Marie, en cambio, no cree que vaya a haber “una deriva insurreccional” porque la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), principal gremio del país, “no está nada interesada en eso y, de todos modos, los franceses no lo quieren”.
Ambos coinciden, no obstante, en que si la reforma sale adelante creará un resentimiento muy fuerte en una gran mayoría de la población, que considerará que una ley injusta fue aprobada pese a una oposición contundente.
Esta situación golpeará seguramente al Ejecutivo, que podría verse expuesto a un clima de hostilidad a la hora de promover nuevas reformas, a la vez que podría darse un resurgimiento de la acción gremial, sostuvo Finchelstein.
Pero Macron también podría verse beneficiado de cara a su electorado: “Cuando se hace una reforma y se tiene una oposición fuerte, eso al menos tiene el mérito de consolidar su campo y dar un sentido a su presidencia”, puntualizó Saint-Marie, para quien la autoridad del mandatario saldrá reforzada.
La AN de Le Pen también saldría inmune de la derrota, pese a haberse opuesto a la reforma, algo que el analista atribuye a la “torpeza” de los sindicatos y la izquierda. A su juicio, su exclusión del movimiento contentará a los militantes, pero no al público general que exigirá responsabilidades.
“Si hubiese estado comprometida en las movilizaciones, la reforma hubiese tenido menos chances de salir adelante y, sobre todo, también sería responsable del probable fracaso de los oponentes. Pero la actitud sectaria de la izquierda la protege, es totalmente absurdo”, argumentó.
Según una encuesta reciente de la consultora Ifop, para un 46 por ciento de los franceses Le Pen es quien mejor representa el rechazo a la iniciativa, por delante de Mélenchon (43 por ciento) y el líder de la CGT (41 por ciento), mientras que un 34 por ciento considera que la política de la oposición está más cerca de sus preocupaciones. (Télam. Por Marianela Mayer)