La justicia social desde Argentina
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Por Roberto Estevez
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Accedé a las últimas noticias desde tu email“La justicia social es una aberración”, dijo el presidente Javier Milei (el 21 de febrero de este año, en el Banco Interamericano de Desarrollo), intentaremos analizar esta expresión desde sus orígenes conceptuales y desde la historia argentina.
Un panorama muy general
La expresión justicia social, tiene un origen preciso, fue usada por primera vez por Luigi Taparelli (sacerdote jesuita italiano, en su obra Saggio teoretico di diritto naturale, appoggiato sul fatto - Ensayo teórico del derecho natural apoyado en los hechos, 1843), y difundida internacionalmente por las enseñanzas ininterrumpidas de los papas desde 1891 (Rerum Novarum, de Papa León XIII, para defender a los trabajadores, frente a los desequilibrios que acompañaron a la revolución industrial, y promover el bien común). Finalmente, la misma fue adoptada por de John Rawlsen “Una teoría de la justicia” (1971) -que el autor describe a como una teoría de la justicia social-, y adquirió carta global por posterior uso en el sistema de Naciones Unidas.
La preocupación por los problemas sociales ha estado presente, con mayor o menor intensidad y acierto, en todo el discurrir histórico de las Iglesias, a partir de la enseñanza bíblica incluidas en el Antiguo Testamento (la ley y los profetas), y sobre todo de las enseñanzas de Jesús de Nazareth (Mateo 25) y su proyecto apostólico, la construcción del Reino de Dios en su aquí y todavía no.
Esta preocupación se ha expresado a través de múltiples escritos, como las llamadas enseñanzas de los Padres de la Iglesia de la Antigüedad (como Ambrosio, y Agustín), y de los grandes teólogos del Medievo (como Tomás, y Buenaventura), o en la defensa de los naturales de América (Vitoria) o en la promoción de una declaración de los derechos humanos por la ONU (Maritain).
Pero, sobre todo, a través del testimonio vivo de innumerables cristianos que, en distintas circunstancias histórico-culturales han hecho realidad el seguimiento de Jesús como servicio a la liberación de los hombres, como el catolicismo social de Bélgica que promulgara un sistema de seguro social integral, incluyendo prestaciones por enfermedad (1894), seguro voluntario de vejez (1900) y seguro de desempleo (1907).
El papa León XIII, alumno de Taparelli en el Colegio Romano, recogió sus preocupaciones por las consecuencias sociales de la revolución industrial, en la encíclica Rerum novarum (1891), donde habla de principios y doctrinas sacadas del Evangelio, o de filosofía cristiana. Pío XI utiliza expresiones como filosofía social o doctrina en materia social y económica (doctrina de re sociali et oeconomica)
La Rerum novarum polemiza con el socialismo y con el liberalismo; Pío XI, en la Quadragesimo anno (1931), pondrá en el centro de la polémica al capitalismo y comunismo. Años más tarde condenará los totalitarismos: fascismo (Non abbiamo bisogno, 1931), nazismo (Mit brennender sorge, 1937) y estalinismo (Divini redemptoris, 1937).
Su secretario de Estado, redactor de los borradores de los documentos antes enunciados, que pasó a la historia como Pío XII, acuñará la expresión Doctrina Social de la Iglesia, aunque también utilizará la expresión doctrina social católica.
Este cuerpo de pensamiento social, había sido la fuente de iluminación de quienes planearon el atentado del Bunker a Hitler, para la toma de poder, en un intento de detener la guerra previamente acordado con Churchill, a través de los canales de comunicación facilitados por el papa Pío XII.
Los sobrevivientes, después del fracaso del atentado impulsarán el proyecto más “absurdo” del siglo XX (terminar con las guerras en Europa occidental): Jean Monnet, Konrad Adenauer, Robert Schuman, Alcide De Gasperi, Giorgio La Pira y Paul-Henri Spaak, poniendo en marcha la economía social de mercado, que consiguió la desproletarizo de Europa Occidental y su unificación.
Es tan clara la filiación espiritual de estos hombres, que la mitad de ellos: Robert Schuman, Alcide De Gasperi y Giorgio La Pira, se encuentran en distintas etapas de canonización por la Iglesia Católica.
El proceso argentino y los nombres
En el debate de candidatos a la presidencia 2023, el candidato del peronismo cordobés, Juan Schiaretti, usó la expresión tanto estado como sea necesario, tanta sociedad como sea posible, síntesis frecuentemente usada en los círculos de la fundación Konrad Adenauer para sintetizar el supuesto político de la justicia social en la reconstrucción de Europa.
Este tema, al igual que el europeísmo-antinorteamericanismo argentino, comienza con la presidencia de Roca. Durante el unicato roquista se menosprecia lo norteamericano (que había sido admirado por Belgrano y Sarmiento), para adherir al positivismo europeo y, desde el estado, pretender cambiar las bases de la sociedad subsistente de las Provincias Unidas, por una nueva sociedad que tuviera a la Nación Argentina, como un nuevo proyecto histórico.
Lo que Miguel Cané definía como “espíritu abierto a la poderosa evolución del siglo, con fe en la ciencia y en el progreso humano” era también la unión federal de las oligarquías provinciales que comenzaron a gobernar a través de un sistema unitario
El estado de Roca, a tenor de los vientos del progresismo de entonces, consideraba negativamente todo lo hispano, y con ello lo católico. Se concentró por tanto en lo que creía anularía la influencia católica en la sociedad, particularmente estatizando los registro, el matrimonio, la educación, y los cementerios. Así como introduciendo momentos “sacramentales” -de culto estatal- en la vida escolar de los niños. Todo lo cual generó la oposición de personas de la talla de Estrada, Goyena, Frías, Funes, y Pizarro.
José Manuel Estrada (1842-1894) había sido valorado desde muy joven por la elite liberal, fue secretario de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento y ocupó, durante 1869, el cargo de jefe del Departamento General de Escuelas del Gobierno de Buenos Aires. En 1874, fue elegido para llevar adelante la Dirección de Escuelas Normales y el Decanato de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, fue rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, participó de la Convención Provincial Constituyente y Diputado de la Provincia de Buenos Aires, impartió en la UBA, el "Curso de derecho constitucional, federal y administrativo" desde 1877, hasta que fue removido de su cargo de Rector y Profesor del Colegio Nacional en julio de 1883 y, posteriormente, despojado de su cátedra universitaria de Derecho Constitucional y Administrativo (junio de 1884).
Hasta entonces había referencias acuñadas en el período español, que después sobrevivieron bajo formas diversas y vigorosas, que el roquismo pretendió erradicar. Los rechazados de entonces fundaron el Club Católico, en oposición al Club Liberal, fundaron el partido Unión Católica, y el diario La Unión.
Durante el gobierno de Miguel Juárez Celman, Estrada participo como orador en el acto fundacional de la Unión Cívica de la Juventud, que posteriormente se convertiría en la Unión Cívica Radical. La participación de Estrada en ese momento germinal, ya orienta porque Alem expresa sobre el régimen, no solo que es falaz, sino también descreído.
Antes de sus comienzos políticos, el joven Leandro Alem escribió un poema titulado Sombras, en cuyos versos expresa: Pero ¡adelante! dije, que en la lucha/se retemplan mejor las grandes almas/cuando inspiradas por la voz del Cristo/al porvenir dirigen sus miradas.
Y en uno de sus últimos textos, confinado en la isla Martín García (Memorial a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el 24 de agosto de 1931) Yrigoyen afirmó sobre su acción de gobierno: nadie llevó más allá, ni aplicó con más unción la doctrina del Evangelio.
Muchas de las familias de los católicos que habían adherido a la Unión Cívica, subsisten aun en él radicalismo, sin embargo el crecimiento de su veta laicista, el anti positivismo heredado que se transforma en antiliberal, y la adhesión al universo reformista, hace que mucho del apoyo se fuera diluyendo. Las múltiples líneas católicas intelectuales, los medios de comunicación y los muy vitales Círculos Católicos de Obreros, entienden que el anarco sindicalismo, las alianzas con el Partido Comunista (como en Córdoba con Sabattini), y las ambigüedades del proceso reformista, pueden terminar por decantar en un proceso soviético.
De Gaulle y Perón
Por otra parte, en el GOU (que pudo haber significado Grupo de Oficiales Unidos o Grupo Obra de Unificación) varios de los miembros buscan una alternativa al capitalismo y al socialismo en la doctrina social de la Iglesia. Robert Wilkinson capellán militar desde 1934, buen orador, publicista y asesor de organizaciones mutuales, llamó la atención de Farrell y Perón, quienes valoraron sus perspectivas y orientación.
La posterior llegada de Perón al gobierno, cristalizó las múltiples líneas católicas (intelectuales, medios de comunicación y sindicatos) a su favor, incorporando intelectuales que fueron desde un espectro reaccionario, hasta los de sólida formación, como Arturo Enrique Sampay ideólogo de la Constitución Argentina de 1949, y desarrollador del constitucionalismo social en la Argentina.
Paralelamente, en toda la Europa occidental de post guerra se extendieron los principios social cristianos, de la justicia social, que compartían Adenauer, de Gasperi y Schumann, constituyendo fuertes partidos que llevaron adelante la unión europea.
El escritor español, Enrique San Miguel (en su libro El Evangelio de los Audaces, 2005), nos aclara que eso no fue así en Francia, donde esos esquemas conceptuales social cristianos, para logrando articular un discurso horizontal y suprapartidario, fueron empleados para constituir una fuerza propia personalista por Charles De Gaulle, agregando a continuación que esto no sucedió en ningún otro lugar, salvo en la Argentina del General Perón.
La vertiente social cristiana europea, no fue la única “esencia” que confluyó en el peronismo. Sino también la praxis política de los socialismos nacionales fascistas, y las tres vertientes principales en los orígenes del movimiento obrero argentino: la católica del padre Federico Grote, la socialista democrática y la anarcosindicalista.
A lo largo de la historia del peronismo, las esencia cristiana, socialista y fascista han permanecido en permanente contradicción, con momentos de primacía de unas u otras. Momentos a veces más luminosos, u otras veces muy obscuros, como lo muestra el encuentro de María O`Donnell con Mario Firmenich en su libro Aramburu (2020).
La reconstrucción minuciosa del secuestro y homicidio de Aramburu va abriendo paso a los orígenes de Montoneros, a su disolución fáctica, transparentando los valores que energizan las acciones durante uno y otro período.
Mientras relata esta historia de la memoria de la democracia argentina, va refiriendo otras dos historias globales/locales: la de la guerra fría -desde de la segunda guerra mundial-, y la de la tensión conservación/renovación en la Iglesia Católica -ya antes del Concilio Vaticano II-: En plena guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, con el empuje de las numerosas colonias que se habían independizado en África y Asia, había surgido el Movimiento de Países No Alineados y la noción de Tercer Mundo. Esos vientos de cambio conmovieron a la Iglesia en forma inesperada.
Hasta donde sabemos, los hombres no dejan de valorar mientras viven. Nuestros sueños y pesadillas expresan valoraciones, aun cuando dormimos. Toda relación entre hombres (mujeres y varones) está energizada por lo que valoramos. Las ideologías, como enlatados morales, sortean muchos problemas entre personas y automatizan el consenso, con lo que, en realidad, van acumulando problemas sin resolver, ya que acumulan deberes vacíos de realidad, y lo que las cosas son va perdiendo importancia por la inflación sustituta de lo que las cosas deberían ser.
En este sentido el libro de O’Donnell trae un dato duro. En 1973, al comienzo del tercer gobierno peronista, la pobreza era del 4,8% de la población, que si lo midiéramos con los indicadores actuales no llegaría al 11%.
En Argentina, no basta con proclamar la justicia social, no basta con querer hacer el bien, para hacer el bien hay que saber cómo hacerlo.
Profesor titular ordinario de Filosofía Política, FCS-UCA.