ENFOQUE
Somos educación pública
La Unicen es una universidad con varias cualidades. La excelencia científica, la calidad en su formación y la cercanía con la gente, son atributos que la caracterizan desde sus orígenes y en la actualidad.
Fue gestándose por separado y en procesos paralelos en las ciudades de Tandil, de Olavarría y de Azul, hasta que una Ley Nacional en 1974, hace ya cincuenta años, une estos tres procesos regionales que llevaban varios años, y crea lo que hoy conocemos como la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Pronto dejaron de ser tres procesos paralelos para ir construyendo un proyecto de Universidad, al que muchos años después se sumó Necochea-Quequén.
Por sus pasillos pasaron miles de historias de vida de jóvenes con la ambición de aprender. Yo fui uno de ellos. Tenía el deseo de ser profesional, elegí una carrera con las pocas herramientas que uno tiene a los 18 y una familia que apoyó la decisión. Hoy siento que soy el producto de aquella decisión personal y familiar y de un largo camino de formación que fue financiado por el Estado silenciosamente.
Luego de ser profesional, el Estado nuevamente a través de la Unicen volvió a financiar mi formación de posgrado con una beca en el extranjero y el compromiso de regresar e involucrarme en la carrera docente. Nunca, durante los años que fui estudiante aquí y allá, fui consciente de que sin el financiamiento del Estado no hubiera podido llegar ser lo que soy. Allí cuando la familia hace todos los esfuerzos y no puede más, aparece el Estado igualando.
Hoy el propio gobierno de turno pretende instalar la idea de que el Estado no sirve y tiene que correrse de ese lugar, y pienso en quienes tienen 18 y quizá la misma ilusión que yo tuve. Me angustia pensar en que si esta idea prospera, no tendrán las mismas posibilidades que yo tuve.
La educación superior transforma vidas. Lejos quedó ese joven torpe que ignoraba casi todo y solo conocía lo límites de su pueblo y algo más allá. No solo pasaron los años y tengo una profesión, mi cabeza explotó con conocimientos que me hicieron entender el mundo, el funcionamiento de las cosas y de la sociedad. Pude experimentar otras culturas y sobrevolé el universo a través de todos mis sentidos. Mi imaginación hoy no conoce de límites ni imposibilidades y colaboro con mis acciones a construir una sociedad más justa e integrada. Eso es haber pasado por la universidad pública para mí.
Tengo amigos y conocidos para quienes su paso por la universidad les representa otros valores bastante distintos a los míos, porque la Universidad Pública ayuda a construir proyectos de vida, no adoctrina en uno. Sin embargo, todos tienen algo en común, miran hacia atrás y no imaginan como serían sus vidas si no hubieran pasado por la Unicen .
Hoy creo que el Estado se equivocó. Que la Universidad y la sociedad se equivocaron al callar. Debieron decirme cada año, debieron explicarme cada día durante esos años que la transité, que eso estaba siendo posible porque en Argentina la educación es constitucionalmente un derecho que el Estado debe financiar de manera completa y jamás intentar desprestigiarla. Y que si por alguna razón dejaba de hacerlo, mi vida daría un giro de 180 grados.
Eso que anhelaba a los 18, ese proyecto indefinido repleto de inseguridades y temores fue moldeándose junto a profesores que confiaron en mí, me brindaron su conocimiento y me enseñaron con su ejemplo de vida y disciplina. Amigos que siempre estuvieron (y siguen estando); una fábrica que me empleó como “pasante” y luego como profesional; una ciudad con instituciones que acompañaron varias de mis locuras y un campus universitario bellísimo, como pocos.
Eso es haber pasado por la universidad pública para mí. Hoy soy esos docentes, la biblioteca en la que dejé una huella en el piso, la butaca del aula que compartí junto a otros 300 jóvenes, el servicio de internet que pude usar cuando nadie accedía en sus hogares, el comedor subsidiado, el colectivo público que tomé durante años y cada uno de los espacios e instituciones que me contuvieron. Todo eso y mucho más es educación universitaria pública y de la más alta calidad.
Soy el resultado de la educación pública que me acompaña desde la primaria. Pero nunca me lo dijeron. Lo entendí de muy grande. Por eso ahora no pierdo oportunidad de decírselo a todos, en todo momento.
Pero la mía es solo una historia más entre tantas, en miles y millones. Porque Argentina es el gaucho, el mate o el dulce de leche, tanto como es educación pública y Estado presente. Porque la sociedad es lo que es, a partir del desarrollo educativo, científico y tecnológico que emerge de sus universidades públicas.
La pantalla por la que lees este mensaje, la posibilidad de comunicarnos al instante, la expectativa de una vida cada vez más larga, la máquina en la que oís los latidos de tu bebé en la panza, las manos del cirujano que te salvó la vida o del psicólogo que te ayudó a acomodar algunos patitos, el sistema de seguridad de tu auto, el avión o el tren que usas, la tecnología para trabajar el campo, la casa en la que vivís y el confort que puedas tener en ella, el agua caliente y el sistema de cañerías que la transporta, la música que podes oír mientras caminás, los medicamentos que tomás para no sufrir, los productos con los que te higienizas, la ropa técnica con la que haces tu deporte preferido, los contenidos audiovisuales que te transportan a otros mundos, el odontólogo que te arregla un diente, o el veterinario que sana tu mascota, la lista demandaría hojas enteras y no estaría completa.
Toda, pero absolutamente toda, tu calidad de vida u oportunidad de progreso no es tuya ni es el resultado solo de tu sacrificio. Es producto de décadas de desarrollo científico y de profesionales y técnicos capacitados para implementarlo. Pero nunca nos explicaron esto. No solo eso, nos hicieron creer que lo único que vale es el sacrificio personal, como si ese esfuerzo tuviera algún sentido en un mundo desprovisto de la estructura de vida que proviene de la educación y la ciencia pública.
Y sabés otra cosa, la ciencia es pública en todo el mundo por la sencilla razón de que no es rentable salvo a muy largo plazo y solo en algunas aplicaciones. Por eso la financian los Estados con acuerdos y convenios con empresas para poder implementarla y convertirla en todo eso que disfrutas. Acá y allá, en todos lados funciona igual.
Defender el financiamiento completo de la educación y la ciencia es defender calidad de vida para todos y la posibilidad de transformar potencialmente la vida de personas. Sin educación pública no habría igualdad de oportunidades ni mucho menos libertad, ni desarrollo del pensamiento humano. Ni Argentina sería lo que es, ni yo sería quien soy ni vos serías lo que sos. Somos Educación Pública