Trabajo y salud mental: ¿nuestros tiempos modernos? ¿tiempos post modernos?

Por Diana Broggi y Lucio Angeloni *
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailNuestro tema de todos los días: el trabajo. Una realidad de actividad constante, escasamente valorada, cada día más exigente. El mundo laboral se reconfiguró después de la pandemia y parece habernos enrostrado abrumadoramente la relación tensa entre trabajo y salud mental. Esta última se volvió catalizadora de todas las sobre exigencias y estrés del antes-después de la pandemia y por supuesto de la actual. En el Informe mundial sobre salud mental de la OMS, en el 2022 explícita como la pandemia de COVID-19 generó una crisis mundial de salud mental, alimentando el estrés a corto y largo plazo, y socavando la salud mental de millones de personas. Por ejemplo, se calcula que el aumento de los trastornos de ansiedad y depresión ha sido de más del 25% durante el primer año de la pandemia. Este mismo informe de la OMS en 2022, publicado por la OMS, destacó el lugar de trabajo como ejemplo clave de un entorno en el que se necesitan medidas que transformen la situación de la salud mental.
En la Argentina mileista del 2025 este panorama realza la crisis y proponemos una mirada que no sólo “diagnostique” sino que nos permita ver, para comprender y pensar propuestas para transformar lo necesario.
Tiempos de solo ver, crueldad.
Nos permitimos una referencia a Lacan, que propone 3 tiempos lógicos: instante de ver, tiempo de comprender y momento de concluir. En diálogo con una psicóloga, trabajadora de salud mental nos decía: “En nuestro presente continuo, todo es instante de ver, historias de Ig, videos de tik tok… Cuesta mucho hacer tiempo a la elaboración, a comprender. Luego pasamos constantemente a la conclusión”. Esta suele ser la foto de nuestras escenas cotidianas, frustrantes, con ritmos muy acelerados en la vida urbana o un desgaste permanente producto de la incertidumbre por el valor económico real de nuestras labores.
Las exigencias del mundo del trabajo han aumentado vertiginosamente, sus cambios, su fisonomía y lejos estamos de la premisa o frase ideal de que “el trabajo dignifica”. Sumado a esto, en la Argentina vivimos una época arrasadora en términos económicos, con despidos tanto en el sector público como privado, lo que genera una suerte de amarre a modo de subsistencia a la actividad laboral que sea, más allá de las condiciones.
Las “condiciones” se relativizan o se caen en términos de derechos cuando la amenaza es disciplina del miedo de perder -lo poco que tengo - todos los días.
¿Nuestra salud mental es parte de esto? del todo o parcialmente? Si es lo segundo, más bien como una variable de ajuste en la escena laboral, no podemos negar el blanco directo que significa, en el impacto cotidiano, insidioso, visible e invisible de los cambios y la dinámica del plano laboral en nuestras vidas.
Preguntarnos entonces cómo incide en los entornos laborales y en nuestra vida diaria por ejemplo el imperativo de ser productivo/a, virtuoso/a, creativo/a, en línea a los requerimientos de los empleadores. Tal vez no sea solo abarcando la resolución de las tareas/objetivos sino también las horas de trabajo en relación al salario. Tal vez el significante "workaholic" esconde una dramática negación en torno a lo que no sabemos hacer: no hacer nada.
En la actualidad trabajar consume gran parte de nuestro tiempo vital, se imponen jornadas laborales que exceden las 8 hs o multiempleos y aun así el salario no alcanza para pagar el alquiler, alimentarnos, trasladarnos al trabajo. Estamos en un lugar y no estamos en ninguno. Que energía y resto vital nos queda para el escenario de emociones, vínculos, creatividad, descanso, arte, desarrollo de nuestras habilidades sociales como también espacio propio, de conocerse y por ende en el reconocer nuestros intereses y disposiciones al momento de pensar una vida más allá del trabajo.
Tiempo quemado
Mientras el burnout, el estrés laboral, el mobbing, entre otros malestares múltiples, no son novedades en absoluto en nuestros tiempos, las experiencias laborales combinan en su gran mayoría cuotas de agotamiento muy grande, desgano y la frustración cotidiana. Esto no solamente se traduce en las exigencias del propio trabajo, sino que también tiene que ver con modelos vitales que replican mandatos y las exigencias del nuevo siglo en clave del disfrute en el desarrollo cotidiano. En nuestro tiempo, "hacer otras cosas” para compensar el desgaste laboral, también parece haberse convertido en un trabajo de, con otras rutinas y deberes para los que por supuesto el mercado ofrece posibilidades. En este esquema, también cuando no trabajamos, muchas veces “ no sabemos qué hacer” y la necesidad imperiosa de ser útiles, productives, creativos/as nos modela y condiciona subjetivamente.
Estas dinámicas macropolíticas también evitan aquellas preguntas que es necesario hacernos, en pausas y demoras clave para comprender. ¿Para quién producimos? ¿Para qué producimos? ¿Por qué producimos?. A su vez, los malestares y el acostumbramiento al pagar con nuestra salud mental en los ámbitos laborales es moneda corriente.
Son preguntas con respuestas que queman, cuando evidencian por ejemplo la legislación laboral que no se cumple, cuando no hay un tercero de apelación en el ámbito privado, cuando el Estado no está presente o cuando el Estado vulnera laboralmente. Cuando no se contemplan las dobles y triples jornadas de las mujeres, cuando la comunidad LGTTBI no tiene oportunidades, la ley de cupo no se cumple, cuando la informalidad es (INDEC), en la Argentina del 42%. La inseguridad laboral, la inestabilidad que enmarcan estas condiciones, también determinan nuestra salud en términos integrales, y claramente nuestra salud mental.
Tiempo en demora
Frente al vertiginoso momento que toca vivir, pensar la demora, o el espacio distante, parece una utopía. Un tiempo de espacio-calidad frente a la velocidad arrasadora que nos arremete día a día, puede ser revolucionario. Una demora para pensar, para ver y comprender, no es necesario “abstraerse” (aunque pueda ser también) para mirarnos empatizando con el contexto.
Recuperar los lazos y evitar la fragmentación entre pares. Los espacios laborales se han vuelto lugares en donde nos relacionamos con las competencias laborales de nuestros compañerxs y no con personas que son capaces de sentir, que por sobre sus cuerpos transcurren miedos, alegrías, inseguridades, ansiedades, preocupaciones, consumos. Lo que nos define desde la mirada de los demás no es solo como trabajamos sino la rapidez con la que lo hacemos y la efectividad y obediencia de la tarea, parámetros de evaluación de un mundo del trabajo que deja por fuera súbitamente cualquier variable de Salud Mental, generando juicios de valor de no aceptación para quienes no cumplan con esos requisitos que se imponen en la sociedad para ser un alienado/a.
Está bien valorado trabajar hasta el cansancio hasta que no podamos más (¿workaholic?) en cambio todo aquel que no lo hace será un “vago/a” o “un mal compañero/a”, “ladrón” que le está robando capital a su jefe.
Resulta necesario que la mirada de los demás sobre nosotros deje de ser un látigo que nos golpea subjetivamente. Reconocer cómo y cuánto las consignas o imperativos dominantes que se nos muestran como socialmente válidos en el siglo xxi tienen su correlato en la vida cotidiana, en nuestro trabajo y en la organización psicosocial del mismo. También cabe demorar a preguntarnos y ver que nos respondemos, si tienen la misma relevancia en el tiempo en el que no trabajamos ?
Tiempo para proponer
Necesitamos recuperar nuestro tiempo como espacio de salud y de salud mental en particular. La pregunta sobre cómo ganarle a la época del tiempo extraordinario, del tiempo que discurre y se nos escapa, se impone vital a la hora de pensar en otros esquemas posibles y recuperar la agenda del trabajo.
Recuperar la agenda de una reforma laboral, que no quede en manos de la derecha y
salir de la encerrona que en definitiva nos propone la vieja política, revisar las perspectivas sindicales y actualizar modelos que puedan estar ciegos ante un mundo que cambió y que demanda regular el sistema poniendo en el centro a los seres humanos.
No perder el valor de lo humano, concebir que somos seres sentí-pensantes en lo laboral no debería ser “naif” o utópico. Nuestro tiempo amerita más comunidad, más empatía por el otro/a y nosotros mismos.
Ante la precarización de la vida el antídoto es más encuentro, tejer redes, salir de los espacios que nos “queman”. Organizar la bronca con nuestros compañeros/as, nuestros vínculos, entender que no podemos seguir ni construir dignidad ante las exigencias de un mundo que nos segrega, nos apura, nos deshumaniza, nos copta las ganas de vivir.
El capitalismo demostró que fracasa ante lo humano, ser más “eros” es defender la vida y esa pulsión latente hoy es pensar que el trabajo no puede más estar fuera de nuestra agenda de condiciones necesarias para vivir una vida digna de verdad. en sintonía con la humanidad que somos, con la naturaleza, con el planeta que tenemos y al que no hemos sabido cuidar, como a nosotros/as mismos.
Recuperar la idea de tiempo, tiempo que nos atraviesa y tiempo que perdemos. Recuperarlo en clave de cuidado es salud mental, no es en una carrera temporalizada ni mucho menos contra nuestras vidas y nuestros deseos.
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Diana Broggi psicóloga y docente feminista de la UNLP.
Lucio Angeloni - Ciencias de la Educación UNICEN - Trabajador de Salud Mental PBA