Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

Al vecino Publio Massini se debe la primera gestión, allá por 1852, para establecer un de correos en Tandil. El danés Juan Fugl, protagonista principal del progreso de la aldea, por aquella época, no solo fue quien respaldó esa iniciativa, sino que haciendo valer el prestigio que había obtenido ente los estancieros, consiguió poco después el aporte de éstos para la renovación de caballos en cada una de las postas.

Así surgieron las primeras galeras, que habrían de ser también las primeras mensajerías, entre Tandil y Buenos Aires, siguiendo una ruta casi paralela a los huellones trazados por las carretas de antaño. Y, también, entre nuestro pueblo y Bahía Blanca y Laguna de los Padres.

Eran vehículos sólidos, toscamente construidos, formados por una casilla de madera más alta que ancha, un poco angostada en su base y sostenida a los ejes por cuatro gruesas sopandas de cuero. Se ascendía al interior por un largo estribo transversal a la caja. La puerta se abría hacia afuera.

Los asientos -que no eran otra cosa que cajones destinados a despensa y a bodega ambulantes- estaban ubicados a lo largo del carruaje. Sobre las duras tapas, los viajeros disponían frazadas, ponchos o mantas que, a guisa de almohadones, hacían más confortable la trajinada marcha por los caminos de tierra de antaño.

Comúnmente las galeras llevaban su nombre pintado alrededor de la caja: “La Constante”. “La Porteña”, “Brisas del Desierto".

Los bultos se colocaban en el techo. Los vidrios laterales eran corredizos y la parte de adelante se cerraba con otro vidrio.

Tenía la puerta de acceso en coparte posterior de la caja. Las ruedas muy gastadas estaban a veces deformadas por los golpes del camino.

Tenían capacidad para transportar hasta diez personas y eran arrastradas por diez caballos, cuando los tiempos eran normales. En épocas de lluvia, se les agregaba cuatro cuartas más, sobre todo para transponer los arroyos.

Eran dirigidas por un mayoral y dos postillones, que eran los encargados de conducir las cuartas.

El mayoral tenía la misión de entregar la correspondencia y también de tocar el clarín cuando la carrindanga arribaba a cada pueblo.

La carrera a la Capital Federal efectuaba un recorrido de 93 leguas, a través de 20 postas. La primera parada luego de salir de Buenos Aires, era en Lomas de Zamora, a cuatro leguas. Efectuado allí el cambio de caballos, continuaba luego otras cuatro leguas hasta Estancia Grande. A dos leguas estaba San Laurencena, donde también paraba. Luego seguía por San Vicente Primero a dos leguas, San Vicente Segundo a otras dos, San Justo a cinco, Los Merincos a tres, Mostazas Chicas a dos, San Gregorio a tres, hasta llegar a Ranchos a otras tres.

De allí continuaba por Ranchos Afuera, ubicado a nueve leguas y Todos los Santos, cinco más acá.

La ruta tocaba luego San Roque a cinco leguas, Corvalán a ocho, Los Huesos a siete, La Carda a ocho, La Campaña a siete. San Domingo a cuatro, El Carmen de Aguillón a siete y San Jacinto a cinco, parando luego en el arroyo Tandil a tres leguas, para cubrir finalmente las cinco leguas restantes hasta el pueblo.

En lo que atañe a la carrera a Bahía Blanca. a través de 72 leguas, las galeras pasaban por Primera Posta, La Merced, Buteler, La Tinta, Las Calaveras, Fortín 11 de Septiembre y Fortín Machado. Más adelante... era el desierto.

Para el viaje a Laguna de los Padres, se pasaba por Tandileofú a dos leguas, parando luego en San Pascual a tres; Arroyo Chico, a tres; La Estrella. a tres; Santa Rosa, a tres; San Felipe, a tres; Carrilaufquen, a tres; Arroyo Grande. a tres; Vivoratá, a tres, llegando a destino al cabo de cinco leguas más.

El recorrido total era de 39 leguas, con diez postas

Por aquella época -1853-Manuel Reyna era encargado de la estafeta postal de Tandil.

Algún tiempo antes, sin embargo, debieron llegar al “pueblito del Tandil”, cumpliendo parecida función, “Las Peninsulares”, de las que habla Joaquín de Urraza, cuando menciona a "los pintorescos, infatigables y decididos vascos, hijos legítimos de la Península".

En 1847, asimismo, existía ya en Buenos Aires, una tropa de carretas hacia el sur: Chascomús, Tandil y Quequén. Y en 1855, las denominadas "Mensajerías Argentinas y Correos del Estado", pasaban por Tandil los días 21 de cada mes.

De 1863 a 1865, también, las "Mensajerías del Comercio", de Miguel y Nicandro Rodríguez, recorrían el camino del Tandil al Azul. Otra diligencia, de Emilio Costa y Juan Goñi, efectuaba idéntico recorrido.

En 1881 la mensajería "La Protegida", que ostentaba el No. 1, de Niel, Mariño y Cía., recorría los caminos de Azul, Benito Juárez, Cristiano Muerto, Tres Arroyos, Necochea, Bahía Blanca, Tandil, Ayacucho, Sauce Corto y Pillahuincó.

El viaje en galera de Tandil a Buenos Aires podía estimarse, calculándose las paradas, recambio de caballos en cada posta, entrega de encomiendas, correspondencia, etc., en un día y medio o dos de duración.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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