La misteriosa historia del primer cementerio de Tandil
Conocé el pasado oculto de la Plaza Moreno, donde funcionó el primer cementerio de Tandil. Crónicas de la masacre de 1872, la inundación del 1951 y la leyenda sobre la tumba de Tata Dios.
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Tandil es una ciudad rica en historias, leyendas urbanas y secretos que a menudo se esconden a simple vista. Desde el origen de un nombre peculiar de una calle hasta la anécdota detrás de un monumento icónico, cada rincón guarda un relato esperando ser contado.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailCon el objetivo de sacar a la luz estas joyas ocultas, el programa Alto Día, que se emite todos los sábados de 11 a 13 por El Eco Streaming, Eco TV y Tandil FM 104.1, lanzó una nueva sección: "Sabías qué…".
En su primera temporada, fueron ocho capítulos. El octavo de ellos fue sobre el primer cementerio que tuvo la ciudad, ubicado a metros del Parque Independencia.
La Plaza Moreno es hoy un espacio de juegos, paseos familiares y tranquilidad, pero sus orígenes guardan una historia misteriosa e inquietante. Bajo el césped, los senderos y los juegos de este paseo funcionó el primer cementerio formal de Tandil, donde fueron enterrados muchos de los primeros pobladores de la ciudad, incluyendo a las víctimas de la tristemente célebre masacre de 1872.
El camposanto ocupó el predio al pie del actual Cerro del Águila (hoy Parque Independencia), abarcando la manzana de Avellaneda y 14 de Julio y extendiéndose hasta Guido, Juncal y Rondeau. Se utilizó durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando el pueblo se organizaba alrededor de la antigua fortaleza.
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La tragedia que llenó el camposanto
El episodio más dramático vivido en este lugar ocurrió el 2 de enero de 1872, tras la masacre conocida como la del “Tata Dios”. Aquel día, las 36 víctimas de la matanza fueron veladas en el patio de la Casa Municipal y luego llevadas a pulso, en una procesión multitudinaria, hasta este cementerio.
Las crónicas de la época relatan escenas desgarradoras, como el dolor de los deudos que acompañaron los féretros, inmortalizando en la memoria popular el peso de la violencia en aquellos años fundacionales.
Clausura y recuerdos inquietantes
El cementerio fue clausurado en 1879, y en 1894 se inauguró el actual. Aunque algunas familias se ocuparon de trasladar los cuerpos de sus parientes, se cree que muchos otros —soldados, inmigrantes sin parientes y personas sin recursos— quedaron bajo tierra en lo que finalmente se convirtió en la Plaza Moreno.
Este pasado tuvo un recuerdo macabro durante la gran inundación de 1951, cuando los vecinos relataron que la fuerza del agua arrastró lápidas y cruces, desde la plaza hasta la zona del “Club Independiente”, un testimonio del material que todavía descansaba en el subsuelo.
Los terrenos, al quedar en desuso, fueron ofrecidos en venta, pero nadie quiso comprar las "tierras de muertos", razón por la cual se terminaron destinando a espacio público.
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Las cocherías: un negocio de época
La necesidad de un nuevo cementerio impulsó el surgimiento de la primera cochería, Sarachu, en 1882, que ofrecía servicios con "gran rebaja de precios" y diferenciaba entre "muertos de primera" y "menesterosos". Surgieron luego otras funerarias como La Vencedora, con carruajes de lujo, y la de Estefanía Maritorena de Sánchez, cuyos hijos Basilio y Nicasio alcanzaron incluso prestigio político, siendo Nicasio elegido intendente en 1926.
Los velorios se realizaban en las casas, donde los funebreros montaban una capilla ardiente con imágenes y candelabros. Una anécdota recurrente de la época cuenta que a medianoche era costumbre servir coñac, anís o hesperidina, atrayendo a más de un vecino "oportunista" en busca de un trago.
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La leyenda urbana
El misterio más grande que rodea a este lugar es una leyenda urbana. Se rumorea que durante una obra de construcción sobre Avellaneda, se halló un esqueleto sin cajón y con grilletes. Muchos sospechan que podría tratarse del mismísimo “Tata Dios”, enterrado de manera informal para no dejar rastros. Aunque nunca hubo una denuncia oficial, el rumor persiste, añadiendo una capa de leyenda al lugar de descanso de los primeros pobladores.
Al pasar por la Plaza Moreno, es inevitable recordar que, bajo su aparente calma, descansa la historia más íntima y conmovedora de Tandil. Un espacio verde que guarda en silencio la memoria de quienes fueron los primeros en habitar y dejar su huella en la ciudad.