Producir, consumir y vivir de modo artesanal y sustentable “es una forma de resistencia y de vanguardia”
Cuando el oficio se vuelve conciencia, lo cotidiano puede ser un acto de amor al planeta. Sólo en Argentina se descartan al año 25 mil millones de envases, lo que equivale a 175 mil toneladas de plásticos. Desde Tandil, Ana March interpela esos hábitos cotidianos a través de objetos que nacen del cuidado ambiental, piezas pensadas para reducir plásticos, recuperar prácticas simples y devolverle sentido al uso. Una colección que une oficio, reflexión y una manera más responsable de habitar el día a día.
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En un pequeño taller de Tandil, Ana March trabaja la arcilla con una mirada que va mucho más allá de lo utilitario. Cocinera y ceramista desde hace años, encontró en ese cruce un lenguaje propio que se desglosa en piezas creadas para acompañar hábitos más conscientes, reducir el uso de plásticos y recuperar un vínculo más saludable con lo que consumimos. No se trata solo de vajilla, es una búsqueda que atraviesa su día a día, desde elaborar sus propios insumos hasta pensar objetos que, al usarlos, transformen pequeñas rutinas cotidianas.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailDentro de esa impronta le dio vida a una línea de piezas que dialogan con la sustentabilidad y la alimentación saludable. Composteras, germinadoras, fermentadoras y un vaso de café retornable hecho en grés, pensado como alternativa al plástico descartable de un solo uso. La idea de March toma sentido en lo diario, por ejemplo, caminando por el Lago del Fuerte, al ver los bordes llenos de residuos que, lejos de desaparecer, regresan una y otra vez a los ecosistemas. “Creemos que disfrutar de un buen café no debería costarle al planeta. Sabemos que los vasos descartables son un problema, y nos cansamos de verlo. Por eso, con la idea de cuidarnos y cuidar nuestra tierra, creamos algo distinto”, aseguró.
La propuesta no busca reemplazar hábitos desde la imposición, sino desde la experiencia. Loop Verde son piezas hechas a mano, formuladas con arcillas locales, con procesos optimizados para reducir energía y residuos, y que se insertan en un modo de vida donde la coherencia ambiental es una elección diaria. En ese sentido, el trabajo de la ceramista no es solo artesanía, es más una forma de pensar el mundo habitado y las decisiones que lo moldean.
