El almacén de los Marcos
Relatos de estudiantes de 6to año de la Orientación en Comunicación del Colegio Ayres del Cerro. Los mismos se trabajaron en el Taller de Producción en Lenguajes coordinado por la profesora Gabriela Ballarre.
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Por: Violeta Ricupero.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl 15 de agosto de 1896, en un pueblo de España, nació mi bisabuelo, Roque Marcos. A sus dieciséis años, en 1914 y en el contexto de la Primera Guerra Mundial, decidió emigrar a la Argentina.
El viaje lo realizó de polizón en un barco. Tras su llegada al país, se instaló en Micaela Cascallares, una pequeña localidad cercana a Tres Arroyos. Allí consiguió empleo en un gran supermercado. Posteriormente, debió regresar a España para cumplir con el servicio militar obligatorio.
Su jefe argentino le aseguró que, si deseaba volver, tendría trabajo y vivienda. Al regresar a su país, fue destinado dos años a África (Ceuta) como guardia de prisión, en lo que él consideró un 'castigo'. De vuelta en España, buscó empleo sin éxito.
Entonces, le envió una carta a su jefe en la Argentina, informándole que viajaría con su esposa, Juana del Río Marcos, y que ella también podía trabajar, asegurando que no generarían ningún inconveniente. El jefe respondió afirmativamente, expresando su alegría por recibirlos.
Ambos llegaron juntos, nuevamente de polizones en un barco, y comenzaron a trabajar. Allí, en 1933, nacieron sus tres hijas mayores: América, Blanca y Ester.
Posteriormente, se trasladaron a Juárez, donde tuvieron cuatro hijos más: mi abuelo Carlos Juan, Miguel, Beatriz y Juanita. América, la mayor, se trasladó a Tandil para estudiar y realizar cursos y trabajos. Un jefe de Juárez les había advertido que allí no progresarían, por lo que decidieron mudarse a Tandil, donde establecieron un gran almacén en la avenida España.
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Aquí comenzó una nueva historia para la familia Marcos. En el establecimiento ubicado en la avenida España, conocido afectuosamente como el almacén de la España, se generaron numerosos recuerdos. Mi madre y mi abuelo, por ejemplo, siempre rememoran cómo al regresar del colegio comían mortadela con chocolate amargo, se pesaban en la balanza de plataforma y disfrutaban de aceitunas de aquellos frascos gigantes que luego convertían en peceras para el pez Pipe.
Trágicamente, tiempo después, una de esas aceitunas causó la muerte de mi bisabuelo. Ingirió el carozo sin advertirlo hasta que, al tercer día, comenzó a sentir un intenso dolor en el pecho. Inicialmente se pensó en un problema cardíaco, pero tras una intervención se descubrió que el carozo había sido la causa de su deceso.
Actualmente, ese almacén, epicentro de la infancia y los recuerdos de mi familia, es una heladería. Mi familia evita visitarlo, ya que la nostalgia por la ausencia de aquel hermoso y querido lugar les resulta palpable.
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