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Día del Gauchito Gil: La historia de un icono popular
El 8 de enero de 1878, Antonio Mamerto Gil Núñez fue asesinado a 8 km de su pueblo natal, dando inicio a la leyenda.
Cada 8 de enero se celebra a lo largo de todo el país el Día del Gauchito Gil, un mito popular que se convirtió en un icono, venerado con miles de altares rojos a los costados de las carreteras que se honran tocando dos veces la bocina del auto al verlos, y un enorme santuario situado en la provincia de Corrientes, donde transcurrió la particular historia de este famoso personaje.
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Según la leyenda, el Gauchito Gil se llamaba Antonio Mamerto Gil Núñez, oriundo de la ciudad de Pay Ubre, en la provincia de Corrientes, en el norte de Argentina. Diferentes historias circulan sobre él, pero ninguna es totalmente aceptada.
La historia más común es que a mediados del siglo XIX, Gil, que trabajaba en el campo, comenzó una relación romántica con Estrella Díaz de Miraflores, una viuda adinerada de su ciudad natal. A los hermanos de la joven y al jefe de la policía local, quien estaba locamente enamorado de Estrella, no les gusta este vínculo con un campesino.
Puesto en una situación peligrosa, Gil no tiene más remedio que huir y se alista como soldado en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) entre Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay. A su regreso, es llamado a luchar junto al Partido Autonomista de Corrientes en la guerra civil contra el Partido Liberal. Pero el Gauchito Gil es categórico: no luchará en esta guerra. Perseguido por los militares, finalmente fue capturado en enero de 1878.
Su muerte: el inicio de un icono nacional
Considerado un desertor, el Gauchito Gil es colgado de su pie en un árbol de espinillo, a 8 km de su pueblo natal, y degollado. Antes de su ejecución, según informes, Gil le dijo a su verdugo que su hijo estaba gravemente enfermo y que debía orar en nombre de Gil para implorar su curación. El verdugo siguió las instrucciones de Gil y su hijo escapó de la enfermedad, luego, regresaría a la escena de ejecución para darle al cuerpo de Gil un entierro adecuado.
Rápidamente, la noticia del milagro se difundió por las aldeas y provincias del país, dando inicio al mito del Gauchito Gil.
Un santuario muy popular
Se construyó un santuario cerca de su tumba, donde recibe diariamente decenas de peregrinos que vienen a rezar para pedirle prosperidad, trabajo, amor o éxito.
Cada 8 de enero (la fecha oficial de la muerte es el 8 de enero de 1878), miles de visitantes acuden al lugar, con ofrendas que se colocan al pie de las estatuas. Camisetas, tatuajes y banderas se venden a su efigie, y cientos de velas iluminan la tumba.
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Incluso existe un sitio web, en el que es posible formular sus oraciones por correo electrónico, que posteriormente se imprimirán para ser depositadas al pie de la tumba. Aunque originalmente se oponía a esta idea, la Iglesia Católica Argentina finalmente aceptó a la legendaria figura del Gaucho y ahora es miembro de los Santos. Misas y cultos se organizan con frecuencia en su honor en diferentes países de América del Sur.
En todo el país se pueden encontrar pequeños altares rojos que bordean las carreteras, rodeados de banderas, cintas y velas rojas, son fáciles de detectar. En su interior suele haber una estatua del gaucho, o imágenes que lo representan. Los viajeros se detienen allí para ofrecer vino, cigarrillos, flores o cualquier objeto para saludar la memoria del héroe. Los conductores tienen el hábito de tocar la bocina dos veces cuando se acercan a uno de estos santuarios, implorando protección durante su viaje.
¿Por qué el rojo?
Tampoco hay certeza. Muchos dicen que sería el color del Partido Autonomista, al que pertenecía Antonio Mamerto Gil Núñez, en oposición al color azul del Partido Liberal. Otros prefieren decir que el color rojo recuerda la sangre del Santo durante su muerte.
Muchos creen que el Gauchito Gil lideró durante mucho tiempo a un grupo de matones que robaban a los ricos, convirtiéndolo en una especie de Robin Hood Argentino.
Lo cierto es que hoy es una de las figuras más emblemáticas y populares del país. Este mito, perpetuado por la transmisión oral, no ha terminado de generar pasión y adoración.