El impuesto a los solteros, una curiosa propuesta tandilense
En 1932, una carta publicada en El Eco de Tandil proponía crear un impuesto para quienes se resistieran al matrimonio. La ocurrencia, que refleja prejuicios y realidades económicas de la época, abre una ventana al lugar que ocupaban las mujeres en la sociedad y a cómo el casamiento era muchas veces la única estrategia posible para acceder a cierta estabilidad.

En nuestros días hay acuerdo en que a nadie le gusta pagar impuestos, aunque se reconozca la necesidad de hacerlo para que todo o algo funcione. Pero parece ser que, por la década de 1930, no eran pocos los que brindaban ideas para que el Estado recaude.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn la primera página de El Eco del 4 de febrero de 1932 apareció esta ocurrencia, de la que se hizo eco el diario.
“Una señorita insinúa al primer mandatario la creación de un impuesto que sirva de picana a los recalcitrantes al matrimonio. Y aclara que dicho impuesto ya existe en otros países, aunque aquí no rendiría muchos beneficios pues no es grande el porcentaje de hombres de cierta posición que permanezcan solteros”.

Es que más allá de la posibilidad de transformarse en “solterona” o de la sanción social con la que se condenaba la soltería, sobre todo de la mujer, casarse tenía por sobre todo ventajas económicas.
Si bien, durante la presidencia del radical Marcelo T. de Alvear, el 14 de septiembre de 1926 se sancionó en nuestro país la Ley 11.357 sobre los derechos civiles de la mujer, que reconoció a todas las mujeres mayores de edad, cualquiera sea su estado, el ejercicio de sus derechos y funciones civiles, ampliando la capacidad de las mujeres en relación a la patria potestad, administración y disposición de los bienes propios y el régimen de bienes gananciales en el matrimonio, todavía faltaría mucho tiempo para que la remuneración obtenida por una mujer se equipare a la del hombre que hace el mismo trabajo.
El trabajo de la mujer y el de los hijos era inferior y mal pagado. Después de todo, a la mujer había que pagarle menos por cuanto no tenía que ganar el sustento familiar.
Así para la mujer, la dependencia se convirtió en la estrategia económica más adecuada y la mejor oportunidad de conseguir buenos ingresos era vincularse a un hombre capaz de procurarlos. Al margen de los niveles más elevados de la prostitución. Tan difíciles de alcanzar como el Estrellato de Hollywood en épocas posteriores, su carrera más prometedora era el matrimonio.