Profundo pesar por el fallecimiento de María Elba Elena "Tana" Argeri
Reconocida profesora, doctora en Historia, murió a los 71 años.
Falleció a los 71 años de edad la reconocida profesora, doctora en Historia, María Elba Elena “Tana” Argeri.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailSu deceso generó un profundo pesar en la comunidad local, sobre todo, en el sector universitario. Jubilada desde 2019 de la Unicen, su legado ha sido reconocido en varias ocasiones.
En 2023, una nota realizada en La Vidriera de El Eco de Tandil con Argeri, daba cuenta de su vida. Aquí, se reproduce el artículo:
Habla María en la nota sobre su infancia privilegiada en el campo, rodeada de animales y naturaleza, de su vocación por la enseñanza desde muy pequeña y su experiencia educativa en el campo y posteriormente en un Colegio de la Sagrada Familia en época de la Hermana Alicia. También menciona su decisión de no terminar sus estudios en ciencias políticas en Buenos Aires debido al clima de violencia en ese momento (época de la dictadura militar) Se refiere a cómo ha cambiado la sociedad argentina, perdiendo el valor de la vida y la solidaridad hacia los demás. Y también comenta sobre la polarización política en el país y cómo ha afectado las relaciones personales.
Relata: “Fui una bendecida, porque nací en Buenos Aires porque mi madre tenía una partera conocida allí, pero vivíamos en el campo, en la estancia del abuelo entre Rauch y Las Flores. Tuve una infancia privilegiada rodeada de animalitos. Mis amigos eran los bichos, no sólo los domésticos, sino los silvestres, como no había ningún peligro -igual nos vigilaban- me escapaba a una laguna cercana; tenía tres años. Era un lugar donde había nutrias chiquitas y yo las miraba y después de ir, esperar y tener paciencia y mirarla durante días -creo que más de 10-, se vino y se me vino al pecho, se me hizo amiga, nos hicimos amigas. Tenía liebres que me las llevaban los paisanos, cuando había una inundación o algo, una vez me llevaron dos porque se quedaron sin mamá y yo las crié. Tenía palomas, de todo lo que se te pueda ocurrir, más los bichos domésticos. Después había unos que eran divinos, que me dejaban que los agarrara: los ratones de campo, que no eran como las ratas de acá, sino parecidos al Topo Yiyo, cabezones, orejas grandotas y herbívoros. No sé el nombre científico pero eran adorables. También tenía palomas, algunas volaban y volvían a la noche y dormían conmigo, yo las metía en la pieza y mi mamá me decía: “la caca de la paloma la limpiás vos”. Y sí, al otro día fregaba el piso. No podía ser más feliz con los bicharracos; es más, de muy chiquita, yo tenía dos años, y le decía a mi abuelo paterno que me consentía que quería aprender a leer y escribir. Y entre mi madre y él me enseñaban a la antigua: la B con la A… yo me sentaba en el medio del monte y andaban dos perros y les dibujaba en el piso, la C con la K, la C con la I… y un día veo las botas de mi abuelo al lado. Me felicitó: “Hacés bien en enseñarles porque ellos no saben”.
-¿Desde entonces empezaste con tu vocación docente?
-Sí, cuando tenía tres años y con todos los perros.
-También podrías haberte inclinado por ser veterinaria
-No, veo sangre y me desmayo. A mí la naturaleza me fascina, vi crecer plantas de lo que quieras, vi a mi padre sembrar en una época que no es como hoy. Un año sembraban una cosa, hacían rotación de cultivo. Cuando te has metido en los arroyos, y no te morías porque el agua no estaba contaminada, es otra la historia; sacábamos pececitos del agua y los volvíamos a meter… vivir con los animales fue tener una infancia privilegiada.
-¿Cómo siguió tu vida escolar?
-Mi madre me enseñó primero inferior y superior. Mi abuelo me tomó examen y fui a rendirlo libre al Colegio Nacional de Las Flores. Después vinimos a Tandil e ingresé a SAFA y salí de allí recibida de bachiller nacional. Después me fui a estudiar Ciencias Políticas a la Universidad de El Salvador, pero no terminé porque era suicida quedarse en Buenos Aires en ese momento (década de los setenta).
-¿Hubo compañeros tuyos o amigos que desaparecieron?
-No. De El Salvador no desaparecieron porque “esto se arregló”, muy raro que haya desaparecido un estudiante de El Salvador, eso lo entendí cuando tenía cuarenta años. Por otro lado no existía la inseguridad de hoy en cuanto a la sociedad violenta. Podías volver tarde del boliche y no te pasaba nada, ocurrían casos de abusos en algunas zonas de estaciones de trenes por la noche, pero era muy distinto todo. Malandras hubo siempre, pero también gente que te ayudaba si veía algo raro, intervenía, se comprometía más.
-¿Hoy interesa la vida del otro?
-Hoy no existen la solidaridad, el compromiso, la palabra.
Una sociedad solitaria
-¿Por qué te parece –desde tu mirada profesional- que aquella sociedad empática y solidaria se quebró?
-Porque hicieron de la grieta una cosa que tiene que ver con lo personal, porque, por ejemplo, opositores políticos hubo siempre, pero quedaba ahí. Políticos y partidarios hubo siempre, entonces yo a veces cuando daba clase a mis alumnos explicaba esto: recuerden siempre aquellas palabras “Este viejo adversario despide un amigo”. Siempre les decía a mis alumnos: “chicos yo no sólo soy vieja sino antigua, porque me crié con gente mucho más vieja, con mis abuelos, por tanto soy antigua, muy antigua”. Veo un lío en la calle y me meto. Y pregunto, perdón, ¿me podría decir qué está pasando? Y más de una vez he intervenido en conflictos en la calle, tratando de ayudar, porque soy una vecina del pueblo y no una computadora. Pero esa solidaridad desapareció. Y yo me acuerdo que en el barrio los padres a la noche sacaban sus sillas a la vereda y los chicos jugábamos allí o en la calle. Pasaba un auto cada veinte minutos…
-Eran otras épocas, no había tantos autos ni tanto consumismo.
–Es verdad pero yo creo que lo que mató a la sociedad, porque este es el problema, hoy hablabas de la grieta- fue la “falopa” ,destruyó esa sociedad solidaria y la volvió indiferente y arrancó en los ochenta. Todo el mundo dice: “hubo siempre”. Sí, consumía un sector rico, a veces vos no sabías ni de dónde, ni qué era o cómo llegaba. Por otro lado comienzan a ponerse de moda esas telenovelas donde el macho caribeño le pegaba a la mujer. Y fue en esa época cuando Arnaldo André, en una novela le dio un soberano bife a la Kuliok (Luisa, actriz). Yo no tengo televisión desde 1996. Un día dije “esta cosa me está dominando” puse el aparatito que tenía en el medio de la vereda y se lo llevaron. No más televisión. Recuerdo que a principios de este siglo había un grupo de alumnas que se me iban de clase a determinada hora. Me llamaba la atención, porque eran tres horas de clase y se iban a la hora y media. ¿Adónde?: “A ver la novela Pasión de gavilanes”. Entonces le digo a una chica que laburaba conmigo en el equipo de investigación: “che, ¿puedo ir a tu casa a esta hora? Porque yo quiero saber qué miran”. Cuando volví a la otra semana, vos no querrías saber la felpeada que les di. El tema era que la mujer más golpeada, entre otras cuestiones, era la que más éxito sexual tenía. O sea, que allí donde ocurría la acción, Estado no había. Orden social no había. Derecho y justicia no había. Era la ley del más fuerte y ¡pum! Les dije que si volvían a irse les pondría ausente y tendrían que dar examen libre. Que eligieran.
-¿Con qué otra cosa tiene que ver la falta de solidaridad?
-Con la muerte de los viejos. Porque en el 2001, en el medio de esa terrible crisis, en dos o tres meses habían organizado todo los más viejos. Todo porque sabían organizarse para que la gente no se muriera de hambre. No teníamos un mango y entonces comenzamos con el trueque. Yo como no tenía para producir nada, daba clase. Vos me ayudas, te ayudo”. Y hoy por qué no se da eso me pregunta una conocida. Y le respondo: Los viejos no están. Los viejos se murieron. Han pasado 20 años. Y mientras estamos en medio de otra crisis, acá andamos con la pavada y creemos en la estupidez y en la inteligencia artificial, que ahora viene para completarla. Entonces, ¿cómo vamos a tener una sociedad solidaria? ¡Hemos perdido el país! ¡Hemos entregado el país!
-¿Qué significa literalmente para vos entregar el país?
-Que le abrimos las puertas al extranjero. Que rompimos el mercado interno. No era que no podías comprar cosas afuera, pero si había fabricantes argentinos que producían zapatos, no ibas a comprar zapatos en el exterior. Entonces ahora no tenemos una apertura del mercado sino una entrada total. Y así lo hicieron con la minería, con todo. Fijate con Monsanto (N.R. La compañía Monsanto -Monsanto Company- fue una empresa multinacional estadounidense cotizada en bolsa, productora de agroquímicos y biotecnología destinados a la agricultura). Mirá si nos ha destruido. Y el modelo que arranca es un modelo biológico de profundas transformaciones. Entonces ya no tenemos más naturaleza. Y nadie lo ve. ¿Vos qué estás comiendo? Transgénicos (N.R. Refiere a un organismo o célula cuyo genoma ha sido alterado mediante la introducción por medios artificiales de una o más secuencias de ADN ajeno proveniente de otra especie) ¿Alguien dice nada? Escuchás: “A fulano le hicieron un análisis y le dio glifosato en sangre”. Lo raro sería que no tenga glifosato en sangre. Y eso es entregar el país.
Inteligencia artificial y deshumanización
-Hablando de inteligencia artificial, vos decís que llegó para completarla. Llegó para quedarse.
-Mirá, yo por eso estudié historia, porque soy una convencida de que las habilidades que los humanos tenemos y las depositamos en máquinas, las perdemos. En este caso, no es una habilidad; esto es: el poder global te transforma y te convierte a vos, no en un aprieta botones sino en un botón más. Te dicen: hicieron hablar a Sarmiento con la inteligencia artificial… habló San Martín… A ver, espera un poco, espera, vamos por paso.
-¿Pensás que hay algo más detrás de esto?
-Sí, el final de las universidades que en Europa aparecieron en tiempos medievales. Creo que no van a tardar mucho tiempo en desaparecer, porque cuando vienen con el hombre artificial, transhumano, donde te vas a poder cargar en la cabeza programas… yo, por ejemplo, que no sé nada, me cargo un programa –sin haber pasado por la Facultad de medicina- y voy al hospital a operar.
-¿Creés que se llegará a eso?
-Sí, yo creo que no lo voy a ver por la edad que tengo, pero es el proyecto. La gente se ha hecho creyente y no pensante.
-¿Creyente en qué?
-En estos versos supuestamente científicos, porque en realidad si hay algo que es revolucionario, es el conocimiento y la ciencia. Te dicen, esto es así, esperá, te digo, a ver, ¿cómo es? Y entonces busco otra forma, otras conclusiones, otras hipótesis, busco… La ciencia es dinámica, pero la han convertido en una creencia, porque el modelo que funciona es patentar. Invento cualquier cosa de transformación de los lagartos si trabajo en un laboratorio y lo patento, las empresas me lo compran y vivo de la patente. El otro que está a mi lado ya no transforma el lagarto, transforma, como hicieron con la soja mezclada con cerdo. Bueno, entonces patenta. Es así. O, como la doctora Chan (Raquel Lía bioquímica argentina, especializada en biotecnología vegetal, investigadora del Conicet) hizo el trigo transgénico, el HB4 resistente a la sequía, Bioceres (N.R.: proveedor totalmente integrado de tecnologías de productividad de cultivos diseñado para permitir la transición de la agricultura hacia la neutralidad de carbono) lo produce y sin decirle al pueblo argentino, lo metieron junto con el trigo común y tiene glufosinato de amonio. Entonces, la ciencia se ha convertido en lo peor de esta época y todo el mundo en una creencia. ¿Por qué? Porque perdió la ética, y no solo perdió la ética, algo peor en la ciencia, perdió la capacidad de conocimiento, y el ímpetu del conocimiento.
-¿Te parece que se ha perdido la ética en todos los ámbitos sociales?
-En casi todos los ámbitos sí, porque ya no sabemos cuál es el principio regulatorio de la sociedad, qué está bien y qué está mal.
-¿Estamos viviendo una anomia?
-Grave, grave.
-¿Eso involucra al Estado?
-Hay un grado de corrupción muy grande, pero esto es para dar una clase… Estado no tenemos más, porque para tener Estado debe estar la regulación del poder por vía de la ley.
-¿Tienen la autoridad, por ejemplo, el Poder Legislativo, Poder Judicial, de regular en virtud de la ley?
-No, tenemos un consorcio empresario que tiene una administración pública. Bueno, en realidad estamos en la destrucción del Estado, y la ciudadanía es una cosa que ha muerto como ciudadanía, porque el ciudadano debe ocuparse de la cosa pública, de la república y eso no existe más. Veo a veces pibes muy jóvenes que no sé si han terminado el secundario, con el teléfono colocando acciones y moviendo plata en la nube. Ni siquiera son individuos, porque para ser individuo y decir que eres un individualista, tiene que tener un pensamiento de creación propia, es que no, son un botón más de todo el sistema.
-¿Cómo cerrás la nota?
-Fui y soy “rebelde way” frente al poder, siempre.
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