Una historiadora recuperó los nombres de las mujeres involucradas en la masacre del “Tata Dios”
La docente e investigadora Patricia Gavazza le puso nombre y apellido a por lo menos 17 de las mujeres involucradas en esa masacre que constituye uno de los pasajes más oscuros de la historia de Tandil y de nuestro país. “Hubo instigadoras y hubo quienes acompañaron a sus maridos en esta idea; hubo víctimas que al no ser nombradas fueron doblemente victimizadas”, aseguró.
Fueron víctimas, testigos, compañeras de los criminales y también instigadoras, pero sus identidades permanecen totalmente desconocidas: la historia de la Matanza de 1872, la masacre cometida el 1 de enero de ese año cuando una legión de gauchos fanáticos del “Tata Dios” Gerónimo Solané asesinó a 36 inmigrantes en esta región, omite la participación de las mujeres.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailMotivada por la curiosidad, la investigadora y docente en Historia, Patricia Gavazza, le puso nombre y apellido a, por lo menos, 17 de las mujeres involucradas en la masacre que constituye uno de los pasajes más oscuros de la historia de Tandil y de nuestro país.
“Hubo instigadoras y hubo quienes acompañaron a sus maridos en esta idea; hubo víctimas que al no ser nombradas fueron doblemente victimizadas. La historia está llena de mujeres y ninguna figura en ningún libro”, dijo Gavazza a El Eco de Tandil.
Gracias a sus propios interrogantes, la docente que trabaja en la Escuela Secundaria de De La Canal -uno de los principales escenarios de la tragedia- comenzó durante el verano pasado a buscar respuestas a sus propias preguntas. “¿Por qué en el Museo del Fuerte está representado el dolor del ‘Tata Dios’ -asesinado a balazos en su celda luego de ser acusado de organizar el exterminio- y no el dolor de sus víctimas?”, fue uno de los cuestionamientos que se hizo.
Y bajo la influencia de lecturas de una de las referentes en la materia -María Bjerg- y gracias a las charlas con sus compañeras, Gavazza se volcó a la escritura del trabajo que fue finalmente presentado en junio pasado en las Jornadas de “Arte, Historia y Patrimonio” de la Facultad de Arte de la Unicen.
“En la sala del Museo dedicada a la temática está representado el dolor desde un punto de vista de lo masculino: está la tragedia, la inocencia y la culpabilidad, pero todo contado por los hombres”, contó la profesora.
“Ninguno de los objetos exhibidos en esa sala hace referencia a todas las mujeres que sabemos que existieron y que, de uno u otro modo, estuvieron involucradas”, agregó.
“En esa historia que yo conocía faltaban actores sociales: las mujeres y los niños”, reiteró Gavazza en referencia a los niños y bebés asesinados durante esa fatídica jornada del 1° de enero, hace poco más de 150 años.
“Cuando vas a las fuentes, dice que ‘fue asesinado Juan Chapar y su esposa’. Y yo me pregunto: ¿la esposa no tenía nombre? ¿Y sus hijos quiénes eran? Eran personas –Florinda, Paula, Mariana y Juan Chapar- chicos de entre cinco meses y siete años de edad”, aseguró.
“En otros textos se refieren a ‘la criada’, o a ‘la pulpera’. El no nombrar también es una forma de invisibilizar. Y todo eso me empezó a resonar”, relató.
“Los hombres tienen el monopolio del dolor”
Además de la docencia, Gavazza se ha dedicado al trabajo de recuperación de patrimonio y señalización de sitios emblemáticos.
En este marco, la figura del “Tata Dios”, un gaucho xenófobo sobre el que no hay certeza de su origen y que se presentaba como sanador y profeta, le llamó especialmente la atención, tanto por la matanza de la que fue instigador como por las repercusiones que ocasionó su propio asesinato.
“Acá la gran discusión siempre pasó por si Gerónimo Solané fue o no culpable de la masacre: si fue inocente, si fue víctima, si era curandero o no… pero siempre estamos hablando del hombre, de lo masculino, desde una visión patriarcal. Y esa es una discusión que atrasa”, consideró.
E hizo hincapié en un sentir que ya no es solo suyo: “la monopolización del dolor está en los hombres; parece que fueron ellos los únicos que sufrieron, los únicos que fueron víctimas o los únicos capaces de armar este tipo de tramas. Y, evidentemente, también hubo mujeres que fueron instigadoras”.
“En el Museo se exhibe el poncho de Gerónimo con los agujeros provocados por las balas, pero no veo el vestido de María Ebarlín o de Florencia, que murieron degolladas en la cama, llenas de sangre. Entonces, parece que ‘lavaron’ esa matanza y que, de esta manera, ya no es tan horrible el recuerdo”, indicó la historiadora.
La Matanza de 1871
El 1 de enero de 1871, bajo la influencia del “Tata Dios”, una docena de gauchos mató a degüello, cuchillo o lanza a inmigrantes italianos, vascos, franceses y escoceses que encontraron a su paso por la ciudad –entonces pueblo- de Tandil y luego se dirigieron al paraje De La Canal para continuar con la cacería. Mataron, en total, a 36 personas.
Por los hechos fue detenido Gerónimo Solané, de quien que era de público conocimiento su odio hacia los inmigrantes -“los extranjeros son la causa de todo mal y por lo tanto hay que exterminarlos”, había dicho- y quien, como curandero, ejercía una fuerte influencia sobre determinados sectores sociales.
Solané se declaró en todo momento inocente de los aberrantes hechos pero unos días después, el 6 de enero, fue muerto de un tiro en su calabozo.
El juicio se realizó en los meses siguientes y resultaron condenados tres de los gauchos que participaron.
“Ninguna mujer fue citada a declarar, pese a que algunos testimonios eran trascendentales, como el de Ángela, la pulpera”, explicó Gavazza.
“En realidad, prácticamente ninguna fue citada a declarar. Sólo fue citada Tomasa Maidana, la viuda de Vicente Leanes, uno de los asesinados, y la citaron porque la dejaron viva ‘por ser criolla’, como le dijeron. Pero como no sabía leer ni escribir, su testimonio fue escrito por otra persona, así que ni siquiera lo escribió ella. Es decir que no sabemos siquiera si fue la voz de ella”, dijo la profesora de Tandil.
Y argumentó: “Hay que ubicarse en el tiempo. Era 1872: muchas no sabían leer ni escribir, no les tenían permitido votar ni elegir Juez de Paz pero había tantas mujeres como hombres, en cantidad. No es que no había testimonios, es que no se los tomaron como importantes”.
Gavazza recopiló los nombres y apellidos de tantas mujeres como pudo; hasta el momento, 17 en total. Entre ellas, Elena Brown, una inglesa que murió degollada; Bonifacia Gastambide, la cocinera de la posta de los Chapar, también muerta; Simona Letamendia, una pulpera vasca asesinada; y Mariana Fitere, una sobreviviente de la tragedia.
“Las que fueron víctimas de la matanza necesitaban que les diéramos voz; no podemos seguir con el silenciamiento”, remarcó.
“Las preguntas no son siempre las mismas”
En la búsqueda de la información, Gavazza recuperó relatos familiares muy interesantes, como el de Hilda Esther Valor de Guffanti, cuyo abuelo se salvó de la masacre siendo solo un bebé de cinco meses, o el de las mujeres que quedaban por largo tiempo a cargo de las pulperías –además de tener que hacerse cargo de los hijos y de los quehaceres domésticos- porque sus esposos realizaban largas estadías en la vecina localidad de Azul.
“Esto tiene que ver con que las personas empezaron a hablar, con que sintieron que lo que tenían para contar era importante”, consideró Gavazza.
Y concluyó con una frase que repite a sus alumnos dentro del aula: “hay que pensar que la historia no sólo es la de los grandes hombres, que las preguntas no son siempre las mismas, que nos podemos hacer otras. Que hay otros actores, otras miradas y que dejar a las víctimas sin voz, es volver a victimizar a esas personas”.