Escondidos

Creo haberme vanagloriado alguna vez en este mismo espacio de haber sido un eximio jugador de la escondida.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailSupe tener a favor en mi infancia mi condición de extremadamente flaco, situación que me facilitaba la tarea de esconderme; entraba en cualquier recoveco y, llegado el caso, me ponía detrás de un palo de luz y no me veían.
Pero si algo definitivamente me daba un plus para este juego, era la condición -que aún conservo, pero por entonces cultivaba- de pasar desapercibido. Seguramente, producto de la timidez, esas ganas de no ser me privaron de numerosas amistades -un pibe que rehúsa a ocupar un lugar de protagonismo en los juegos es fácil presa del olvido de sus pares-, en el caso del juego de la escondida me significaba un beneficio.