Prueba de vida
Juan Hoffman y su hija Justina, de tan sólo 10 años, fueron trasplantados de riñón en diferentes épocas, aunque pasaron juntos muchas circunstancias adversas. Esta familia que se completa con Gimena, la esposa y mamá, de un día para otro comprendió eso de que la vida no te avisa cuándo “se viene la mala”, como vulgarmente se dice. Sacó fuerzas, no perdió las esperanzas y dio una hermosa lección de vida. Toda una familia involucrada buscando la felicidad de los otros. Y salió bien.
Llegamos a la casa de la familia Hoffman con la idea de entrevistar a Juan, ya que la doctora Paula Martínez, nefróloga, nos había pasado su contacto porque él estaba dispuesto a brindar testimonio de su recuperación. Pero nunca nos imaginamos que la historia que íbamos a escuchar, conmovedora y solidaria desde el comienzo hasta el final, nos movilizaría tanto… y nos quedamos casi sin palabras. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo seguir? ¿Qué preguntar a estas dos personas, Gimena y Juan, esposos y los papás de una chiquita de diez años, Justina. El papá recibió un riñón gracias al amor y la solidaridad de uno de sus tres hermanos (todos se habían ofrecido) y la pequeña , de su mamá. Gimena no dudó ni un segundo cuando supo que su hija lo necesitaba, comenzando a hacerse estudios. La compatibilidad y la pandemia no fueron impedimentos para que esta familia, con todas las piedras que encontró en el camino y fue sorteando, viva hoy un poco más relajada, pero también alerta.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email¿Cómo es tu historia, Juan?
-En 1998 comencé con una insuficiencia renal a través de un análisis de rutina y estuve con tratamiento médico hasta 2013, cuando entré en el Centro de Diálisis de Tandil durante un año y tres meses y después me trasplanté.