Nuevas revelaciones sobre Jeffrey Epstein salpican a Donald Trump
El Congreso de Estados Unidos divulgó más de 20.000 páginas de correos y mensajes del fallecido financiero, que muestran su obsesión con el expresidente.
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La política norteamericana volvió a sacudirse este miércoles con la publicación masiva de más de 20.000 páginas de correos electrónicos y mensajes pertenecientes a la sucesión del difunto financiero Jeffrey Epstein.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailLos documentos fueron divulgados por el Congreso en dos etapas: primero, una serie de tres correos seleccionados por los demócratas, y luego 23.000 páginas adicionales liberadas por los republicanos.
El material fue descrito por periodistas y funcionarios como “desorganizado y no secuencial” y “lleno de errores tipográficos”, lo que desató una frenética búsqueda de “agujas en el pajar” entre analistas y medios que intentan interpretar su contenido.
Trump, en el centro de las miradas
El foco inevitable de esta nueva filtración recae sobre Donald Trump.
Aunque su amistad con Epstein aparentemente terminó a mediados de los años 2000, los mensajes muestran que el financiero se mantuvo obsesionado con él durante la década siguiente, intentando explotar los restos de esa relación hasta su arresto en 2019.
Entre los documentos más inquietantes se encuentran aquellos donde Epstein sugiere que Trump tenía conocimiento —o al menos exposición— a sus actividades ilegales.
En varios correos, el magnate se presenta como alguien que “conocía íntimamente” al presidente y que incluso podría “derribarlo”.
En diciembre de 2018 escribió:
“Es una locura; soy el único capaz de hundirlo”.
También definía a Trump como un personaje “manipulable”, “difícil de predecir” y proclive a decirle a cada persona lo que quería escuchar.
“En realidad, Donald no tiene a nadie que sea cercano a él”, anotó en otro mensaje.
Correos y testimonios cruzados
Uno de los intercambios más citados es un correo enviado al periodista Michael Wolff en enero de 2019, donde Epstein afirma:
“Por supuesto que sabía sobre las chicas ya que le pidió a Ghislaine que parara.”
(Ghislaine Maxwell, amiga cercana de Epstein, fue condenada luego por tráfico sexual).
Trump, sin embargo, negó categóricamente cualquier conocimiento del entramado delictivo.
En otro correo de 2011, Epstein describe a Trump como “el perro que todavía no ha ladrado”, en referencia a una víctima —Virginia Giuffre— que pasaba horas con él en la casa del financiero. Giuffre, no obstante, declaró bajo juramento que nunca vio a Trump participar en nada indebido y que “no podría haber sido más amable” con ella.
En febrero de 2019, Epstein se envió a sí mismo un mensaje en el que escribió:
“Trump lo sabía y vino a mi casa muchas veces durante ese periodo... pero él nunca recibió un masaje.”
Entre la hostilidad y el cálculo político
Los correos también revelan una relación ambigua: desprecio personal mezclado con cálculo estratégico.
Epstein llegó a llamar a Trump “dopey Donald” (tonto Donald), “demented Donald” (demente Donald) y calificó sus finanzas como “all a sham” (una farsa).
Aun así, lo veía como “una pieza utilizable”.
En 2015, el periodista Michael Wolff le sugirió que, si Trump negaba haber estado en su casa o en sus aviones, eso le otorgaría “una valiosa moneda política y de relaciones públicas”.
Un año más tarde, ante la inminente publicación del libro Filthy Rich, Wolff lo animó a crear una “contranarrativa inmediata” usando a Trump como “oportunidad ideal” para desviar la atención.
“Habla sobre Trump de una manera que pueda ganar simpatía y ayudar a acabarlo”,
le recomendó en otro intercambio.
Más contactos y maniobras
Los documentos muestran que Epstein seguía de cerca los movimientos del entorno político de Trump.
En 2017 se interesó por la designación de Alexander Acosta como secretario de Trabajo, el fiscal que le había otorgado su polémico acuerdo judicial en 2008.
También mantenía correspondencia con figuras como Steve Bannon, exasesor de Trump —quien le advirtió sobre “un yihad enloquecido” en su contra—, y con Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro, con quien intercambiaba comentarios personales y financieros.
Epstein incluso buscó información sobre las finanzas de Trump.
En 2012 pidió a un abogado investigar una hipoteca de Mar-a-Lago y un préstamo de 30 millones de dólares, y más tarde su contador le envió un análisis del formulario financiero del entonces empresario, al que definió como “100 páginas de tonterías”.
En otro episodio de 2015, ofreció al periodista del New York Times Landon Thomas Jr. supuestas “fotos de Donald y chicas en bikini” en su cocina, y relató que Trump una vez chocó contra una puerta de vidrio mientras observaba a mujeres jóvenes en una piscina.
La respuesta del presidente
Ante la publicación de los correos, Trump reaccionó de inmediato, calificando todo el caso como “una farsa” y acusando a los demócratas de usar el caso Epstein para distraer la atención del cierre del gobierno.
Su entorno insistió en que el presidente expulsó a Epstein de Mar-a-Lago “por ser un acosador” y recordó que Virginia Giuffre declaró bajo juramento que Trump nunca estuvo involucrado en nada indebido.
Un archivo que deja más dudas que certezas
Aunque los documentos contienen afirmaciones contundentes, no aportan pruebas concluyentes y dejan abiertas múltiples incógnitas.
Epstein ya no puede ser interrogado, y no está claro si exageraba, mentía o fabulaba en sus mensajes.
Lo cierto es que los correos revelan una atención constante hacia Trump, a quien veía como una herramienta política o mediática, y que aseguraba poder dañarlo si lo deseaba.
La sensación, según varios editores que revisaron el archivo, es que estas revelaciones no cierran nada, pero ya forman parte del ruido permanente de la política estadounidense.
Y, como ese ruido, probablemente nunca desaparezcan del todo.