Con el objetivo de conocer a la persona detrás del cargo, al hombre detrás de la política, <a href="https://www.instagram.com/alto_dia">Alto Día</a> invitó al diputado nacional Rogelio Iparraguirre para charlar sobre sus gustos, sus preferencias y sobre cómo es su día a día.En un clima distendido, Iparraguirre contó en diálogo con el programa sabatino de El Eco Multimedios, que se emite por <a href="https://www.youtube.com/@elecostreaming">El Eco Streaming</a>, Eco TV y Tandil FM 104.1, que es un apasionado por la cocina, que disfruta el tiempo de calidad y que, en su adolescencia, supo ser punk.“La cocina me encanta, me hace mucho bien”, confesó y aseguró que maneja “un espectro bastante amplio” de recetas. De hecho, señaló que en época estival se ganó un apodo entre sus amigos: “El rey del ceviche”. “Me encanta hacer ceviche, distintos tipos: el tiradito, el mezcladito, el mixto. Uso pescados que me traen amigos que han salido a pescar. Lo disfruto mucho”, contó.Además, en su búsqueda constante por nuevos sabores, no se detiene en lo que conoce. Prueba, cocina y degusta comidas típicas de diferentes países. Incluso reconoció que estuvo un año para poder hacer una verdadera tortilla mexicana.<blockquote>"No alcanza con hacerla con harina de maíz común: tiene que estar nixtamalizada”, explicó, y detalló el proceso que consiste en mezclar la harina de maíz amarillo con agua y cal para lograr una textura y sabor auténticos. “Porque podés tener un relleno espectacular, pero si colgás con la tortilla, te falta algo esencial”, argumentó con entusiasmo.</blockquote>En el invierno, cambia el chip y se vuelca hacia platos más reconfortantes, con muchas calorías para poder hacerle frente al frío. “El guiso de lentejas es una de mis especialidades. Y algo por lo que me agrando, de verdad, es el pastel de papa”, confesó entre risas. “No lo hago con carne picada. Compro roast beef y lo cocino durante cinco o seis horas hasta que se desmecha solo. Lleva aceitunas descarozadas, huevos duros en cuartos y un puré que preparo con puerro salteado en manteca. Es un pastel que lleva muchas horas, pero vale la pena”.Lamentablemente, su pasión por la cocina contrasta con su vida diaria y con su labor, ya que desde que asumió como diputado está viviendo media semana en Buenos Aires y media semana en Tandil o viajando a diferentes localidades.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2024/11/rogelio_iparraguirre.jpg" alt="rogelio iparraguirre"><figcaption>Rogelio Iparraguirre en la Cámara de Diputados de la Nación</figcaption></figure><h3>La comida, la cerveza y el cigarrillo</h3>En medio de una vida política intensa, el diputado nacional tandilense atraviesa un proceso de transformación personal que incluye dejar el cigarrillo, abandonar la cerveza, volver a correr y mejorar sus hábitos alimenticios.<blockquote>“Estoy en un proceso muy lindo. Dejé de fumar… Bueno, decir ‘dejé’ suena mucho todavía, porque lo estoy transcurriendo. Hoy cumplo mi día 21 sin cigarrillo”, contó con orgullo. Y destacó el acompañamiento que recibe del sistema de salud pública local: “Estoy con la gente del Dispensario. Tienen un equipo de cesación tabáquica espectacular desde hace muchos años. Son cientos los tandilenses que han dejado de fumar ahí. Les mando un beso enorme a todas las chicas. Es un servicio a la salud pública tremendo, porque sacar gente del tabaquismo no solo mejora vidas, también descomprime el sistema de salud”.</blockquote>Expuso que el acompañamiento es semanal y que continuará asistiendo hasta que le den el alta. Asimismo, como parte de este nuevo camino que emprendió, decidió hacer a un lado también a la cerveza: “La dejé, me hinchaba mucho. Ahora, mientras cocino, acompaño con un vinito. Pero cuando me siento a la mesa, ya paso a la soda”.Otro de los cambios positivos que decidió implementar en su rutina diaria es el ejercicio físico. Abandonó las excusas que solía meter y, estando en Capital Federal o en Tandil, se hace un hueco para poder despejar la mente y trotar.“Volví a correr, que es algo que me gusta muchísimo. Antes me ponía excusas, que si estaba en Buenos Aires o en Tandil, que no tenía tiempo. Pero en realidad es cuestión de voluntad”, reconoció.Sin embargo, sus hábitos positivos chocan con la vida en el Congreso, donde la alimentación, debido a la intensa agenda, no es la más saludable. En pos de evitar las pérdidas de tiempo, suelen ofrecerse medialunas y sanguches de miga.“El Congreso es el reino de la medialuna y el sanguchito de miga. En comisiones, sesiones, reuniones de bloque… es un desfile de medialunas. Por ahí no almorzás bien y terminás comiendo diez medialunas con café. Entonces ahora me llevo fruta. Estoy en una linda”, comentó.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2025/05/iparaguirre_6.jpeg" alt="iparaguirre - 7"></figure><h3>El montañismo, una pasión heredada</h3>Más allá de su gusto por la cocina, Iparraguirre también siente una devoción por la vida en la naturaleza, por las sierras y por las montañas. Una pasión que la heredó de su padre y que la vivió desde bebé.“Con la montaña, con la sierra, tengo un apego muy grande por mi viejo”, compartió y recordó a su padre como uno de los primeros en Tandil en hacer una “apropiación positiva de la naturaleza”.&nbsp;<blockquote>“En ese momento no existía el concepto, pero él ya entendía que la naturaleza no era solo un paisaje para contemplar como si fuera un cuadro, sino un entorno para vivirlo, recorrerlo, caminarlo y respetarlo”, sentenció.</blockquote>Y así se lo transmitió a él, que de hecho comenzó a recorrer las sierras de Tandil en una mochila que su papá había adaptado para poder cargarlo cuando todavía no existían las ergonómicas que se emplean ahora.A lo largo de los años, ese amor por las montañas se volvió pasión compartida. “Con mi viejo hicimos cumbre en el Lanín, también fuimos al Tronador, y después hicimos un curso técnico de escalada en hielo”, recordó.&nbsp;Y esa pasión perdura hasta hoy. De hecho, semanas atrás fue con su hermano y dos amigos a hacer cumbre en el Tres Picos -la mayor elevación en toda la provincia de Buenos Aires- y proyecta continuar conectando con la naturaleza: “Ahora queremos ir al Champaquí (Córdoba), aunque no sé cuándo. Pero sí, es algo que me apasiona”.<h3>De Buenos Aires a Tandil</h3>Aunque su agenda lo lleva a pasar varios días por semana en Buenos Aires, reconoció que en Capital Federal no disfruta, ya que "estoy superconectado, adentro de la oficina no menos de 12 horas. Voy a trabajar, nada más. No voy a hacer amigos ni a conocer lugares para comer ni a pasear”.En contraste, valora profundamente su vida en Tandil, ciudad a la que regresó en 2010 -después de haber vivido durante más de una década en suelo porteño- junto a su pareja María para “formar una familia y mejorar la calidad de vida”. Y aunque el trabajo en el Congreso lo obliga a mantener una rutina exigente, sabe que su ancla está acá: “Cuando no hay laburo, me rajo inmediatamente para Tandil”.<blockquote>“Yo me fui para no volver más a Buenos Aires. Y de pronto me encontré, a poco de haber asumido en la Cámara, un día comiendo solo una pizza en Kentucky”, reflexionó.&nbsp;</blockquote>Sin ánimos de ofender, y rememorando los 14 años que vivió en Capital, expuso que ahora, cuando pasa caminando y mira los edificios en CABA inmediatamente piensa en la crianza de Malvina, su hija, y “me agarra un vacío en el alma”.&nbsp;Por eso, enfatizó lo que disfruta de regresar a su ciudad natal ya que, además de ser una “ciudad espectacular”, Tandil lo reconecta con Malvina, de seis años, con quien construye un vínculo lleno de juegos, risas y complicidad.&nbsp;“Disfruto un montón estar con Malvina, como cualquier papá. Pero en mi caso, además, porque a veces estoy tres noches afuera. Me hace reír, es muy ocurrente, muy inteligente. Jugamos mucho, flasheamos juntos. Compartimos mucho tiempo los tres. No me gusta decir ‘tiempo de calidad’ porque me suena a coach ontológico, pero la verdad es que construimos momentos hermosos en casa, y eso lo disfruto un montón”.En Buenos Aires, su rutina se resume a trabajo y descanso. “El departamento es un monoambiente chiquito. No cocino, no tengo heladera. Voy, apoyo la cabeza en la almohada y duermo”. Aun así, busca mantener algunos hábitos que lo ayuden a sostener su bienestar físico y mental. “Algún día de los que estoy allá me levanto bien temprano para salir a correr. Si no, pierdo el ritmo y aparecen las excusas”.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2025/03/iparraguirre.jpg" alt="Iparraguirre"></figure><h3>Su pasado punk</h3>“Yo fui punk”, dijo Iparraguirre sin titubear, con una mezcla de orgullo y nostalgia. Y es que antes de convertirse en una figura política, tuvo una etapa de rebeldía. Su adolescencia transcurrió con amigos, música, pogos y algún que otro antro local.<blockquote>“En los ‘90 había una sensación de que la historia se había terminado”, analizó Iparraguirre con mirada sociopolítica y completó: “Se venía hablando de esa teoría de Fukuyama del ‘fin de la historia’, pero lo que vivíamos era desempleo, pérdida del poder adquisitivo, un futuro que parecía clausurado. Y ahí apareció el ‘no future’, el punk. En la Argentina a partir de Pil Trafa y Los Violadores, pero Tandil fue una meca del punk en esos años”.</blockquote>En su memoria atesora aquella época en la que iban al Rancho del Cordobés -en cercanías del Lago del Fuerte, donde hoy funciona el Mercado Artesanal- y a Quebracho -en Alem entre San Martín y Sarmiento, donde hoy hay una playa de estacionamiento-."Los lugares iban rotando porque los cerraban, los perseguían. Era una cultura muy marginal”, rememoró.De todas maneras, además de salir por las noches a escuchar a algunas bandas emergentes, Rogelio Iparraguirre también formó una: Los Cabrestos. Entre los integrantes de aquel grupo musical se encontraban Alejo “Pepo” Tuculet, Tomás Guanella, Sebastián Mansilla y Marcelo Guanilla.“También había bandas sin músicos, como Cloaca Límite”, contó entre risas y agregó: “Y teníamos nuestros roces, alguna vez incluso terminó a las piñas, pero no lo tomen como ejemplo”.Pero no todo era pogo y cuero negro. En paralelo, su universo musical era mucho más amplio. “Escuchaba mucho a Silvio Rodríguez, lo tocaba en la guitarra y lo cantaba. Era fanático de Queen. Imitaba a Freddy Mercury”, confesó y relató una divertida anécdota.&nbsp;<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2025/05/iparraguirre_alto_dia.jpeg" alt="iparraguirre alto dia"></figure>De chico jugaba al rugby en Los Cardos y, aunque aseveró que “era malísimo”, formó parte de una división muy ganadora que supo imponerse en reiteradas oportunidades en la etapa local de los Juegos Bonaerenses. Como premio, ganaban la oportunidad de medirse en la siguiente instancia que se desarroba en Mar del Plata, donde el hoy diputado mostraba sus dotes artísticos.<blockquote>“En los Bonaerenses, en Mar del Plata, me paraba en la peatonal a imitar a Freddy Mercury y se juntaba gente a mirar”, narró.</blockquote>Hoy, con responsabilidades institucionales y una hija que recién empieza la primaria, Iparraguirre mira con afecto y cierta incredulidad esos tiempos.&nbsp;“Fue una época gloriosa, pero hoy el mundo no es el mismo. Uno se pone más grande, más conservador y más miedoso, probablemente, pero no me puedo imaginar a los chicos de 15 años a las 2 de la mañana en uno de esos lugares", culminó.

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Rogelio Iparraguirre, entre el ceviche, las sierras y el punk

El diputado nacional dejó a un lado su faceta política y habló de sus pasiones, su amor por el entorno serrano tandilense y su pasado punk.

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